Curiosidades criollas para matar el aburrimiento (el mío, no el de ustedes)

Written by Libre Online

7 de enero de 2025

Por Roberto Luque Escalona

*En el último tercio del siglo XVIII surgió en La Habana la industria de la construcción naval. Basada en la abundancia y calidad de la madera y en la habilidad de los obreros criollos, los llamados “carpinteros de ribera”, allí se construyeron los mayores navíos de la armada española, entre ellos, el Santísima Trinidad, que fue el mayor barco del mundo entre su botadura en 1769 y su hundimiento en 1805, tras la batalla de Trafalgar.

Paralelamente al astillero, llamado “el Arsenal” porque todos los navíos allí construidos eran barcos de guerra, surgió la Maestranza de Artillería, fábrica de cañones destinados al armamento de los bajeles, que no podían cruzar el Atlántico desarmados. Sólo el Santísima Trinidad portaba 134 piezas de artillería. En ningún otro país del Nuevo Mundo existió una industria semejante durante el período colonial. Pero a los cubanos no parece importarles. 

En un salón de conferencias de la Universidad de Miami, muy usado por los cubanos para actos patrióticos y culturales, hay un cuadro que representa al Santísima Trinidad saliendo de la bahía habanera en su primer viaje rumbo a España. De los miles de cubanos que han pasado ante ese cuadro no creo que haya uno que le prestara atención.

Y al capitán Tondá, un negro de uniforme militar que aparece en el mural del Templete junto al Capitán General Vives, el Intendente de Hacienda Martínez de Pinillos, el obispo Espada y los más ricos entre los ricos habaneros, ¿acaso lo conocen? ¿Saben quién era? El jefe del Batallón de Pardos y Morenos, una unidad militar que, como su nombre indica, estaba compuesto por pardos (mulatos) y morenos (negros libres; la palabra “negro” era sinónimo de “esclavo”).

Ahora, díganme: ¿en qué país donde existiera la esclavitud hubo algo ni siquiera vagamente parecido al Batallón de Pardos y Morenos?

*En el patio interior del ala norte del Capitolio habanero, la que da a la calle San José, hay una estatua única en el mundo.  Las grandes alas y la belleza lo definen como un ángel. No es otro que Lucifer en el momento de su rebeldía contra Dios: el puño derecho alzado hacia lo alto en inequívoco desafío, la mano izquierda sobre el pecho en gesto de auto-afirmación.

No existe en el mundo otra estatua como esa. Al Ángel rebelde se le presenta siempre como un ser deforme, con cola y cuernos, apabullado por San Miguel Arcángel. Sólo sé de otra estatua donde no se le represente así. Está en la catedral de Lieja, Bélgica, y Lucifer aparece sentado, con aire melancólico. El Ángel Vencido.

La estatua del Capitolio habanero es obra del italiano Salvatore Buemi, que antes había realizado una de Martí para el Parque de la Libertad en Matanzas y el conjunto escultórico de Agramonte en Camagüey, que habían dejado muy satisfechos a matanceros y camagüeyanos. Entonces se le ocurrió la peregrina idea de crear una estatua que representara a Lucifer en el momento de su rebeldía. A pesar de su innegable calidad, la escultura, un bronce de tres metros de altura, no encontró comprador. Frustrado, Buemi se la regaló a su compatriota Orestes Ferrara antes de regresar a Italia.

Ferrara la tuvo en el patio de su casa durante casi veinte años, pero en 1930, cuando inauguró su nueva morada, un palacio renacentista en la esquina de San Miguel y Ronda, le donó la estatua al Capitolio, y allí está, hace noventa años. En todo ese tiempo, sólo dos personas se han dado por enterados de su presencia: una señora de apellido Estopiñán, que vino por El Mariel y cuyo paradero ignoro, y un seguro servidor.

*Desde que su imagen apareció flotando en las aguas de la bahía de Nipe en 1612, la Virgen de la Caridad lució siempre las mismas vestiduras: un manto azul sobre una túnica blanca. Así se le representó durante casi cuatro siglos.

Pero un día, no puedo precisar cuándo, los colores de sus vestiduras cambiaron para un amarillo dorado, el color de Ochún, la deidad africana con la que los esclavos identificaron a la Virgen de la Caridad. Ignoro los motivos de tal identificación, porque Ochún es la orisha o, la diosa de la promiscuidad sexual.

La identificación que hacen los negros de La Virgen de la Caridad con Ochún no es asunto de mi interés.  Si lo es, en cambio, los motivos que llevaron a la Jerarquía Católica a oficializar, de hecho, esa identificación, que solo la mente retorcida del cardenal Jaime Ortega pudo hacer oficial.

*Cuando Colón nombró Juana a la isla donde nacimos me hizo pensar en una premonición histórica. La nombró así en honor a la Princesa, luego Reina, Juana de Castilla, que quedaría en la Historia como Juana la Loca, un anuncio de nuestras futuras locuras políticas.

Pero no hubo tal premonición. El Almirante nombró Juana a Cuba no por la desdichada princesa, sino por su hermano el Príncipe Juan, el hijo mayor de Isabel la Católica, que moriría poco después.

*La muerte en la hoguera era un suplicio reservado a los herejes y sólo podía ordenarla el Santo Oficio, o sea, la Inquisición. La quema de Hatuey, ¿fue por hereje? Imposible. Un salvaje que ignoraba la existencia misma del cristianismo no podía ser hereje y en la Cuba que comenzaba a ser ocupada por los españoles no había ningún tribunal del Santo Oficio.

Cuando Hernán Cortés decidió ejecutar a Cuauhtémoc, Rey de los aztecas, dispuso que fuera ahorcado. Lo mismo hizo Francisco Pizarro con el Inca Atahualpa. Ambos ejecutados eran personajes de gran importancia no un simple cacique. En cuanto al intercambio entre Hatuey y el cura que oficiaba en su ejecución, ese cuento de que “no quiero ir al Cielo porque allí me encontraría con ustedes” es un discurso demasiado elaborado para alguien que andaba desnudo y descalzo. Además, ¿en qué lengua se entendieron? ¿Hatuey había aprendido el castellano o el cura la lengua indígena? En fin, que tal intercambio parece haber sido la primera de nuestras patrañas.

*De un tiempo a esta parte me he estado preguntando que carajo fue a buscar Maceo en Pinar del Río. El objetivo de la llamada Invasión era destruir la industria azucarera, que sustentaba la economía de la Isla. En Pinar del Río no había ingenios. Y lo peor: de la bahía de El Mariel en la costa norte a la ensenada de Majana en la costa sur sólo hay 45 kilómetros. O sea, que bastaban 25 000 hombres para crear una barrera infranqueable. Creada fue por Weyler y cuando Maceo quiso desandar el camino tuvo que hacerlo de noche, en un bote, cruzando la bahía de El Mariel. Pocos días después moriría en una escaramuza. Es de señalar que el error no fue sólo suyo. Máximo Gómez tampoco vislumbró la posibilidad de que Pinar del Río se convirtiera en una trampa.

*Las continuas muertes de generales castristas me han llevado no a investigar, que lo mío no es la investigación, sino a recordar mis estudios de Historia en la primaria y el bachillerato. En ese viaje al recuerdo encontré que en los trece años que duraron nuestras guerras de independencia murieron apenas una docena de generales en ambos bandos contendientes.

En la Guerra del 68 murieron Agramonte y Henry Reeve en combate y Donato Mármol por enfermedad. En la Guerra del 95, más corta, pero más cruenta, murieron en combate Flor Crombet, los dos Maceo, Serafín Sánchez y Juan Bruno Zayas, Guillermo Moncada por enfermedad y Roberto Bermúdez, fusilado por orden de Máximo Gómez. En el bando español murieron Alonso de Santoscildes y Joaquín Vara del Rey. En total, doce.

Además, las causas ¿cómo es posible que yo sepa que Moncada murió de tuberculosis hace 125 años e ignore de qué murieron los generales de la tiranía con la única excepción de Varanda Columbié, víctima del virus chino?

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