Aislados, literalmente, del mundanal ruido, han sido testigos del paso de los siglos. Desde el Lago Constanza hasta las frías aguas de Escocia, visitamos varios monasterios ubicados en pequeñas islas, donde se respira espiritualidad, tradición y cultura.
Por Purificación León
El Lago Constanza es un lago interior de Europa Central compartido por Alemania, Austria y Suiza. Se trata de un destino vacacional muy valorado pues está rodeado por naturaleza, viñedos, castillos, ciudades con encanto y diversos atractivos. También se le conoce como el Mar Suabo ya que tiene una extensión de unos 570 kilómetros cuadrados e, incluso, alberga varias islas. En la parte alemana se ubica la Isla de Reichenau, que este año está de celebración.
REICHENAU
En el año 724, hace exactamente 1300 años, se fundó una abadía benedictina en la Isla de Reichenau. Fue un importante centro cultural y religioso durante la Edad Media. De hecho, el abad Waldo llegó a ser consejero de Carlomagno.
Los libros manuscritos e ilustrados por los monjes de Reichenau alcanzaron gran prestigio. En este monasterio, el abad Walahfrid Strabo escribió `De Cultura Hortorum´, que se considera el poema más antiguo de Europa sobre jardinería. Incluye la descripción de plantas ornamentales y hierbas medicinales del huerto del monasterio. En la actualidad, sigue habiendo un huerto en el mismo lugar en el que estaba en tiempos del abad Walahfrid Strabo, en el siglo IX.
De entre los siglos IX y XI datan las tres iglesias de la Isla de Reichenau: Santa María y San Marcos, San Pedro y San Pablo y San Jorge. En esta última se conservan unos impresionantes frescos de finales del siglo X que muestran los milagros de Jesús. En el año 2000, la Isla de Reichenau, con sus tres iglesias medievales, fue declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO.
2024 es un año especial para Reichenau. Para conmemorar los 1300 años de la fundación de la primigenia abadía benedictina, se celebran multitud de actos y eventos como conferencias, concursos, fiestas y una exposición titulada “Reichenau, la isla de la abadía. Patrimonio medieval de la humanidad”.
MONTE SAINT MICHEL
El Monte Saint Michel no es exactamente una isla, aunque a veces sí lo es. Está ubicado en la región francesa de Normandía, junto a la desembocadura del río Couesnon, en una bahía en la que se dan las mayores mareas de la Europa continental.
La posición del sol y de la luna influye en las mareas. Éstas pueden ser de dos tipos: mareas muertas, que producen pequeños movimientos de agua, y mareas vivas, que provocan grandes flujos. Además, el nivel del mar también varía a lo largo del día. Alcanza su punto más alto durante la pleamar y el más bajo durante la bajamar. En la bahía del Monte Saint Michel la diferencia entre la pleamar y la bajamar es de unos tres metros en periodos de mareas muertas y de unos 13 en periodos de mareas vivas. Las mareas más espectaculares se dan alrededor de los equinoccios de primavera y otoño. Así, el Monte Saint Michel puede estar circundado por una gran explanada o rodeado completamente por el agua.
Según la tradición, en el año 708 el arcángel San Miguel se le apareció en sueños al obispo Aubert y le pidió que construyera un santuario en su honor en la isla que entonces se conocía como Monte Tombe. Este primer templo recuerda al que rinde culto a San Miguel en el Monte Gargano, en Italia.
En el año 966, se instaló en la isla una comunidad de monjes benedictinos y construyeron una iglesia románica. A partir de entonces, el lugar se convirtió en un centro de peregrinación. Pero, puesto que los monjes también se dedicaron a conservar, estudiar y producir un buen número de manuscritos, el Monte Saint Michel llegó a ser, además, un importante centro cultural.
Con el tiempo se fueron añadiendo nuevas edificaciones, de modo que la abadía cuenta con diversos estilos arquitectónicos. Asimismo, sus formas son sinuosas para adaptarse al terreno, pues se halla en la cima del islote. Su torre más alta tiene una aguja coronada por una gran estatua dorada que representa al arcángel San Miguel. Bajo la abadía se extiende el pueblo medieval y una muralla rodea todo el conjunto.
El Monte Saint Michel ha pasado por todo tipo de vicisitudes a lo largo de la historia. Durante la Guerra de los Cien Años resistió un largo asedio por parte de las tropas inglesas. Más tarde, durante la Revolución francesa, el estado nacionalizó los bienes del clero y expulsó a los monjes de la isla. Éstos no regresaron hasta 1969, poco tiempo después de que se cumplieran mil años de la llegada de los primeros benedictinos. En la actualidad la abadía está habitada por una pequeña comunidad de monjes y monjas de las Fraternidades Monásticas de Jerusalén.
El Monte Saint Michel se ha utilizado como prisión en varios periodos históricos, el último de ellos en el siglo XIX. Cuando la cárcel cerró definitivamente en 1863, la abadía estaba en ruinas y hubo que restaurarla. Desde 1979, el Monte Saint Michel y su bahía forman parte de la lista de patrimonio mundial de la UNESCO. Hoy, este singular monumento es uno de los lugares más visitados de Francia.
IONA
La Isla de Iona está bastante menos concurrida. De hecho, esta pequeña isla situada al oeste de Escocia tiene menos de 200 vecinos. Sin embargo, recibe unos 130.000 visitantes al año, sobre todo en los meses de verano.
Iona es célebre por ser el origen del cristianismo en Escocia. En el año 563, San Columba llegó desde Irlanda con algunos de sus seguidores para evangelizar Escocia y el norte de Inglaterra y fundó un monasterio en Iona que llegó a ser un importante lugar de peregrinación.
A principios del siglo IX, los vikingos saquearon el monasterio en reiteradas ocasiones. Uno de estos ataques fue especialmente sangriento pues los asaltantes acabaron con la vida de 68 monjes. En esa época, algunas reliquias de santos se llevaron desde el monasterio a Dunkeld (Escocia) y a Kells (Irlanda) para ponerlas a salvo. Se cree que el famoso libro de Kells, un manuscrito iluminado que contiene los cuatro evangelios del Nuevo Testamento en latín, procede de la Isla de Iona. En la actualidad, este valioso ejemplar se custodia en el Trinity College de Dublín.
Hay una copia de este libro en el museo abacial de Iona que alberga, entre otras piezas, tres cruces celtas labradas que datan de los siglos VIII y IX. Una cuarta cruz todavía se encuentra en su lugar original, frente a la abadía. Además del museo, los visitantes que lleguen a la abadía pueden recorrer la iglesia, el monasterio y su claustro. Otros lugares históricos que visitar en Iona son las ruinas del convento de monjas agustinas y la capilla de San Orán con su cementerio adyacente. En este lugar hay enterrados 48 reyes escoceses.
Asimismo, la Isla de Iona cuenta con playas de arena blanca junto a las que pastan apaciblemente las ovejas. La visita a la isla también puede aprovecharse para pasear por la naturaleza o, incluso, para jugar al golf.
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