EL OPTIMISMO

10 de diciembre de 2024

Abraham Lincoln, entre sus muchas otras expresiones, dijo en cierta ocasión esta lapidaria frase: “la mejor manera de predecir el futuro es creándolo”.  En estos días estamos soñando y pensando en lo que nos traerá el año que recién comienza, y ciertamente creemos que es nuestra responsabilidad, más que esperar, actuar con inteligencia y sentido común para disfrutar con seguridad de las conquistas que alcanzaremos.   

Debemos cuidarnos de las amenazas del pesimismo. Hemos leído profecías, anuncios y predicciones que son desalentadoras. Claro es que en el futuro gozaremos del brillo del sol y soportaremos las sombras de tormentas y desalientos; pero por encima de todo debemos aliarnos a un optimismo creativo y funcional. 

Helen Keller, con todas las aflicciones que la cercaron dijo que “el optimismo es la fe que conduce al logro. Nada puede hacerse sin esperanza y confianza”. Me encanta la reflexión de Winston Churchill: “un pesimista ve la dificultad en cada oportunidad, un optimista ve la oportunidad en cada dificultad”. “incluso la noche más oscura terminará y el sol saldrá”, sentenció Víctor Hugo.

Vamos a intentar cinco áreas en las que podemos desarrollar un proceder   que nos permita disfrutar plenamente de una vida feliz.  Recordemos que “el mundo está lleno de cactus, pero no nos tenemos que sentar en ellos”. Emprendamos pues una ruta optimista.

Lo primero que tenemos que hacer es fortalecer nuestra fe. Hemos pasado alrededor de medio año fuera de nuestras iglesias, alejados de la comunión cristiana que tanto nos ayuda en nuestras cotidianas obligaciones. Los templos vacíos son una renuncia a la fidelidad, y necesario es que cada persona tome cargo de su propia vida espiritual. La lectura de La Biblia, la ayuda de un devocionario y la práctica de la oración en pequeños grupos son una manera de mantener una vigencia religiosa que fortalece nuestros caracteres. 

En este mundo desafiante, secularizado y despojado de valores los que creemos en Dios tenemos que ejercer nuestra influencia y afianzarnos en el cumplimiento que demanda nuestra fe. Sabemos que hoy día nuestras creencias se han ido agotando, aunque a veces nos sea imposible entenderlo. Yo sigo el axioma de San Anselmo, “no intento comprender para creer, sino que creo para comprender”. 

Otro campo en el que tenemos que arar es en el de la familia. Hemos pasado casi un año separados unos de otros, y a partir del próximo año tenemos que romper distancias y reanudar abrazos. 

La familia es el fundamento de la sociedad y cuando la descuidamos se resiente la sociedad. Leí en un viejo artículo estas palabras: “yo aprendí en el hogar en qué se funda la dicha más perfecta”. Era la época en que nuestros ancianos vivían con nosotros no alojados en asilos, los tiempos en que nuestros hijos estaban al alcance del beso paternal, hoy estudian, viven y trabajan en remotos lugares a los que no tenemos acceso. ¿Se ha destruido la familia americana? No exactamente, son las circunstancias las que han cambiado y lo que nos queda debemos cuidarlo celosamente. 

En mi familia yo tengo cuatro hijos, nietos y bisnietos. Imposible tenerlos a todos bajo un mismo techo. Nuestra familia es un rompecabezas, pero me he conformado con saber que he procreado cuatro familias numerosas y que cada una conserva sus valores y exaltan el sentimiento del amor. 

Hoy día no podemos visitar a amados familiares recluidos en hospitales; pero la llamada cotidiana y el toque diario de una piadosa oración son medios de aproximarnos a ellos. En nuestras casas la individualidad tiende a prevalecer. Hay familias convertidas en desconocidos. 

El teléfono personal, el televisor particular, la habitación individual son obstáculos para que nos reunamos para conversar y disfrutar del placer de estar juntos. Propongámonos en venidero año separar un tiempo en que todos nos unamos en conversación, alabanza y simpatía. No seamos pesimistas sin esperanzas. Me gustan estas palabras de Oscar Wilde: “entre el optimista y el pesimista sucede algo gracioso: el optimista ve la rosquilla, el pesimista el hoyo”.

Otro aspecto de nuestra vida cotidiana que debemos considerar es el hábito peligroso de comprar lo que no podemos pagar. La tarjeta de crédito es un instrumento útil y oportuno, pero no es gratuita. Los intereses son altos e inflexibles. A menudo las familias se frustran por sus errores económicos y esa sensación afecta la felicidad y la estabilidad hogareña.

Abraham Lincoln escribió estas sabias palabras: “No podemos quejarnos porque los rosales tienen espinas, sino alegrarnos porque los espinos tienen rosas”. Muy a menudo nos quejamos de los problemas en que incurrimos en lugar de satisfacernos por los que somos capaces de resolver. La tranquilidad de saber manejar lo suficiente que tenemos es recompensada por agradables horas de sueño. 

Recordemos el pensamiento de Alejandro Dumas “no estimo el dinero ni más ni menos de lo que vale: es un buen sirviente y un mal amo”. ¿A quién se le ocurre hoy día ajustarse a un presupuesto familiar? Yo creo que sería dar un gran paso intentarlo. Recordemos que “los acreedores tienen mejor memoria que los deudores”. 

Y hablando de otras cosas que hay que arreglar vista al año nuevo, debemos referirnos al manejo de virtudes personales: (1) mantener una actitud amable y consecuente con las personas con las que nos relacionamos, en particular los familiares. Podemos mejorar nuestros hábitos reaccionar cortésmente, evitar los gritos defensivos, ser cariñoso con los niños y jóvenes de la familia. (2) Ser atentos y cuidadosos con los ancianos. Víctor Hugo dijo que “en los ojos de los jóvenes vemos las llamas, pero en el ojo del viejo vemos la luz”. Podemos cambiar nuestra actitud con las personas mentalmente confundidas. Los que crean que es imposible adoptar nueva conducta y pulir nuestra manera de ser carecen de optimismo. La verdad simple y sencilla es que podemos mejorar. (3) Algo importante es domesticar nuestro sentido común: comportarse ante una dama, cumplir con un compromiso, terminar una tarea, y ascender en nuestros conocimientos y en nuestra fe son gratas señales de un fructífero optimismo.  

Finalmente, y solo por poner punto final, porque muchas otras cosas podríamos hablar del optimismo como virtud señera, queremos referirnos al uso del lenguaje: (4)) moderemos nuestro vocabulario, usar malas palabras, hablar groserías, faltarle el respeto al prójimo son hábitos que desechar. José Martí, y hay que citarlo con orgullo, dijo que “la palabra no está hecha para cubrir la verdad, sino para decirla”. Cuidémonos de ser mentirosos y farsantes. Hablar con respeto y corrección es una admirable virtud.

Estamos por entrar en el año 2025. Está en nuestras manos hacerlo mejor que el pasado, seamos en nuestro ánimo optimistas y anticipemos el triunfo antes de emprender la caminata. Recordemos a Albert Einstein: “hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”.

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