Recuerdo a un hombre subiendo un palo encebado y Germán Pinelli gritándole “¡Sube, Pelayo, sube!” Y me acuerdo de un público alertando a un referí: «¡Mingoyo, la soga!»
A la mente me viene un gallo cantando encaramado en un arado en la finca El Mamey.¡Cuánta emoción estoy recordando la pelea de Ciro Moracén y Pupi García!
Todavía retumba en mi cerebro un “¡Ave María Pelencho que bien me siento, con Hatuey mi compay!”
¡Ñooo! recuerdo la molestia de una picada de un jején en la Playa del Rosario, una caída montando patines en el Parque Martí, y ver por primera vez La Familia Pilón en la televisión.
Recuerdo ir a una tienda en “La Manzana de Gómez” y comprarme un par de zapatos que esa misma noche los estrené recorriendo todo el pueblo con Manolo Amich.
¿Como olvidar aquel día impresionante por aquella patada voladora que le dio el Chiclayano a la Amenaza Roja visto en la televisión de mi primo Juvenal B. Rivero.
Y mi sobresalto cuando, en la radio, un perverso indio gritó a todo pulmón “Karinoaaaaaa”…
Cierro los ojos y me parece estar de nuevo en el Instituto de Güines una noche: una velada artística donde cantaron Marta Pérez e Isidro de Cámara.
Y de pronto, un mediodía enciendo el televisor y veo “Patrulla de Caminos” con Broderick Crawford…
Ni aunque perdiera la memoria olvidaría todos mis 6 de enero, Días de los Reyes Magos, porque han cobrado una fuerza enorme en mis recuerdos.
En mi memoria están cada guante, cada revolver de fulminantes, cada bate, cada pantalón, cada camisa, cada regalo, y son apreciados, y añorados, en mi vida actual. ¡Qué alegría aquella bicicleta Niágara nueva de paquete!
A la mente me viene una visita relámpago a la Playa de Varadero, sus aguas cristalinas, y mi padre diciendo: “Tira una peseta al agua para que veas que la divisas de lejos” Y su risotada cuando yo le contesté: “Está bien, pero dame tú la peseta”. ¡Ese fue un instante eterno!
Y de pronto, llegó el momento más inolvidable e histórico de todos: Montarme en un avión de la Pan American, y después tener que conformarme con recordar un millón de “momentos históricos” aunque, quizás, no hayan sido verdaderamente históricos. Que sé yo, pero ¡para a mí lo fueron!
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