Por José María Llanos Valle (1944)
Continuación de la información que LIBRE recoge sobre la invasión de Europa al final de la Segunda Guerra Mundial.
La posibilidad de nuevos desembarcos no es ninguna vaga concepción. Puesto en servicio el puerto de Cherburgo, quedan en libertad todos los materiales de playa, como lanchones, patanas-remolque y cargatanques, permitiendo usarlos en nuevas empresas. A Cherburgo están llegando divisiones directamente desde Norteamérica, con lo que las reservas de unas sesenta divisiones que permanecían a la expectativa en Gran Bretaña, parecen, en cierto modo, liberadas para otros cometidos.
Nos inclinamos a la primera de estas probabilidades por considerar que Montgomery no es hombre que fíe tanto en el “clinch” como en el “directo” a la mandíbula.
La línea de defensa cojera de Normandía ya está rebasada. Las que fueron obras “formidables” han quedado detrás de los ejércitos aliados convertidas en ruinas o simplemente intactas y abandonadas por inservibles y eso tiene indudables consecuencias, muy de tener en cuenta.
Esas líneas fortificadas constan de todos los elementos que aconseja la más vieja experiencia y que el ingenio y la técnica moderna hacen posibles. Tienen una primera zona de campos minados, trampas y obstáculos antitanques y alambradas. Constan, en profundidad, de posiciones de “avanzadas”; línea principal de “resistencia”; posición de “sostenes” y línea de “reservas”.
Delante de la línea de “resistencia” de doscientos a cuatrocientos metros a vanguardia, se colocan las barreras de fuego formadas por ametralladoras ligeras y pesadas, morteros y artillería.
Todo ello constituye la “primera línea”. La segunda se estableces más atrás formada por obras de concreto y aprovechando todas las edificaciones existentes, a las que se les deja su apariencia pacífica disimulando una resistente fortificación y se proveen nidos de ametralladoras pesadas, blindados y preparados para el manejo por un solo sirviente o dos. En esta línea se sitúan a veces tanques inservibles para caminar, enterrados y disimulados, que sirven como admirables puntos de fuego blindados.
Tales fortificaciones halladas en la costa normanda y que requirieron tres años de trabajos, fueron destruidas en seis días.
Como la guerra es un solo negocio, un mal negocio para todos, en especial para el que la pierde, no hay posibilidad de analizar uno de sus aspectos particulares sin topar enseguida con todos los demás. Principalmente, no hay posibilidad de evadir la comparación de lo que ocurre en el frente de Normandía, con lo que ocurre en el frente italiano, y sobre todo, en el frente ruso.
Los soldados alemanes no son más blandos en Grodno que en Caén. Y todo el mundo se pregunta por qué allí avanzan los soldados de Bagramian y de Malinowsky a razón de 25 millas por día y en Normandía se cuentan los avances por yardas.
La explicación de este fenómeno no es nada simple. Pero sin alejarnos demasiada de la línea superficial de los hechos que son conocidos de todos, podríamos decir que la batalla de Normandía aún no comenzó.
Antes de echar a andar, los ejércitos angloamericanos están abriéndose un hueco al borde del Continente. Hasta ahora, ese espacio es pequeño para albergar un corpachón muy grande y necesita hacer recular los obstáculos que le impiden ponerse en pie.
Hasta que el suelo no les permita apoyar en él las dos plantas y clavar fuertemente los talones en tierra, no hay grandes posibilidades de verle moverse con celeridad con que camina el gigantón del otro lado de Europa.
Cuando empiece a moverse, estaremos muy cerca del estallido de la caldera. La moral alemana es incapaz de resistir nuevas retiradas del tipo de la de su frente oriental y buena prueba de ello es lo que conocemos de cierta guarnición de un fuerte de Cherburgo.
El detalle es revelador: uno de los fuertes que defendían aquel puerto estaba situado en la base del acantilado y se hallaba soterrado bajo cien metros de roca viva. La entrada estaba disimulada tras una casa en una calle de la ciudad; pero las granadas de mano arrojadas por los norteamericanos obligaron a salir con las manos en alto más de 300 alemanes. En el interior del fortín se hallaron municiones, víveres equipo suficientes para resistir un asedio de varios meses. Estos héroes no harán palidecer el recuerdo de Esparta.
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