Cuentan que en la isla de Cuba existió un campesino obsesionado con la lotería. Estaba convencido de que iba a tocarle una gran cantidad de dinero. Lo visualizaba a diario y jugaba todas las semanas. Nunca le tocaba nada, pero él seguía insistiendo.
– Un día me va a tocar la lotería- se decía a sí mismo- Dejaré de ser pobre y podré comprar una mansión y un coche lujoso.
Una mañana de verano, el hombre se levantó con un presentimiento.
– ¡Llegó el momento! ¡Lo presiento! ¡Me va a tocar la lotería!
Así que, muy contento, le dijo a su mujer que partía en busca de boletos, de todos los que pudiera comprar. Cuantos más boletos, más dinero le tocaría, pensaba él.
La mujer le vio tan convencido, con tanta ilusión, que no pudo frenarle. Y el hombre compró diez boletos con todo el dinero que tenían. Regresó a su casa muy feliz.
– ¡Esta vez sí, esta vez sí! Nos va a tocar y seremos ricos– le dijo a su mujer- Mañana iré a la ciudad para asistir en directo al sorteo. Pienso gritar de emoción cuando digan nuestro número. Así que si me ves regresar en un coche lujoso, será la señal de que nos tocó, y podrás tirar todo lo que tenemos ya viejo, porque nos compraremos una casa nueva y muebles de diseño.
– Ay, qué ilusión- dijo entonces la mujer, contagiada de tanto optimismo- Ojalá sea verdad y podamos comenzar por fin una nueva vida sin tanto trabajo y tanta angustia.
El campesino estaba tan exaltado, que apenas pudo pegar ojo aquella noche. Al amanecer, se vistió, desayunó y partió hacia la ciudad.
Su mujer se quedó esperando, impaciente, su regreso. Pasaron las horas y ya al mediodía, la mujer salió de la casa. Su marido tenía que estar a punto de llegar.
De pronto, a lo lejos, vio una polvareda en medio del camino. Un coche muy lujoso, rojo, iba a gran velocidad. Y dentro pudo distinguir a su marido, que agitaba con fuerza los brazos.
– ¡Ay, que nos ha tocado!- gritó eufórica la mujer- ¡Que nos ha tocado!
Así que entró en la casa y emocionada, comenzó a romper la vajilla vieja, las ollas gastadas, las sillas antiguas… Todo lo que pudo. En un momento, destrozó casi todo lo que tenían.
– ¡Qué bien! ¡Ahora podré comprar todo nuevo! La mejor porcelana, las mejores sillas… ¡Qué ganas de ir a la tienda y escoger todo a mi gusto!- pensó la mujer.
Pero entonces vio entrar a su marido junto a otro hombre alto y elegante. Su esposo no podía andar. Se apoyaba sobre unos palos. Tenía toda la ropa destrozada y las piernas y los brazos amoratados.
– Pero, ¿qué te ha pasado? ¿Cómo estás así?- preguntó asustada la mujer.
– Ay- se lamentó el hombre- Resulta que regresaba andando a casa y este hombre me atropelló con el coche… casi no lo cuento… Creo que tengo las piernas rotas. ¡Me muero del dolor!
– Pero entonces… ¿no nos ha tocado la lotería?- preguntó ella.
– Que va… no nos ha tocado ni el reintegro.
La mujer se dejó caer en el único sillón que les quedaba. El hombre miró a su alrededor y se dio cuenta del destrozo. El suelo estaba lleno de platos y vasos rotos, sillas destrozadas, sábanas rajadas.
– Pero mujer, ¿qué has hecho?
– Como te vi en el coche y moviendo los brazos, pensé que nos había tocado la lotería… ¿Por qué agitabas tanto los brazos?
– Te estaba advirtiendo. Decía: ¡Mujer, no hagas nada, que no nos tocó la lotería y tengo las piernas rotas!
Los dos se miraron compungidos. Fue la última vez que el hombre compró un boleto. Jamás volvió a intentarlo. Entendieron que era mejor ser prudentes y desde entonces, aprendieron a vivir con humildad.
Reflexiones sobre el cuento del campesino y la lotería
Cuidado con las llamadas ‘corazonadas’ que nos tientan a arriesgar más de la cuenta… Ya sabes lo que dice el refrán: “más vale pájaro en mano que ciento volando”.
Cuidado con los riesgos: Hay que aprender a medir los riesgos y ser capaces de marcar y respetar un límite prudente, para que no nos pase lo que le ocurrió al protagonista de esta historia, ‘El campesino y la lotería’. Cuando el riesgo nos pueda llevar a perder todo lo que tenemos, tal vez sea demasiado, ¿no crees?
Un concepto, el de la prudencia, que no sólo se centra en el campo material del dinero. Lo podemos llevar a cualquier otro ámbito. Sí, sólo el que arriesga, gana, pero siempre hay que ponderar las posibles ganancias y las posibles pérdidas. Más aún si el riesgo llega a través de una ‘corazonada’ en lugar de una estrategia bien analizada.
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