¿QUE EDAD YO TENGO?

17 de diciembre de 2024

Llevándose por mis escritos los lectores -remedando a Fausto Miranda- me escriben: “¡Contra, Estebita, tú eres viejo, pero viejo de verdad!” Se equivocan, se quedaron cortos.

Si me llevo por el instante en que tuve uso de razón creo firmemente que el 27 de octubre cumpliré 531 años de nacido.

Firmemente sé que estaba en nuestro archipiélago desde el mismo instante en que Cristóbal Colón le lanzó el más bello de los piropos a la tierra donde nací.

Recuerdo que -aunque muy tierno aún- pertenecía a las tribus de los Siboneyes. ¡Cuánto disfrutaba de jugar a “los batos”!

Jovencito cogí tremendo “berro” cuando quemaron al indio Hatuey, y tuve una grave discusión con varios tripulantes de La Santa María cuando trataban de atrabancar y violar a unas indefensas indígenas.

Recuerdo, mucho más tarde, mi tendencia anexionista, hasta que una tarde en Tampa escuché un encendido discurso de un genio cuarentón llamado José, que sus seguidores y admiradores llamaban “El Delegado” y de ahí en lo adelante abracé la gestión insurreccional.

Me parece que fue ayer cuando el 20 de Mayo de 1902 izaron la bandera cubana en el Morro de La Habana. Aplaudiendo ahí estaba yo.

Nunca olvido el caluroso abrazo que le di al generalísimo Máximo Gómez cuando emocionado me dijo: “¡Ñooo, Estebita, un placer conocerte!”

A la mente me viene mi apoyo al candidato presidencial perdedor, Bartolomé Masó, y mi molestia al retirarse el general Masó y ganar Don Tomás Estrada Palma.

Yo quería el regreso de Masó y un reconteo de los votos, pero nadie me hizo el menor caso. Juan Gualberto Gómez me dijo: “Mi estimado Esteban de Jesús, eso de recontar los votos jamás va a pasar aquí ni en ningún lugar del mundo”.

Constantemente me viene a la mente que una cigüeña un 16 de septiembre me depositó en las riberas de un río que los nativos llamaban “Mayabeque” en una isla llamada Juana.

Muchísimos años más tarde perfectamente recuerdo frases que después se hicieron célebres como “Tiburón se baña, pero salpica”, “Ahí viene la aplanadora con Prío alante y el pueblo atrás”, “Aquí mandan las mujeres” y “Que cada cubano tenga un billete de cinco pesos en su bolsillo”.

Recuerdo un golpe de estado, un ataque a un cuartel, otro al Palacio presidencial, una amenaza de “Antes de año nuevo seremos mártires o libres”, un naufragio en Playa Colorada, unas escaramuzas en la distancia, una precipitada huida del que sus seguidores proclamaban como “¡Este es el hombre!”

Una injustificada euforia colectiva y se destruyó aquel país que descubrí hace más de 500 años y que un almirante proclamó como “La tierra más hermosa que ojos humanos han visto”.

Al final de la larga jornada, después de haber vivido 531 años, comiéndome un sándwich en “El Palacio de los Jugos” pienso con tristeza que: “Si hoy Columbus llegara a Juana, le diera un simple vistazo a la isla y le dijera a Rodrigo de Triana: “Arranca, pon rumbo norte, dale para Florida, apúrate ante que esos miles de nativos nos hundan tratando de encaramarse en La Pinta, La Niña y La Santa María”.

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