Por María C. Rodriguez
LA PRUEBA DE FUEGO
Era un modo de decidir sobre la culpabilidad o la inocencia, sobre todo en los siglos XIV y XV. En los juicios –principalmente de brujería y herejía, en los lugares donde no había una autoridad judicial central– el acusado era sometido a una prueba que normalmente conllevaba el uso del fuego y cierto nivel de dolor.
Dependiendo de lo que tardasen en curar las heridas se consideraba si Dios estaba de parte del acusado y se dictaba sentencia. Una prueba bastante común era hacer sostener metal incandescente con las palmas de las manos y decidir en virtud del tiempo que tardaban en sanar las llagas.
La prueba de fuego era, al igual que otros juicios de Dios, empleada habitualmente ya por los germanos, los anglosajones y los vikingos.
Variantes o maneras de “prueba de fuego”:
• El acusado debía andar descalzo sobre seis u ocho rejas de arado al rojo vivo.
• El acusado debía transportar un hierro al rojo vivo una distancia de nueve pies o más.
• El acusado debía poner la mano en el fuego.
• Si el acusado permanecía indemne o si sus heridas no supuraban, se creía que su inocencia estaba probada, en caso contrario era condenado.
Al igual que otros juicios divinos la prueba de fuego desapareció en los siglos XII y XIII y se sustituyó por la justicia civil.
Un sentido específico tiene la expresión de prueba de fuego que fue empleada en la época feudal tardía. La prueba, es decir, haber estado bajo el fuego enemigo, se convirtió en requisito indispensable para que un oficial fuera nombrado caballero. Debido a la creciente especialización, en muchos ejércitos no era posible adquirir tras treinta años de servicio el estado de caballero en condiciones de batalla (prueba de fuego). A finales del renacimiento, al hacerse más escasas las guerras, cada vez fue más frecuente encontrar a oficiales que no hubieran pasado la prueba.
Corintios 3:13: La obra de cada uno se hará evidente; porque el día la dará a conocer, pues con fuego será revelada; el fuego mismo probará la calidad de la obra de cada uno.
A lo largo de la historia se ha perdido el sentido original hasta llega a significar una prueba decisiva en cualquier actividad con la que se pretende revalidar la capacidad o la validez de un proyecto o persona, como por ejemplo lo sería la prueba de funcionamiento de una nueva máquina.
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