VALOR ANTE EL PELIGR0

Written by Demetiro J Perez

19 de noviembre de 2024

La pregunta que me hizo hace ya una colección de años uno de mis nietos no la olvido. Estaba lloviendo a raudales, el color del cielo se descompuso y de pronto se vistió de negro. El escándalo de los rayos que parecían estar de fiesta hacía temblar nuestras paredes. Mi nieto me hizo esta pregunta: ¿abuelo, Dios está bravo?

La pregunta de mi nieto no es una impertinencia infantil. Ciertamente, y La Biblia lo ratifica, Dios se enfurece, castiga, acusa, amenaza, condena y destruye. 

Probablemente haya adultos que consideran una irreverencia o una blasfemia decir cosas negativas de Dios; pero hay una palabra que solemos esconder o evitar, eludir y rechazar. La palabra es pecado. Dios rechaza el mal, pero bendice el bien. 

No solemos ser justos cuando enjuiciamos nuestras propias faltas y provocamos males que nos afectan y nos aturden. Cuando aparecen el miedo o la angustia hay que determinar la salida de esas prisiones. Tener valentía ante el peligro es un instrumento que aviva nuestra fe. 

Abundan las personas que cuando quieren combatir los miedos que les afectan buscan refugio en los amuletos, los azabaches y las yerbas propias de la brujería. Huyen de Dios y se hunden en depresiones y decepciones que destruyen la felicidad. Yo he llegado a creer que el miedo y la cobardía son instrumentos que usa Dios para despertarnos de nuestras pesadillas. 

En cuanto al manejo del tema religioso debemos ser muy cuidadosos. Hemos oído y hoy hay profusión de predicadores que anuncian que el fin del mundo se acerca, que está por producirse el holocausto universal que precede a la segunda venida del Señor y que la destrucción de la raza humana es inminente. 

¿Por qué usar el arma de la religión para incrementar el miedo y promover la desesperación? Los predicadores deberían tomar conciencia del hecho de que los momentos que vivimos son para fortalecer a los débiles, consolar a los sufridos y asesorar espiritualmente a los que se hunden en el temor. Daniel Defoe, autor de Robinson Crusoe, acuñó una expresión muy oportuna para nuestros días: “El temor al peligro es mil veces más terrorífico que el propio peligro”. De esto deben cobrar conciencia las autoridades oficiales, los clérigos en general y los medios de comunicación. 

Estimo que a estas alturas un equipo de siquiatras debiera haber conducido un manual que nos ayude a funcionar lo más normalmente posible en medio de una crisis social de pánico. Apropiado es que señalemos que nadie debe avergonzarse de sentir miedo. Este es un sentimiento necesario que Dios ha insertado en nuestra identidad humana para nuestra propia protección. 

El problema surge cuando el miedo se hace un ente patológico, y esta posibilidad es común en situaciones de crisis colectiva. No estamos de acuerdo en que se trate de hacer creer que el miedo es síntoma de cobardía o exposición de una fe quebrantada.

Hay que aceptar que siempre vivimos atrapados por el peligro. Enfrentarse a un hecho doloroso que uno sabe que pudiera presentarse en cualquier momento ciertamente preocupa a muchas personas, especialmente a los ancianos que viven desprovisto de la compañía familiar.

A pesar de que hace años estoy jubilado suelo recibir llamadas de amigos y feligreses que viven torturados por la idea del peligro. Precisamente hace un tiempo hablé con un señor de 92 años de edad que me llamó lloroso para decirme que había sufrido una caída y que los médicos le anunciaron que no volvería a caminar y le asignaron una silla de ruedas. Escuché atentamente sus quejas y hablamos de las gratas experiencias que no han desaparecido de nuestros recuerdos.

Antes de despedirnos le hablé de las alternativas que siempre aparecen en los casos que se nos presentan para que decidamos el camino a seguir. Sonriente me dijo que era la muerte. Le dije que la muerte es inevitable y que mientras llegaba tenemos que disfrutar el pedazo de vida que nos quede. “El mayor error en la vida es tener siempre miedo de cometer errores”, dijo Elbert Hubbard. Al tomar decisiones siempre es útil y bueno consultar con Dios.

En la Biblia leemos lo que le dijo Dios al profeta Isaías: “Así que no temas, porque Yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré te sostendré y te ayudaré, te sostendré con mi diestra victoriosa”.

Vencer el miedo y a los peligros, es ser un hombre que no le teme a las derrotas ni al veredicto final de la muerte.

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