Por José “Chamby” Campos
El municipio sureño de la antigua provincia Habana, por muchos años fue una fuente de talento en lo que respecta al béisbol. El amor por este creció de una manera sin paralelo a ningún otro deporte. Inclusive el pueblo sirvió de base para una liga que a pesar de que tenía su propio nombre, Liga Intermunicipal de Béisbol Libre (LIMBBAL), se le conoció como “La Liga de Quivicán”.
De sus hogares salieron grandes peloteros que la representaron con mucho éxito y dignidad, dentro y fuera de Cuba. El lanzador zurdo Wenceslao González llegó a Las Grandes Ligas en el 1955 con la franquicia de Washington. La familia Del Calvo aportó múltiples miembros donde sobresalieron Tomás, quien jugó en las Ligas Negras norteamericanas, y su hermano Jacinto, el cual fue uno de los primeros diez jugadores cubanos en haber participado en Las Grandes Ligas. Ambos llevaron largas carreras en la liga de invierno cubana. Jacinto es miembro del “Salón de La Fama” del béisbol cubano.
Si bien todos los antes mencionado han escrito gloriosos capítulos del juego que todo quivicanero vivió apasionado, hay una figura que cuando se menciona su nombre hay que reflexionar y decir “Gracias por ser uno de los nuestros”.
Antonio Valdés dicho así no significa nada, pero si decimos “Quilla”; ya es otro tema porque estamos hablando de probablemente el mejor shortstop amateur cubano de la historia.
Hoy día fuera catalogado como “jugador de cinco herramientas” por su gran bateo tanto de poder como de envasarse. Un brazo privilegiado, gran corredor y sobre todo un fildeador que le llegaba a todo y lo hacía fácil. Para quienes lo vieron jugar, y ya van quedando pocos, sus jugadas espectaculares en los momentos críticos de los partidos lo sellaron como uno de los mejores jugadores en los anales del béisbol cubano.
Nació el 28 de octubre de 1911 y contrario a lo mucho que se ha escrito sobre su amor por la pelota y sus comienzos en esta, según el propio Quilla en conversación con el que subscribe, fue su maestra, la doctora Celia de Cárdenas quien lo introdujo al deporte de las bolas y los strikes.
Su leyenda comenzó desde bien joven y a los 18 años se marchó a la provincia de Matanzas para integrar el equipo del Central España durante tres temporadas. Al terminar los tres años, El Círculo de Artesanos de San Antonio de Los Baños lo convenció para que jugara con ellos y así lo hizo en dos campañas.
Para ese entonces era uno de los peloteros amateurs más codiciado en la isla y fue cuando el legendario Central Hershey le ofreció un trabajo con la condición de que se uniera al club. Nunca se imaginaron, tanto el central como el quivicanero, que esta unión quedaría grabada para la eternidad. Quilla es sinónimo de Hershey y viceversa.
Desde ese instante el talentoso campo corto no volvió a participar con ningún otro equipo en ninguna otra liga. Sus hazañas ayudaron al equipo azucarero a obtener varios títulos al mismo tiempo que se convirtieron en el modelo que cada escuadra quería seguir.
Los cazatalentos se cansaron de convencerlo a que brincara al profesionalismo. Sus cualidades físicas y su vida disciplinada dentro y fuera del juego eran el sueño de los equipos profesionales.
Hay que recordar que en ese momento el amateurismo era bien estricto y cualquier cantidad de dinero borraba ese status. De perderlo y no triunfar en el béisbol pagado, el jugador ya no podía participar en ninguna liga. Quilla comentó en más de una ocasión que él fue testigo de peloteros que firmaron por $50 que en menos de un mes fueron despedidos y sus vidas fueron tronchadas para siempre.
Quilla gozaba de una situación excepcional en donde “El Hershey” le proveía un buen trabajo asegurado, una cómoda residencia para él y su familia, al tiempo que su figura era idolatrada por una gran cantidad de aficionados. En esa época la revista Carteles realizó una encuesta a través de la isla y junto al lanzador Conrado Marrero, que todavía era amateur, resultaron ser los peloteros amateurs más populares. Uno de sus dichos favoritos señalaba: “Tuve la dicha de ser profeta en mi propia tierra”.
En dos ocasiones se llevó la corona de bateo. La primera fue en el año 1935 y su promedio ofensivo fue de .379 y la otra fue en la temporada de 1937 donde bateó para .514. En 1938 conectó para average sobre los .400. Confiado que había sido el champion bate, se enteró que el jugador de la Universidad de La Habana Gustavo Ubieta conquistaba el título con promedio de .444. Lo significante de esa derrota fue que Ubieta solamente fue al plato en 9 ocasiones y el título se lo otorgaron porque no existía una regla que indicara un mínimo de turnos. Como consecuencia de este fallo se instituyó una regla al respecto.
Hay que analizar de que en esos tiempos a los torpederos solamente se les exigía que tuvieran buenas manos y fueran grandes defensivamente.
Representó a Cuba en tres Series Mundiales amateur. La primera vez fue en 1942 donde bateó para un promedio de .302, siendo el torpedero regular, y la Mayor de Las Antillas recuperó la corona mundial después que el año anterior Venezuela con gran actuación de Daniel “El Chino” Canónico los derrotara.
Los expertos de la época y la afición siempre cuestionaron la decisión que los dirigentes tomaron en 1941 al dejar a Valdés fuera de ese equipo. El propio Quilla nunca encontró respuesta.
En 1943 volvió a ser parte integral de la escuadra cubana que repitió como campeón y su actuación en el plato fue de .280.
Su última aparición con la selección nacional fue durante el clásico de 1944 que se llevó a cabo en Venezuela. Esta vez conectó seis imparables en 24 turnos al bate que lo dejó con promedio de .250.
El país sede se auto declaró campeón después de que Cuba y México se marcharan del torneo debido al imparcial arbitraje y el maltrato de los organizadores a las escuadras extranjeras.
Una nota al respecto muestra cómo ambas naciones no participaron en la edición de 1945, la cual se efectuó de nuevo en Caracas, como protesta.
Después de su retiro como pelotero su amor por el deporte lo llevó a dirigir equipos en las ligas amateurs y cuando vino la desgracia comunista de 1959 se marchó a la ciudad de Chicago donde siguió jugando softball organizado.
Cuando se mudó para Miami se le podía encontrar en terrenos de pelota alrededor de todo el condado. Incluso se inauguró una liga con el nombre de “La Liga Quilla Valdés”.
En una ocasión me comentó que el Dr. Antonio Llambés, uno de los fundadores de la liga de Quivicán, lo felicitó y le dijo: “Quilla, llegamos a la cima. Quivicán tuvo su Liga y ahora el mejor pelotero de nuestra tierra también tiene la suya”.
El lunes tres de abril de 1996 Antonio “Quilla” Valdés se marchó hacia el señor dejando un vacío irrellenable en su familia y una enorme tristeza entre todos los que tuvimos la suerte de conocerlo y compartir con quien en vida fue llamado, “El Orgullo de Quivicán”.
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