Por Roberto Luque Escalona
*La victoria electoral de Trump ha dejado a Joe Biden algo así como aplastadito, o más bien, aplastadote, ya que se trata de alguien bastante alto y muy importante. Es comprensible. Las palizas siempre son difíciles de asimilar y todo es más difícil cuando uno envejece.
* Hace tiempo que Biden “no pone una”. Siendo ya octogenario, no es razonable esperar una recuperación. En los 80, o te mantienes o te retiras. Recuperarse es un verbo para gente joven, aún en actividades que no requieren esfuerzo físico. Hasta Fidel Castro se fue a cultivar esa cosa llamada moringa cuando sus patinazos se hicieron frecuentes e inevitables. Quizás también contribuyó el batacazo durante un evento en Pinar del Río. Lo que es caerse, cualquiera se cae, pero a estos tipos que se han pasado toda su vida posando de superiores, una simple caída les parece algo trágico y piensan que los disminuye.
*Cuando la Unión Soviética volvió a ser Rusia fue como si la recuperación del antiguo nombre los llevara de vuelta a los inicios del siglo XX, cuando los ejércitos rusos eran vapuleados por japoneses y alemanes. Ahí los tienen, empantanados en Ucrania y, lo que es peor, pidiendo y aceptando ayuda de un país de mitad de semana, o sea, de miércoles, como Corea del Norte. No puedo recordar a un país asiático interviniendo en un conflicto europeo durante los últimos 200 años.
*Cambiando de ámbito, la comunista mexicana que es ahora Presidente de México -tengo que aprenderme su nombre- todavía no ha cometido ninguna barrabasada izquierdista. Me pregunto qué estará esperando. Quizás la sombra amenazante de Trump la mantiene en estado de quietud. Un conflicto económico con América arruinaría la economía mexicana. En cuanto a la inmigración ilegal, resulta difícil defender lo que ilegal sin duda es. Además, país que considere importante la exportación de mano de obra es un país fracasado. Me pregunto cómo es posible que un gobierno defienda lo que llama el derecho de sus gobernados a entrar ilegalmente en otro país. Es como reconocer el fracaso y tratar de convertirlo en fuente de derecho. Lo peor del caso es que México es uno de los países más desarrollados de Latinoamérica y ninguno de aquellos a los que supera en desarrollo plantea algo tan absurdo como la emigración ilegal como una especie de derecho histórico. Inmigración que, dicho sea de paso, a veces llega a ser algo así como multitudinaria, facilitada por el hecho de que no hay mar por medio. De todos modos, la llegada masiva de gente diferente nunca le trae nada bueno a un país. Habrá que preguntarse qué significa eso de “gente diferente”. Creo que lo fundamental es el tamaño, la magnitud de las diferencias. Los cubanos nos adaptamos sin mayores problemas a la vida americana porque es relativamente poco lo que es diferente.
Las diferencias entre un cubano y un americano son muy pequeñas si se le compara con las que separan a un argelino de un francés. Por eso un cubano llega ser Secretario de Estado aquí, mientras que en Francia, los árabes más destacados, Zidane y Ben Zemá, son futbolistas. Me dirán que esos futbolistas ganan lo que nunca ganará Marco Rubio. Pero como dijo hace mucho tiempo Luis Alcaraz, “el dinero no es la vida”. Una frase que me viene muy bien porque yo, lo que es para ganar dinero, soy un cafre. He publicado siete novelas que nadie se ha atrevido a criticar, una de las cuales es el libro más manoseado de la biblioteca de Coral Way, pero que no me ha proporcionado ganancias. Por cierto, si fuéramos a medir la aceptación de un libro por el grado de deterioro de un ejemplar, ese que estaba en la mencionada biblioteca pública -se lo cambié a la biblioteca por un ejemplar nuevo-, mi novela Bonpland #8 sería el libro más leído de los cientos o miles que hay en las bibliotecas de Miami. Por muchas manos ha de haber pasado para quedar así.
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