NO DEJE QUE LO MATE UN RAYO 

Written by Libre Online

27 de agosto de 2024

Reglas para precaverse de las tormentas eléctricas del verano

Datos del Dr. Mario Suárez Gómez (1954)

Si a usted le sorprende en descampado y directamente encima de su cabeza una de esas negruzcas nubes de tormenta eléctrica del verano, acuéstese en el suelo enseguida (pero nunca debajo de ningún árbol), aunque se moje y enfangue. En ese instante es su única regla de seguridad personal para que no lo mate un rayo.

Pero si la tormenta le sorprende dentro de una casa aislada, entonces siéntese en una silla de madera y levante los pies del suelo, no tenga tijeras ni agujas en las manos, no se recueste a ningún hierro, ni toque la tubería del agua.

Todas estas indicaciones y muchas docenas más —que parecen consejos de abuela —tienen, sin embargo, un neto fundamento científico: evitar que usted atraiga sobre sí al rayo. Hace muchísimos años que Benjamín Franklyn descubrió la manera de aislar y domeñar los rayos atrayéndolos a un pararrayos, pero todavía la ignorancia común es la gran aliada de la muerte por descargas del cielo. De hecho, la inmensa mayoría de los que son fulminados por tormentas eléctricas del verano, físicamente han “cuqueado”’ al rayo para que los mate.

Cierto que los rayos tienen a veces rarezas inexplicables —como esas de matar a la madre y no al niño que está en sus piernas, al caballo y no al jinete que lo monta—, pero ya está científicamente calculado el tanto por ciento de posibilidades de que un rayo caiga sobre una persona o una cosa, en circunstancias previstas; y si usted sigue las instrucciones de seguridad personal dadas aquí, es seguro que un rayo no lo matará a usted.

No sea usted el pararrayos.

Toda nube de tormenta eléctrica del verano preñada de millones de voltios está “desesperada” por soltar su tremenda carga, buscando directamente debajo de ella a qué cosa disparársela. Y todo lo que se levanta sobre el nivel del suelo atrae sus descargas en proporción a su estatura y conductibilidad.

Esto lo explica técnicamente el doctor Suárez Gómez así:

“La descarga eléctrica tiene preferencia por los cuerpos que se encuentran a distancia del suelo, como son los edificios y árboles altos, y se puede explicar ello considerándolos como conductores en comunicación con la tierra. La preferencia de la electricidad por los cuerpos buenos conductores explica también que el rayo tenga preferencia por los árboles que tengan abundantes raíces, terminen en punta y sean de abundante savia, no así por los resinosos de copas redondeadas, que muy raras veces son alcanzados por él.”

Y en cuanto a las personas: “Tenga siempre presente que, al acercarse una tormenta, usted, sin saberlo, puede estar influenciado directamente por la electricidad de la nube sobre la electricidad que tiene su cuerpo. Y si en esas condiciones su cuerpo ofrece por su situación las mejores circunstancias para el salto de la chispa, ésta se produce. Una imprudencia suya, pues, lo hace directamente responsable de atraerse una descarga.”

De estos dos asertos se desprende que, si en el momento de la tormenta usted va caminando por una pelada sabana que sólo tiene maticas chatas, es a usted a quien preferirá la nube para dispararle una descarga y fulminarlo. Y si se está bañando solitario en el mar o en una laguna, seguro que la nube tampoco preferirá a un pececito aplastado, sino a la cabeza saliente de usted.

Y esto le explica también por qué es de una imprudencia mortal, durante las descargas eléctricas de la atmósfera, hacer estos disparates casi suicidas: subir a las azoteas, andar a caballo por llanuras, guarecerse en el tronco del árbol más alto.

Sencillamente lo que hace usted es poner su cuerpo como el pararrayos más próximo a la nube. Para que ella se encargue de hacer el resto…

La ignorancia, el peor enemigo

De que la ignorancia es el mejor aliado de los rayos como agentes de muerte, lo explica, el director de la Estación Meteorológica de Sancti Spíritus, con estas palabras:

“Muy raro es el año que no se tengan noticias de defunciones ocurridas en personas alcanzadas por descargas eléctricas durante el paso de una de estas frecuentes tormentas del verano. De nuestros campos se reporta el mayor número de sus víctimas, sin que por ello dejen de serlo, en muchas ocasiones, los habitantes de las ciudades. Y las más de las veces, los casos que se conocen obedecen a imprudencias cometidas, que han puesto a la persona en condiciones favorables para sufrir sus consecuencias.”

“Observemos cuidadosamente la reacción psicológica que produce en los asuntos individuos la presencia de una de estas tormentas eléctricas del verano: unos, poseídos de gran temor, tratan de buscar refugio y cometen imperdonables imprudencias (se meten debajo del árbol más grande); otros, buscan en sus creencias o en sus tradiciones un sedativo para el miedo (rezan a Santa Bárbara o hacen cruces de ceniza en el suelo); algunos despreocupados o indiferentes, sin darle mayor importancia al asunto ejecutan los más riesgosos actos (empinan papalotes o destupen azoteas).”

“Todas estas manifestaciones del ser humano son consecuencias del desconocimiento que, de una manera casi general, se tiene de las tormentas eléctricas, de sus peligros y de las normas de seguridad que se deben tomar para evitar el ser una víctima más de ellas.”

A mayor abundamiento, el coordinador de este reportaje recuenta esta anécdota: una vez publicó el ‘Diario de la Marina’ recomendaciones acerca de que durante las tormentas eléctricas no debía, entre otras cosas, hablarse por teléfono, oír radio, bañarse, tocar cercas de alambre, etc., y enseguida un vecino de la Víbora escribió al periódico rebatiendo con esta pobre altanería de casi analfabeto: “Yo soy bachiller en Ciencias y Letras, he estudiado Física y Química y jamás había oído hablar de esas tonterías…”

Y, efectivamente no saber esas “tonterías” es lo que le cuesta a Cuba muchos muertos por rayos cada año.

Cómo se “fabrica” la electricidad

Dándole un lenguaje popular, la explicación de cómo se forman la nube y su carga eléctrica es así:

Cuando hay exceso de calor en una zona de la superficie del suelo, de allí empiezan a subir hacia el cielo capas de aire caliente que llevan consigo el vapor de agua que tienen; en un determinado momento esta corriente coge velocidad de mil metros por segundo, hasta que la nube está plena de vapor de agua. En cuanto la nube está completa, por compensación empieza a bajar hacia la tierra una corriente de gotas y aire fríos. Y en el tremendo rozamiento que forman la corriente cálida que sube y la fría que baja, las partículas se van desintegrando y “fabricando” electricidad, la cual se acumula en el seno de la nube. De ese enorme acumulador de millones de voltios saltan chispas hacia la tierra —o hacia otra nube— en forma de rayos, en cuanto algo lo “cuquea” …

La descarga eléctrica de la nube se divide en tres partes: rayo, relámpago y trueno. Rayo es la chispa que produce la descarga, relámpago es la luz que produce la chispa, y trueno es el sonido de la descarga.

“Por su forma de manifestarse las descargas —dice el doctor Mario Suárez Gómez— los relámpagos pueden clasificarse en “difusos”, “de calor”, “globulares”, “de rosario” y de “choque de retroceso.”

“Los “difusos” son muy frecuentes en una tormenta donde se producen iluminaciones parciales o totales de una nube, pero sin que se oiga el trueno. Son mejor apreciados durante las tormentas de noche y tienen su explicación en descargas lejanas que la nube oculta.”

“Los de forma “globular” tienen el aspecto de una bola de fuego que desciende de la nube y recorre alguna distancia sobre los objetos en el suelo. Son muy frecuentes en las zonas próximas al vórtice de los ciclones tropicales.”

“Los relámpagos “de calor” se aprecian más frecuentemente durante las noches del verano sin indicios de tormenta visible y se deben a tormentas lejanas que están fuera del alcance del observador, bajo su horizonte visible”.

“Los de tipo de “rosario” son muy raros y no merecen ser considerados”

“Por último, los de “choque de retroceso, contragolpe o golpe de rechazo” son los más frecuentes en las tormentas y el más peligroso de todos.” (Pues puede llegar a producir la muerte, sin que caiga directamente sobre una persona o bestia.)

Otros aspectos interesantes de los rayos son:

El valor de su corriente eléctrica puede alcanzar hasta un millón de voltios y ochenta mil amperes; sí usted quiere calcular a qué distancia cayó un rayo lejano, multiplique por 337 metros el número de segundos que transcurren desde que vio el relámpago hasta que oye el trueno; los ruidos retumbantes que usted oye de un rayo lejano se debe a las reflexiones del sonido entre las nubes y el relieve terrestre; el rayo no describe una línea en zigzag como se cree, sino en forma de línea sinuosa, posiblemente la proyección de una espiral.

Pero, a veces, tienen rarezas…

“Los efectos de los rayos —dice el director de la Estación Meteorológica espirituana— a veces nos ofrecen extraordinarias curiosidades. Así, se sabe de personas que parecían de parálisis y recuperaron el movimiento después de pasar los efectos de la descarga; de dos personas que iban caminando juntas y una encontró la muerte y la otra quedó solamente aturdida; de otra que perdió sus prendas de vestir, quedando completamente desnuda sin sufrir en el cuerpo ni el más leve rasguño; de un jinete que salió ileso después que la descarga le había, matado a la bestia en que iba montado. En fin, rarezas que por la naturaleza de estas chispas parece increíble que así ocurran.”

Y estas “rarezas” de los rayos son sin duda, las que les dan a las descargas eléctricas de las nubes, el sabor supersticioso de “fatalismo inevitable”, de “castigo del cielo”, etcétera, que les otorga la gente, especialmente nuestros campesinos. Porque, realmente, ¿quién es capaz de convencer de lo contrario al que vio aquel bohío donde cayó un rayo y mató a la madre, pero no al hijo que estaba amamantando en sus piernas? ¿Y quién persuade a un guajiro viejo de que lo que se explica en este reportaje está científicamente confirmado, si él es un superviviente de aquel rayo “globular” que “se le metió por entre las piernas” y después de darle vueltas al bohío, mató a dos gallinas y a su compadre Juan, pero lo dejó vivo a él y a su perro “Leal”? 

Otra superstición muy arraigada entre los campesinos es que los rayos matan con la luz; es decir, el caso de esos individuos que caen muertos cuando una descarga dispara sobre tu árbol que está cerca de ellos, pero sin que a esa persona le toque la chispa. “Lo mató la luz del rayo” —dicen los guajiros—. Y la explicación física es ésta:

La muerte por rayo de “choque de retroceso”, “contragolpe” o “golpe de rechazo” se debe a que cuando se acerca una nube tempestuosa cargada de suficiente energía eléctrica para influir sobre la persona, “la nube atrae hacia la parte superior del cuerpo humano un potencial distinto al de la nube y rechaza hacia los pies la electricidad del mismo potencial”. Al saltar la chispa sobre un árbol cercano, el individuo sufre también una descarga interna “por neutralización”, que le paraliza los centros nerviosos y lo mata.

Protección por el pararrayos

“Tenga presente que un pararrayos mal instalado ofrece más peligro que si no se pone” —dice el doctor Suárez Gómez. Y añade:

“El pararrayos, debido a Franklyn, tiene como objeto preservar los edificios de los efectos destructores de los rayos, basándose en la predilección que tienen las chispas por las puntas metálicas. El pararrayos consiste en una varilla de cobre u otro metal buen conductor, -conectada por un cable trenzado del mismo metal a una plaza situada en un lugar profundo que haga buena tierra.”

“Muchas veces el pararrayos no ofrece seguridad completa y ello es debido a la mala instalación del mismo por personas incapacitadas para hacerlo. Si se compara la violencia de las descargas eléctricas de la atmósfera y la capacidad que brinda al conductor del pararrayos, tenemos que llegar a la conclusión de que el mismo tiene que ser instalado, tomando en consideración todos los requisitos indispensables para asegurar la efectividad, o de lo contrario evítese el ponerlo.”

La efectividad de protección de un pararrayos se calcula con estas cifras: para una nube que está a mil pies de elevación, un pararrayos de 18 pies de altura tiene un círculo de protección de 72 pies de diámetro. Cuando la nube está directamente encima de él, 81 de cada cien rayos caerán, probablemente, en el pararrayos. El resto, o sea el 16 por ciento, irán peligrosamente a tierra.

La Estación Meteorológica recomienda especialmente para su uso en el campo, dos sitios de instalación de pararrayos. Para proteger las casas de madera, el pararrayos no debe ser instalado en el mismo edificio, sino en un poste cercano a la casa. Y en las cercas de alambres de púas se debe conectar los hilos con un alambre más grueso, de cobre, que se enterrará profundamente en el suelo, unos pies antes de llegar a las porterías. Así, ni los rayos caerán directamente sobre la casa, y si descargan sobre una cerca, entrarán en tierra antes de matar al que está abriendo una portería.

Cuando hay instalación de pararrayos, también hace estas recomendaciones para que el rayo no produzca chispas que provoquen incendios en los tanques de materias inflamables: mantenerlos herméticamente cerrados, que no tengan tuercas ni tornillos salientes, que los bordes metálicos sean romos, etcétera.

Estas recomendaciones se aplican asimismo a casas de madera con techos de guano que tengan pararrayos, porque si el rayo en sí resulta dominado, en cambio las chispas que salten de los clavos, alambres, balaustres, etc., provocarán el incendio.

Atienda estas indicaciones

En resumen, aunque no esté protegido por un pararrayos, si usted atiende estas indicaciones de la Estación Meteorológica de Sancti Spíritus, será sumamente difícil que lo mate un rayo. Convénzase de ello mirando el gráfico principal de este reportaje (el que tiene pintada una interrogación) y aprenda esta tabla de “tanto por ciento de posibilidades que existen para que el rayo caiga sobre una persona u objeto”.

Calculado para una nube a 1,000 pies de elevación situada directamente encima: Niño volando un papalote con el hilo húmedo por la lluvia, 100 por ciento de peligro mortal: árbol de 30 pies de alto terminado en punta, 100 por ciento de peligro mortal; persona a caballo bajo la tormenta, 36 por ciento; persona caminando bajo la tormenta, 15 por ciento; cerca de alambre de púas, 8 por ciento; persona acostada en el suelo, del 0 al 1 por ciento.

O dicho en lenguaje llano: toda nube preñada de electricidad está “desesperada” por encontrarse algo a qué dispararle sus rayos, y no se ponga usted tan alto que ella escoja su cabeza, ni se esconda ingenuamente bajo algo que termine en punta.

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