Por J. A. Albertini, especial para LIBRE

Al rato, Candelaria y las dos comadronas surgen de la habitación.

-¿Y bien…? -Felipito las aborda.

Las parteras se miran entre sí y sonríen confiadas.

-Todo está saliendo bien. La criatura está en posición, pero Juana va a demorar en parir -Candelaria toma la palabra.

-¡Carajo! -Felipito reniega y se zampa un trago.

Nosotras volvemos por la tarde. Si el parto se adelantara ya saben cómo localizarnos -Genoveva Santana habla por las dos.

-¡Carajo! -Felipito se obstina- ¡Cómo tiene que sufrir Juana…!

-Déjate de aguaje que los dolores de parto no matan a nadie -Candelaria le sale al paso.

-Es verdad, pero me pongo nervioso -se justifica.

-Nosotras vamos a preparar comida -Marisela dispone.

-Voy a avisarle a mi marido Perico, para que compre un chivo. Un chilindrón da para que todo el que llegue coma sin problemas -Liduvina manifiesta.

-Dile a Tiburcio que pague la mitad del chivo -Marisela le advierte a la cuñada.

Al mediodía, acompañada por Tiburcio y Perico, regresa Liduvina. Ella y el marido se adelantan. Atrás, Perico valiéndose de una cuerda, atada al pescuezo, tira de un chivo joven de pelaje negro y lunares blancos que se resiste y lanza balidos de miedo.

Felipito sale a recibirlos. A causa del aguardiente tiene la mirada un poco turbia y sonríe confiado.

-Si sigues bebiendo eres tú quien se va a poner al parir -Liduvina desaprueba y pasa al interior.

Candelaria permanece sentada junto al receptor de radio y en gesto tajante demanda silencio.

-¡Callen a ese chivo que Juana se ha dormido!

-¿Todavía nada? Liduvina inquiere.

-Si pare hoy será bien tarde -responde resignada y pega el oído a la bocina del aparato.

-¿Qué oyes?

-Los episodios de “Kazan el cazador”. ¡Están fenómenos!. El protagonista nació aquí, en el pueblo. Ahora lo llaman Jorge Félix, pero su nombre verdadero es Gastón Colón.

Para llegar al patio los hombres cruzan la sala. El chivo no deja de balar.

-¡Tápenle el hocico! -Candelaria pierde la paciencia.

Perico carga al animal que tiembla y patalea. Felipito le oprime la boca.

Marisela sale de la cocina y anuncia.

-Estoy cocinando bastante arroz y frijoles negros. Más tarde frío plátanos maduros. ¿Cuándo matan el chivo?

-Aquilino lo hará -Perico responde-. Le avisé lo de Juana y dijo que venía temprano. Quiere que ofrendemos la sangre del chivo y que por el bien de Juana y la criatura lo acompañemos a leer la biblia.

A poco Juana despierta y pasa el resto de la tarde entre dolores punzantes y sudorosas e intranquilas duermevelas.

Aquilino con una buena provisión de ron y aguardiente aparece a las cinco de la tarde. Generoso llega al rato y entre los dos se disponen a sacrificar el animal.

Por encima de una rama sólida y alta del mamoncillo Aquilino lanza la cuerda y con la ayuda del enterrador eleva al chivo que falto de oxígeno bale sordamente; golpea el aire con las patas y expone el pescuezo y los genitales.