DE LA REDACCIÓN DE LIBRE Y FUENTES ANEXAS
Máximo Gómez Báez (Baní, República Dominicana, 18 de noviembre de 1836 – La Habana, Cuba, 17 de junio de 1905), también conocido como ‘El Generalísimo’, fue un militar dominicano de la guerra de los Diez Años y el general en jefe de las tropas revolucionarias cubanas durante la famosa guerra de Independencia cubana. Es considerado como uno de los principales libertadores de Cuba.
Primeros años de Máximo Gómez
El más joven de diez hermanos. Los Gómez-Báez no eran nuevos en tales tierras, puesto que sus ancestros tenían cierto tiempo estando instalados en la región sur del país, algunos incluso formaban parte de sus primeros pobladores al momento en que el mariscal de campo español, Manuel de Azlor y Urriés, fundó dicha ciudad.
Su padre fue Andrés Gómez Guerrero y su madre, María Clemencia Báez, ambos agricultores. Para tal fecha, Baní aún estaba compuesto mayoritariamente por personas blancas de origen canario, y se convirtió en las pocas zonas del país que no se vieron severamente afectadas por las grandes oleadas de emigración de familias criollas dominicanas hacia otras partes del imperio, debido al tratado de Basilea.
Su familia, al igual que otras contemporáneas, no solía mezclarse con los “pardos” y “negros”, quienes ya para esa época representaban la mayoría de la población dominicana. Por esa misma razón, eran descritos por muchos banilejos como “de raza blanca pura”.
De condición humilde, aunque con ancestros de cierta fortuna, hicieron su hogar en uno de los muchos bohíos (viviendas tradicionales y rústicas, diseñadas para adaptarse al clima cálido y húmedo) ubicados en Baní.
Su abuelo fue José Gómez Lizardo, un conocido terrateniente criollo de origen español que poseyó varios esclavos negros en el hato de Matagorda, ubicado en el valle de Baní.
Su bisabuelo, José Gómez Calendario, había sido soldado del Batallón de la ciudad de Santo Domingo, y posteriormente sargento. Al morir, fue enterrado en la Catedral Primada.
El ancestro directo de Máximo Gómez que llegó al Nuevo Mundo por primera vez se llamaba Ruy Gómez de Brito, oriundo de la ciudad de Sevilla, Andalucía. Su abuelo, Francisco Gómez, de Gibraleón, además de ser alférez del Real Ejército de Su Majestad, es el ancestro directo más antiguo del que se haya encontrado documentos hasta la fecha. Ruy Gómez de Brito fue a su vez hijo de Ana de Brito de Acuña, hija de Pedro de Brito, un sevillano de padres portugueses. Mediante este linaje, los ancestros del general Gómez pueden encontrarse en la mayor parte de la clase alta de aquel país, extendiéndose así hasta monarcas europeos. El más cercano de su árbol genealógico es el rey Sancho IV de Castilla (el Bravo). Esto ocurre a través de la séptima abuela de Pedro, Violante Sánchez de Castilla, fruto de la relación extramatrimonial entre María Alfonso Téllez de Meneses y el rey Sancho.
Dirigente militar de los independentistas cubanos. Destinado a la carrera eclesiástica, Máximo Gómez cambió la sotana por las armas al producirse la invasión de Santo Domingo por Haití en 1855.
En 1865 pasó a Cuba y se unió al movimiento nacionalista contra la dominación colonial española. Cuando estalló la primera guerra por la independencia cubana, la Guerra de los Diez Años (1868-78), Gómez luchó junto a Carlos Manuel de Céspedes, ascendiendo gracias a su experiencia militar hasta obtener el mando sobre las fuerzas de la provincia de Oriente.
Allí implementó una eficaz táctica de guerrillas que le dio el control de la región, pero en cambio fracasó en su campaña para invadir la mitad occidental de la isla (1875). Acuciado por disensiones internas, abandonó Cuba poco antes de firmarse la Paz de Zanjón (1878). Refugiado en Honduras, donde fue nombrado general del Ejército, Máximo Gómez apoyó un nuevo intento de insurrección en Cuba, que también fracasó (la Guerra Chiquita de 1879-80).
En 1892 llegó a un acuerdo con José Martí y Antonio Maceo para organizar una nueva insurrección, de la que Gómez sería jefe militar.
Muerto José Martí al comienzo de la Guerra de la Independencia (1895-98), Gómez y Maceo dirigieron la ofensiva rebelde desde el este hacia el oeste de la isla (1895-96); pero fueron derrotados por la enérgica política con la que respondieron los españoles bajo el mando del general Valeriano Weyler.
La muerte de Antonio Maceo (1896) dejó solo a Gómez al frente del movimiento, de nuevo confinado a la lucha guerrillera en las montañas orientales. A pesar de su débil posición militar, se negó a todo compromiso con los españoles, rechazando el plan de autonomía que ofreció el gobierno de Sagasta (1898).
La intervención de Estados Unidos expulsó a los españoles de Cuba en 1898 por la fuerza de las armas; y la nueva República independiente tuvo en Máximo Gómez a su héroe nacional, encarnación de la lucha revolucionaria. Sin embargo, Gómez entró en conflicto con los nuevos dirigentes políticos y con el gobierno de intervención norteamericano, y dimitió del mando del Ejército.
Casado con Bernarda del Toro, fue padre de catorce hijos, entre ellos Francisco (Panchito) Gómez Toro, que murió a los veinte años en el combate de Punta Brava, el 7 de diciembre de 1896.
Máximo Gómez murió el día 17 de junio de 1905 sin ninguna fortuna personal en su villa de La Habana.
Legado histórico de Máximo Gómez
Gómez dedicó la mayor parte de su vida a su “querida y sufrida Cuba”.
Su brillante estrategia militar y su estilo de mando, célebre por su severidad, le posibilitaron llevar a cabo campañas (la Invasión y posteriores campañas) sin precedentes históricos por la disparidad de sus fuerzas tanto en hombres (de 35.000 a 40.000 mambises).
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