Había una vez dos hermanos que partieron juntos por un camino. Uno de ellos era muy rico, y viajaba en un fastuoso carruaje tirado por un caballo; el otro era muy pobre, y cabalgaba a lomos de una yegua.
Ya entrada la noche, decidieron descansar en una posada, y dejaron la yegua y el caballo con el carro en el establo. Y esa misma noche, la yegua tuvo un potrillo, que al nacer cayó rodando bajo el carro.
– ¡Vaya! ¡Mi carro ha tenido esta noche una yegua!- dijo el hermano rico a la mañana siguiente.
– ¡No digas tonterías!- respondió el hermano pobre- Los carros no tienen potros. Es de mi yegua.
– El potro está debajo de mi carro, así que es quien lo ha tenido. Si no, estaría junto a la yegua.
Se enzarzaron ambos en una tremenda discusión. Tanto, que llegó a los tribunales. Pero como el hermano rico tenía mucho dinero, sobornaba a los jueces para que dijeran que el potro había nacido del carro. Se armó tanto revuelo en la ciudad que llegó a oídos del zar. Les mandó llamar a ambos de inmediato, y en cuanto les tuvo enfrente, les dijo:
– El potro será para aquel que consiga responder con mayor acierto a estas cuatro preguntas:
¿Qué es en el mundo lo más fuerte y rápido?
¿Qué es lo más gordo y nutritivo?
¿Qué es lo más blando y suave?
¿Y qué es lo más agradable en el mundo? Los dos hermanos partieron preocupados.
¿Cómo iban a responder de forma correcta a esas preguntas tan complicadas? El hermano rico fue a pedir ayuda a su madrina, quien le dijo:
– No es tan difícil, ahijado mío. Mira, a la primera pregunta te diría que la yegua parda de mi marido. No hay animal tan veloz como ella… A la segunda, el cerdo que criamos en el establo. Es el más gordo de la ciudad. En cuanto a la tercera pregunta, tengo muy claro que es un lecho de plumas. No hay nada más suave y ligero. Y por supuesto, lo más agradable en este mundo es mi nieto Ivanuchka.
Y con estas respuestas, el hermano rico se quedó conforme. Por su parte, el hermano pobre regresó llorando a su casa, y la primera en salir a su encuentro fue su hija de siete años:
– Papá, ¿por qué lloras?
– Ay, hijita, me he metido en un buen lío… Debo responder a unas preguntas ante el zar y no consigo dar con las respuestas.
– ¿Y qué preguntas son?
– La primera, qué es lo más fuerte y rápido en el mundo…
– Pues yo lo sé: el viento. ¿Qué iba a ser si no?
El padre asintió, maravillado.
– La segunda pregunta es qué es lo más gordo y nutritivo.
– Pues la Tierra. ¡Con la cantidad de plantas que nacen gracias a ella!- dijo la niña lista.
– Sí, cierto… La tercera pregunta es qué es lo más suave y ligero.
– La mano, porque aunque la almohada de plumas sea suave y ligera, siempre ponemos la mano bajo ella… ¿a que sí?
– Pues sí, tienes razón. Y la cuarta pregunta es qué es lo más agradable del mundo.
– ¡Yo lo sé! ¡El sueño!
Y con estas respuestas, el hermano pobre maravilló al zar, quien, asombrado por el ingenio del hombre, le preguntó:
– ¿Cómo has conseguido dar con esas respuestas?
– Majestad, en realidad… fue mi hija de siete años quien me las dio.
– Vaya, qué niña tan lista… Si es verdad, lleva este hilo de seda y que mañana me traiga una almohada bordada con él.
El hombre llevó el hilo a su hija, apesadumbrado. ¿Cómo iba a poder tejer con la mano en una almohada y con ese pequeño trozo de hilo? La niña, lejos de asustarse, rompió una astilla de madera de un palo y dijo a su padre entregándosela:
– Lleva esta astilla mañana mismo al zar y dile que haga con ella un telar para que yo pueda tejer con su hilo un bordado.
El zar, por supuesto, se quedó maravillado ante tal respuesta.
– Está bien- le dijo al hombre pobre- Entrégale a tu hija ciento cincuenta huevos de gallina. Mañana quiero que me traigas ciento cincuenta pollitos.
La niña, al ver aquello, guardó los huevos en la despensa y dijo:
– Está bien, dile mañana al zar que para alimentar a mis pollitos, necesito mijo de un día, así que tiene que preparar el campo, sembrar, y recoger el mijo en 24 horas.
Por supuesto, el zar soltó una sonora risotada al escuchar aquello. Realmente aquella niña tenía respuestas para todo… Así que lanzó una última prueba:
– Quiero que tu hija se presente mañana mismo aquí, pero que no venga ni a pie ni a caballo, ni desnuda ni vestida, sin un regalo pero sin las manos vacías.
El hombre pensó que aquello era totalmente imposible, pero su hija le contestó al escuchar el reto:
– Busca a un cazador y compra una codorniz y la liebre más grande que tenga. Vivas, claro.
Al día siguiente, la niña se tapó el cuerpo con unos papeles, y subida a lomos de la liebre, se fue al palacio del zar con la codorniz en la mano. El zar quedó impresionado al verla. Efectivamente, no venía ni a pie ni a caballo, y no venía vestida, pero tampoco desnuda… Y en cuanto fue a coger la codorniz que la niña le dio, la soltó y él ave se fue volando.
– Eres una niña muy lista, sin duda. Dime, ¿y si tu padre es tan pobre, cómo os alimentáis?
– Mi padre pesca peces en la orilla del mar. Sin caña ni cebo. Y yo recojo con la falda los peces que él encuentra.
– ¡Ja, ja, ja! Con lo lista que parecías… ¿Cómo va a pescar tu padre peces en la arena? ¡Los peces viven en el agua!
– ¿Y tú te crees más listo? ¿Quién se puede creer que de un carro nazca un potrillo?
El zar asintió avergonzado. Entregó al padre de la niña lista el potro y una enorme suma de dinero. La niña lista se educó en el palacio, como si fuera la mismísima hija del zar, y cuando creció, se convirtió en zarina.
Reflexiones sobre este cuento
Escucha lo que dice el sentido común: Mientras que jueces y hasta el mismo zar eran incapaces de dar una respuesta al dilema del potro (unos porque eran manipulados con dinero y el otro porque fue manipulado con las decisiones de los jueces), una niña de siete años, ajena al influjo del poder del dinero y de prejuicios de ningún tipo, pensó con claridad y consiguió responder a cada una de las pruebas del zar sin problemas.
• Por qué el hermano rico no dio con las respuestas correctas: Entre los dos hermanos había una gran diferencia. El hermano rico estaba rodeado de personas que se movían en su mismo círculo, por lo tanto, estaban condicionadas por un estilo de vida ‘privilegiado’, muy alejado de la realidad. La madrina del joven respondió con subjetividad a cada una de las preguntas.
Ella no era capaz de ver más allá de su mundo de riquezas. El otro mundo, el mundo real, lo ignoraba. Sin embargo, la hija del hermano pobre estaba en contacto con la vida real, con la Tierra, con la Naturaleza, y no tenía influencias de un ‘mundo paralelo’ que solo disponían los ricos. Pudo dar con la respuesta basándose en su sentido común y sin atender a nada superfluo.
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