DATOS CURIOSOS

Written by Libre Online

3 de septiembre de 2024

Por María C. Rodriguez

El Sultán las Quería Obesas

Ibrahim I (5 de noviembre de 1615 – 12 de agosto de 1648) fue el sultán del Imperio otomano desde 1640 a 1648. Era conocido como «Ibrahim el Loco». Se cree que había sufrido de neurastenia, y estaba deprimido tras la muerte de su hermano. Su reinado fue esencialmente el de su madre, Kösem Sultan, quien no impedía gobernar el Imperio como lo legó.

Vivía aterrado, y no era para menos: su hermano Murad, al que sucedió en 1640, había ejecutado al resto de los hermanos, y a punto estuvo de acabar con él también. En su lecho de muerte había ordenado su asesinato para atajar aquella “semilla de locura” latente en la dinastía, pero su madre intervino y le salvó la vida. Ibrahim tenía tal pánico de Murad que cuando fueron en su busca para proclamarlo sultán, lo encontraron encerrado a cal y canto. Temía que en realidad siguiera vivo en algún lugar y se propusiera atacarlo, y exigió que le trajeran su cuerpo antes de salir de allí. Cuando finalmente se convenció, fue corriendo por todo el harén gritando: – ¡El carnicero del Imperio ha muerto!

Después de eso dejó que su madre, Kösem, gobernara mientras él se refugiaba en su cada vez más extenso harén. Como no se caracterizaba por su potencia sexual, Kösem tenía que proporcionarle afrodisíacos frecuentemente.

El sultán Ibrahim I, llamado “el Loco”, sentía tal atracción por las mujeres obesas y con busto generoso que enviaba a sus hombres por todos los rincones de su Imperio con la misión de traerle las más gordas que encontraran.  Ibrahim otorgaba mucho poder a sus favoritas, y elevó a ocho de ellas a la categoría de consorte real. Su favorita resultó ser una armenia que pesaba unos 150 kilos.

Un día la armenia le dijo que corría el rumor de que una de sus concubinas había tenido un comportamiento poco honesto con un forastero, pero que no conocía los detalles, ni siquiera la identidad de la concubina. El comentario enfureció a Ibrahim, que durante tres días se mostró de muy mal humor. Su hijo Mehmed tuvo la mala fortuna de hacer una broma que no le gustó justo por esas fechas, y la reacción del sultán fue sacar la daga y hacerle una cicatriz en el rostro del niño.

El jefe de los eunucos, que era el hombre más poderoso después del gran visir, intentó averiguar la identidad de la concubina infiel torturando a algunas mujeres del harén, pero no consiguió el nombre de la culpable. El irritado sultán decidió entonces que todas ellas, 280, fueran metidas en sacos y arrojadas al Bósforo. Solo excluyó a la armenia y a la madre de su primogénito.

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