SERAFÍN SÁNCHEZ VALDIVIA

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9 de julio de 2024

(1846–1896)

Por Jorge Quintana (1954)

El sentimiento patriótico fue constante e inalterable en Serafín Sánchez Valdivia. Desde que en vísperas de la conspi-ración de 1868 se unió a los separatistas, hasta que cayera combatiendo en Paso de las Damas, en noviembre de 1896, no hizo otra cosa que servir a la causa de Cuba, sin alardes y sin estridencias, pero con una devoción sin límites. En ese aspecto puede parangonarse con José Martí, Máximo Gómez, Antonio Maceo y todos los grandes patriotas de su época. 

En las tres guerras cubanas, en la emigración, en todas partes, fue siempre el mismo. Las calumnias no fueron capaces de amenguar su entusiasmo. Pasó por ellas, las soslayó con su desprecio y aun en aquellos momentos en que tiene frases duras para sus compatriotas, censurándoles actitudes sumisas, no deja un solo instante de afirmar que él está dispuesto a luchar por la independencia de la patria con inigualable fervor.

Serafín Sánchez Valdivia fue el primogénito del matrimonio de José Joaquín Sánchez e Isabel María de Valdivia, casados en la Iglesia de la Caridad de Sancti Spíritus el 19 de abril de 1844. Dos años después, el 2 de julio de 1846, en su residencia de la actual calle de Céspedes 84, en Sancti Spíritus, nació Serafín Sánchez Valdivia. 

La familia pertenece a la clase acomodada. Crece pues en una casa de cubanos, donde el sentimiento de la justicia es innato. Seis días tiene de nacido cuando en la misma iglesia de la Caridad, es bautizado. Las primeras letras las estudia en su pueblo natal. Ya mayor, estudia literatura con el poeta Calixto Echemendía y agrimensura con don Mariano Uribe.

 Muy joven aún se traslada a Morón donde su cuñado, Sabás Raimundo Sabalía, tiene un colegio. En él da clases Serafín Sánchez. Allí tiene conocimiento de la sublevación de Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua. Regresa inmediatamente a Sancti Spíritus para incorporarse al levantamiento de los villareños. El 6 de febrero de 1869 sale al campo seguido por 45 hombres, uniéndose a las fuerzas que mandaban Félix Carrazana y Calixto Ferrer. Cuatro días más tarde recibe su bautismo de fuego, al participar en el asalto a Mayajigua. Después toma parte en el ataque a Chambas. Pasa entonces a servir bajo las órdenes directas del mayor general Honorato del Castillo.

 A su lado estaba cuando el 21 de junio de 1869, este adalid de los villareños cae en una emboscada. Se unió después al general Ángel del Castillo a cuyas órdenes sirve en el ataque a un convoy español, el 7 de agosto de ese mismo año, donde se distingue por su coraje y disciplina. Un mes más tarde, el 9 de septiembre el general Castillo muere combatiendo al enemigo en Lázaro López. Se esforzó por llevarse el cadáver de su jefe, pero ante la imposibilidad de lograr su propósito, se retira, pasando entonces a servir bajo las órdenes del general venezolano Cristóbal Acosta, que también muere poco después. Ahora tiene nuevo jefe, es el coronel José Payán. Otras veces opera con el andaluz Diego Dorado y su conterráneo Marcos García.

Como represalia por su incorporación a las huestes revolucionarias los españoles persiguen a su familia, avecindada entonces en Arroyo Blanco. Un asalto español a la finca “El Cayo de la Estancia” permitió a éstos llevarse prisionero a José Joaquín Sánchez. Sometido a un Consejo de Guerra sumarísimo es condenado a muerte, pero la feliz intervención del cura catalán Benito Vilardel, logró que se le indultara y pusiera en libertad. 

Unos meses más tarde, en 1870, el padre es nuevamente arrestado. Esta vez junto con el padre se llevan a su menor hijo Plácido, de quince años de edad. Durante 

varios meses permanecen presos el padre y el hijo.

En tanto la guerra ha proseguido en los campos villareños. En 1872, imposibilitados éstos de sostenerse por más tiempo en esa región, emprenden marcha hacia Camagüey. Serafín Sánchez, unido al español Francisco Villamil, al venezolano Salomé Hernández y a José González, abandona Las Villas, incorporándose a las huestes 

camagüeyanas que mandaba Ignacio Agramonte, quien lo propone para capitán. El 11 de mayo de 1873 figura en el grupo de oficiales y jefes que acompañan al general Agramonte en las sabanas de Jimaguayú. 

Cuando éste cae, es Serafín Sánchez de los que más se esfuerzan por encontrarle. El 15 de noviembre de ese mismo año el gobierno aprueba la proposición de Agramonte y reconoce el grado efectivo de capitán a Serafín Sánchez. Al jefe caído en Jimaguayú le sustituye otra gran figura del ejército Libertador, el mayor general Máximo Gómez. A sus órdenes sirve ahora el capitán Sánchez, participando en todas las grandes acciones de esta campaña como el asalto a Santa Cruz del Sur, La Sacra, Palo Seco, Las Guásimas, El Naranjo, etc. A propuesta del general Gómez asciende a comandante el 3 de febrero de 1874. 

El 5 de septiembre de ese mismo año el portorriqueño Lino Jiménez Conde, que era capitán del partido de Arroyo Blanco, volvió a arrestar al padre de Serafín Sánchez, a su tío Miguel de las Mercedes y a sus hermanos Elías, Plácido y Tello, los cuales permanecieron guardando prisión en la cárcel de Sancti Spíritus durante varios meses. El 6 de enero de 1875 cruza el general Gómez la trocha de Júcaro a Morón, iniciando el avance hacia Las Villas. Serafín Sánchez es de los jefes que forman en el contingente invasor, quedándose a operar en la zona entre Sancti Spíritus y Trinidad, mientras Gómez sigue avanzando.

El jefe del ejército invasor se tiene que detener en Las Villas. Al frente de la vanguardia prosigue su marcha hacia Matanzas el 

general Henry Reeve. Se le desliza por el Sur de la provincia llegando hasta las llanuras de Colón. Fue ese el límite de esa campaña. En el campo de batalla cae “El Inglesito”, un héroe olvidado. Serafín Sánchez se queda a operar en la zona donde lo dejó el general Gómez. Las acciones de guerra se suceden. Un día es el asalto al convoy que ha salido de Nuevas de Jobosí, donde resultó herido; otro es en Paso de Cabaña; Pozo Azul; El Guayo; Banao; El Gato; Sabanas; La Campana; el ataque al ingenio “Constancia”; el sitio al fuerte Rosa María y el asalto y saqueo de Güinía de Miranda. 

Su inquietud, su dinamismo, su disciplina, su alto concepto del deber le ganan el aprecio de los suyos y el odio feroz del enemigo. El 9 de diciembre de 1875, a propuesta del general Máximo Gómez es ascendido a teniente coronel. La familia ha tenido que abandonar Arroyo Blanco refugiándose, primero, en Sumidero, en la provincia de Matanzas y después en Melena del Sur, donde el rico propietario espirituano tuvo que librar su sustento y el de los suyos, administrando una finca del Marqués de Almendares. 

El 1º de octubre de 1877 asciende Serafín Sánchez a coronel. Apenas si tiene 31 años. A los insurrectos los diez años de lucha, la sensación de impotencia, contribuyen a desalentarlos. Como bien dijo Martí, “la espada se les cae de las manos”. En “El Zanjón” capitulan. Serafín Sánchez se resiste a aceptar el pacto, pero al fin tiene que rendirse a la evidencia. Acepta el hecho consumado y regresa a la casa solariega de Arroyo Blanco, donde la familia vuelve a reunirse. Lo que él opina de aquel acto quedó consignado en esta frase: “El Zanjón fue en el fondo una cobardía, en la forma una vileza infame y en sus funestos resultados una traición envuelta contra Cuba”.

En marzo de 1878 ya está de nuevo en Arroyo Blanco. Tratándolo de halagar el capitán general Martínez Campos lo designa Colector de Rentas, pero ello no le impide incorporarse de nuevo a la conspiración que dirige el mayor general Calixto García. El 8 de diciembre de ese mismo año de 1878 el general García le envía su nombramiento de general de brigada. En el campo permanece sublevado el general Ramón Leocadio Bonachea, uno de los jefes villareños que no ha aceptado el Pacto del Zanjón. Es el único que se mantiene en esa actitud. 

Serafín Sánchez comprende que el sostenerlo es imposible y que es mejor que capitule, para que así, con más desembarazo, pueda desarrollarse el nuevo movimiento que está tratando de impulsar el general García. En diciembre de ese mismo año de 1878 viene a La Habana el general Serafín Sánchez a negociar, con el general Martínez Campos, la capitulación del general Bonachea. “Las críticas de los cubanos son horribles”. Muchos de ellos no tuvieron el valor para lanzarse al campo en la Guerra de los Diez Años, pero les sobra pera calumniar al que, con un sentido práctico, trata de encauzar la lucha. Esto es una nueva prueba para él, de la que sale airoso. “Nosotros, escribe al general Roloff, en carta fechada el 6 de marzo de 1879, con la fe patriótica de siempre en nuestro corazón, no desmayamos un momento, pero sí aguardamos la oportunidad, que es el todo en el destino de los pueblos”.

El general Bonachea acepta al fin deponer su actitud y salir de Cuba. Serafín Sánchez lo acepta todo, hasta inclusive que, en el Acta de Horno de Cal, el general Bonachea le llame “jefe capitulado”, mientras él, por su parte, proclama que sólo ante lo imposible ha decidido aceptar el abandono de la lucha, tan sólo como una tregua. 

Serafín Sánchez explica su conducta en el caso de la capitulación del general Bonachea, en carta al general Carlos Roloff, fechada el 3 de mayo de 1879. En ella dice: “Supongo que ya Bonachea y parte de los suyos estarán en Jamaica. Ellos se embarcaron por el puerto de Tunas. Yo he trabajado porque Bonachea se marchara, y como no se me oculta que este empeño mío era mirado por muchos de mala manera, bueno es que yo para con Vd. me explique como el hermano. Bonachea en el monte nada hacía favorable por razones que me reservo. Nuestra causa en el concepto público perdía cada vez más, porque los pocos que de las poblaciones salían, eran aquellos que huían después de cometer un crimen (excepto alguno). 

Su permanencia en el campo hacía imposible aquí todo trabajo beneficioso al porvenir, porque esto siempre lo ha impedido el estado de sitio en que ha estado este territorio sometido desde la capitulación a la fecha y últimamente, mi conciencia me exigía que salvara a este hermano contra quien los españoles lanzaban a cada momento cubanos asesinos que a milagro no lo asesinaron y que al fin lo hubieran logrado. 

Al permanecer este hermano más de un año en el campo y no recibir auxilio de nadie; y al ver yo con los ojos y la conciencia del patriota, que la traición de algunos de sus antiguos compañeros, jugaba con él; que hasta la correspondencia que del extranjero venía, se la ocultaban, sus mismos jefes, decidí tomarme empeño en que se marchara, salvando el honor de nuestro hombre, y así se hizo.

He querido hacerle presente esto no para salvar mi conducta limpia en esto, sino para que Vd. pueda juzgar con su recto y honrado criterio, cual ha sido el móvil que me ha impulsado en este asunto. Además, su permanencia en el campo era estéril en todos sentidos. No era un freno que sujetara a los españoles, porque el freno era muy débil; no era una amenaza para el Gobierno, porque el Gobierno sabía que a su lado tenía a casi todos los cubanos para combatir y asesinar a Bonachea si era necesario; y, en fin, mejor era expeditar el campo para trabajar con libertad, que no perturbarlo sin beneficio alguno. 

Esta ha sido la manera como he procedido ante mi conciencia patriótica y nada más. Tal vez todos y hasta el mismo Bonachea, inspirado en sus exageradas apreciaciones, y en su ceguera material, me inculpen algo; si así sucediera, yo confío en el porvenir que despejará todas las incógnitas, y lo que es más, vivo con la satisfacción de mi conciencia”. 

Pero la amargura no se la puede controlar plenamente. Así, en esta misma carta antes citada, dice, en otra parte: “Yo que he sido bueno, digno y resuelto como patriota, estas denuncias constantes por los mismos cubanos (a las autoridades españolas) me han llenado de desesperación e indignación y he dicho para mí que este pueblo miserable e ingrato no merece ser libre”, pero al final de la carta, como postdata su fe renace y con firmeza le dice al general Roloff: “Conste y haga Ud. Constar que yo estoy dispuesto a todo, como lo he estado siempre”.

Y así en efecto. El 26 de junio de 1879 se casa en la iglesia de la Caridad de Sancti Spíritus con su prima Josefa Pina y Marín. Tiene 33 años de edad. Ella 22. La conspiración progresa. Los 

generales Calixto García, Carlos Roloff, Francisco Carrillo, Guillermo Moncada y José Maceo la dirigen. Apenas si lleva unas semanas de casado, cuando el 3 de octubre de ese mismo año, 1879, escribe nuevamente al general Roloff, diciéndole: “Yo en cumplimiento de mi único deber estoy dispuesto a ejecutar lo que Vds.; como jefes me ordenen por escrito, no habiendo llevado a cabo el pronunciamiento en esta localidad por faltarme órdenes al efecto sin cuyo requisito no quiero asumir ninguna responsabilidad para con la patria, y lo que es más grande todavía, hacer fracasar algún plan general que Vds. Están concertando”.

Las órdenes le llegan oportunamente. El 9 de noviembre de 1879 el general Serafín Sánchez se subleva en Sancti Spíritus. Los españoles le acusan de haberse llevado los fondos de la oficina que atendía como Colector de Rentas. Le difaman. A la familia la hacen huir de Arroyo Blanco y refugiarse en Isla de Pinos. Y en su odio llegan a más. Junto a él sitúan a Antonio Rubio Malpica, a quien el jefe español Miret había comisionado para que lo envenenase con todas sus fuerzas. Por suerte fue descubierto a tiempo y después de haber confesado su plan asesino, lo hizo juzgar sumarísimamente, ejecutándolo el 5 de diciembre de 1879, en Ojo de Agua. Ese mismo día se reunía con Francisco Carrillo. La persecución española es tenaz. 

El espirituano José Miguel Gómez, que se había sublevado, no pudo reunírsele y tuvo que capitular. El 12 de diciembre de ese mismo año los generales Calixto García y Carlos Roloff, acatados como jefes del movimiento lo ascienden al más alto rango militar en el Ejército Libertador, al grado de mayor general.

El esfuerzo es inútil. El pueblo no responde. En Oriente quedan algunas pequeñas partidas. Limbano Sánchez cae en una emboscada. Ramón Leocadio Bonachea es sorprendido y fusilado. José Maceo y Guillermo Moncada se rinden. Cuando abandonan la isla son detenidos arbitrariamente, violando lo pactado y conducidos a un presidio en África. Calixto García es nuevamente arrestado después de desembarcar y trasladado a España. Serafín Sánchez prefiere no capitular, pero no puede sostenerse. 

Al fin logra escaparse, embarcándose sin compromisos de ninguna índole. Llega a Santo Domingo a donde hace ir a su mujer. Trabaja para sostenerse. En los ingenios dominicanos es maestro de azúcar. Cuando el tiempo muerto llega, trabaja en la construcción de vías férreas. En 1887 regresa a Santo Domingo el mayor general Máximo Gómez. Las familias de ambos patriotas intiman. Serafín Sánchez y su esposa bautizan a Margarita, la hija menor del general Gómez. El viejo guerrero advierte en Serafín Sánchez su fervoroso patriotismo y su inquietante espíritu de sacrificio.

Junio de 1891. En los Estados Unidos la prédica martiana ha prendido. Por primera vez la emigración se está unificando, preparando la próxima campaña. Se aproxima la hora de volver a combatir por la patria. En esta fecha, Serafín abandona Santo Domingo, dirigiéndose a los Estados Unidos. En Nueva York se entrevista con José Martí. Después desciende hacia la Florida, deteniéndose en Key West, constituyen los tres vértices de un triángulo sobre el cual descansa toda la obra revolucionaria. En la fábrica de tabacos que en el Convento Viejo posee Gerardo Castellanos, villareño como él y también como él veterano de la Guerra de los Diez Años, aprende el oficio de escogedor de tabaco.

La actividad de Serafín Sánchez en Key West es admirable. Organiza a la emigración, la alienta y estimula. Mantiene informado a Gómez y a Martí. Sirve además de enlace con la isla de Cuba. Muy pronto es la figura más importante del núcleo de revolucionarios cubanos que allí reside. Como en Santo Domingo, trabaja para vivir. En la fábrica de Hidalgo Gato es escogedor. Un día este patriota cubano le ofrece pasarle el sueldo y que no vaya a trabajar. Serafín Sánchez escucha la proposición y al final protesta indignado. Él quiere ganarse el pan que se come; él quiere sostener su casa con lo que gana; él no ambiciona más riquezas que aquellas que por sí mismo pueda proporcionarse.

Martí decide enviar un hombre de toda confianza a Cuba. Quiere conocer el estado del país, estableciendo conexiones con la organización del Partido Revolucionario Cubano que comienza a movilizarse, quiere, en fin, anudar el movimiento interno de la isla con el que se desenvuelve en el exterior. Consulta a Serafín Sánchez y éste a su vez lo hace con F. Izquierdo y S. D. Poyo, recomendando a Gerardo Castellanos. La elección no podía ser más del agrado de Martí, pues Castellanos era uno de los hombres en quien más confianza tenía depositada.

Cuando “Patria” aparece, uno de sus colaboradores es Serafín Sánchez. Desde joven tenía gran facilidad para manejar el verso. Tiene una memoria prodigiosa. Pero además escribe estupendamente. Martí le pide constantemente sus trabajos. Así aparecieron “Héroes humildes” donde en seis semblanzas evoca a seis compañeros de jornada. Los recogerá después en un volumen junto con “Los Poetas de la Guerra” magnífica antología de poetas mambises que prologa, con su generoso entusiasmo, el propio Martí. Gerardo Castellanos García que lo conoció en esta época de su vida, recuerda su actividad incansable. 

No era orador, pero era un conversador admirable. Se sabía de memoria poemas y más poemas de los compuestos en plena manigua por poetas insurrectos. Recuerda los episodios de la contienda bélica. Y sabe trabajar en la organización del nuevo movimiento con un entusiasmo contagioso. En los primeros meses de 1893, escribe una larga carta a Enrique Collazo explicando su actuación en el proceso liquidador de la Guerra de los Diez Años. Manuel Sanguily dedicó a esta carta unas páginas un poco agrias en “Hojas Literarias”.

En 1894 los dueños de fábricas de tabaco de nacionalidad norteamericana, en combinación con los españoles, deciden traer obreros españoles para desplazar a los tabaqueros cubanos que le habían iniciado un movimiento de huelga. Martí interviene desde Nueva York, enviando a Horacio Rubens. Algunos cubanos pro-pietarios que viven en Key West, se trasladan a Tampa. Serafín Sánchez se mantiene inalterable, en medio de la pugna. A Martí le escribe que él se queda en Key West, aun cuando éste se inunde de voluntarios españoles.

A fines de este año de 1834, Martí trabaja febrilmente en el Plan de Fernandina. Una de las tres expediciones que organiza es precisamente, para Serafín Sánchez y Carlos Roloff.   Este designa delegado suyo al coronel Fernando López de Queralta, y es éste, precisamente, quien según asegura Martí, denuncia el plan expedicionario, haciéndolo   fracasar. En Fernandina son detenidos dos de los tres barcos expedicionarios, pero aun así Martí reacciona, pregunta a Juan Gualberto Gómez por el estado de ánimo de la Isla, se reúne en Nueva York con José María Rodríguez, que representa al general Gómez y Enrique Collazo, que representa los conspiradores de Cuba, tomando la decisión de ordenar el levantamiento. 

Ya Serafín Sánchez no tiene nada que hacer en la emigración. Se dispone a partir. El 24 de febrero de 1895 se producen los levantamientos de libertadores cubanos. El 9 de marzo ya está Serafín Sánchez dirigiéndose al Presidente y demás miembros de la Directiva del Gremio de Escogedores Cubanos de Key West, pidiéndoles que pongan a su disposición la mayor suma de dinero posible para poder organizar la expedición que lo conduzca a Cuba. Unido al mayor general Carlos Roloff se preparan para salir. 

En ese trance se les reúne el mayor general José María Rodríguez, que viene desde Santo Domingo con la misma idea. Unidos los tres se embarcan el 17 de julio de 1895 en Pine Key, a bordo del “James  Woodall”, con diez jefes, ciento cincuenta hombres entre oficiales y tropa, trescientos rifles y ciento cincuenta mil tiros de todos los calibres. El 20 están los expedicionarios frente a Islas Mujeres, donde se aprovisionan de agua. Las autoridades mexicanas deciden retenerlos, pero ellos logran escaparse, llegando el 24 de julio a la ensenada de Tayabacoa, tomando tierra en Punta Caney, donde desembarcaron sin dificultad. 

Al día siguiente abandonan el lugar internándose en la región villareña que tanto conocen Roloff y Serafín Sánchez. En la primera quincena de agosto el mayor general Serafín Sánchez ya da muestras de su actividad atacando y tomando, después de dos días de rudos combates el fuerte de Taguasco, donde puso en libertad a los veinte guardias civiles que lo defendían.  Unos días después vuelve a atacar en Siguaney.

El 17 de agosto de 1895 muere en Arroyo Blanco, José Joaquín Sánchez. La madre queda viuda. La mayoría de los hijos están con el hermano mayor en la lucha por la independencia. Dos días después de este acontecimiento lamentable, el general Gómez le designa jefe de la Primera División del Tercer Cuerpo que operaba en la zona villareña. El 23 de septiembre combate en Las Varas, en el camino de Sancti Spíritus a Manacas de Jobosí, donde le hace ciento veinte bajas a la escolta española que conducía un convoy.

Ya en octubre tiene noticias del avance del general Máximo Gómez hacia Las Villas. Es un movimiento preparatorio de la invasión que el gran jefe proyecta. Serafín Sánchez se dirige hacia la zona de Trocha. El 3 de noviembre se reúnen los dos generales en Santa Teresa. Mientras el general Gómez opera por aquella, zona, empujando el avance invasor, los dos veteranos andarán juntos. El 2 de diciembre el general en jefe lo designa para el mando superior del Cuarto Cuerpo de Ejército que opera en la misma región villareña, mientras el Tercero es trasladado a Camagüey.

Pronto se les une el general Maceo. La campaña invasora prospera. Nada puede detener el avance de aquellos soldados corajudos e intrépidos, que en doce semanas atravesaron la isla de un extremo a otro, sin poder España, con todo su ejército, sus recursos y sus generales, contenerlos o acorralarlos.

El 11 de diciembre de 1895 Máximo Gómez, Antonio Maceo y Serafín Sánchez esperan al enemigo en Boca de Toro, cerca de Manicaragua. El general Maceo dirige la acción. Los españoles, mandados por los generales Lara y Oliver y el coronel Zubia, con fuerzas de artillería, caballería, e infantería intentaron durante todo el día de rechazar a los cubanos, pero estos se mantienen firmes en sus posiciones y al fin son los españoles los que emprenden la retirada. El ejército invasor prosigue su avance. 

El 15 de diciembre los tres generales vuelven a encontrarse con los españoles en Mal Tiempo. Allí fue el coronel Arizón, que mandaba el Regimiento de Infantería Canarias Número 42, quien supo del ímpetu de los mambises invasores. El 29 es en Calimete. Ya están en Matanzas. El 1º de enero, cerca de Bolóndron, el general Gómez le ordena al general Serafín Sánchez regresar a Las Villas. Apenas si ha retornado cuando ya los españoles se tienen que percatar de su presencia. El 8 de febrero de 1896 los ataca cerca de Manajanabo, causándoles cerca de trescientas bajas. 

El 21 el general Maceo lo designa Inspector General del Ejército, lo que equivalía a la tercera jefatura del Ejército Libertador. El 19 de marzo, desde Las Delicias, comunica al general Maceo estar en disposición de cumplir sus órdenes, pero como el general Carrillo y los jefes inmediatos están fuera de Las Villas, aplaza la entrega para cuando regresen o como lo disponga el Lugarteniente General. En abril de 1896 llega el mayor general Máximo Gómez a la jurisdicción de Sancti Spíritus. El 28 despacha a Serafín Sánchez para Oriente. En el “Diario de Campaña” el general Gómez dice que va “en asuntos importantes del servicio; a castigar desertores y ver la 

manera de cómo pueda traer un contingente de infantería”. 

Los “asuntos importantes del servicio” son las divergencias surgidas entre los generales Calixto García y José Maceo. De todos los jefes que tiene a su lado, ninguno mejor que Serafín Sánchez para traerlos a un plano de avenencia. Con, José Maceo celebra largas conferencias. Otras también celebrará con Calixto García. Después decide realizar una visita de inspección por Oriente y Camagüey. El 30 de junio se despiden José Maceo y Serafín Sánchez. Será la última vez que se vean. Seis días después, el 5 de julio, el mayor general José Maceo cae en Loma de Gato. Un mes más tarde moriría el mayor general Serafín Sánchez en Paso de las Damas.

De regreso de Oriente se reúne con el general Gómez, el 6 de julio, en territorio camagüeyano. El general en jefe iba a Oriente en busca del mayor general Calixto García, con quien necesitaba cambiar impresiones y concertar la próxima ofensiva a desarrollar en aquel territorio.

Ya en Camagüey el general Sánchez aprovecha su estancia para otra gestión diplomática. Esta vez es para limar las asperezas surgidas entre el general Máximo Gómez y el Consejo de Gobierno, que está interfiriendo disposiciones del general en jefe. En septiembre todavía anda por Camagüey. El 10 de octubre cruza la trocha de Júcaro a Morón. Esa misma noche acampa cerca del fuerte español de Ranchuelos. Al día siguiente prosigue su marcha acampando en Nanyú de donde sale el 12 para la finca “Carratalá”, dirigiéndose el 14 a la finca “Las Delicias”. El 15 visita a su madre con quien pasa los días 15, 16 y 17. Será la última vez que se vean. El 18 ya está en La Campana, jurisdicción de Sancti Spíritus, su tierra natal.

Miguel Betancourt un veterano del 68, ha desembarcado una expedición cerca de Cienfuegos. Serafín Sánchez se adelanta para protegerla. Betancourt se niega a entregarle el cargamento, alegando que lo hará al general Carrillo. Esto contraría a Serafín Sánchez que escribe quejándose al general Gómez. Después, unido a Carrillo, emprenden marcha para operar en la zona entre Trinidad y Sancti Spíritus.

El 16 de noviembre se le incorpora el teniente coronel Enrique Loynaz del Castillo que había salido en comisión del servicio. El 17 se dirige a Manaquitas, para evadir la crecida del río Zaza. En el camino se le incorpora el general Avelino Rosas, un colombiano que vino en la expedición del general Calixto García y a quien el general Máximo Gómez había designado jefe de la división matancera. Al mediodía hay alarma. El general José Miguel Gómez se bate, en las avanzadas del campamento, con el comandante Armiñan. Corrieron presurosos Serafín Sánchez, Francisco Carrillo y Avelino Rosas, disponiéndose a librar la batalla, pero el comandante Armiñán prefirió retirarse al Paso de las Damas con la intención de tomarlo, mientras enviaba aviso urgente al general López Amor que estaba en Sancti Spírítus, para que acudiese con refuerzos inmediatamente. El general Sánchez tomó el mando de la operación. Adelantándose llegó primero al Paso de las Damas frustrándole la maniobra al jefe español.

Al mediodía del 18 ya habían cruzado los cubanos el río Zaza, situándose en la finca La Larga, en la otra margen del río, donde esperaron al enemigo que sospecharon no tardaría en presentarse. En efecto, López y Amor y Armiñán reunidos llegaron como a la una de la tarde, trabando furioso combate con los cubanos. Como estos tenían excelentes posiciones, podían defenderse mejor. Los españoles situaron su artillería para batir el centro de las posiciones cubanas, mientras trataban de flanquearlos por la derecha en una maniobra envolvente. Allí estaba el general José Miguel Gómez que los resiste heroicamente, sin ceder un palmo de terreno. Buscan entonces los españoles el flanco izquierdo y tropiezan allí con el general José González que también resiste en sus posiciones con singular valentía.

Ya con la seguridad de que los españoles están fracasados, el general Sánchez, con el Cuartel General, inicia lentamente la marcha, retirándose, mientras cubren ambos lados los generales Carrillo y Rosas. Al emprender la retirada el ala derecha que mandaba el general Gómez, los españoles avanzaron ocupando las posiciones que antes ocupaba el general Sánchez, en lo alto de un cerro. Después comenzaron a 

correrse por la margen opuesta hacia el Paso de la Dama.

 Al tener noticias de ese movimiento, el general Sánchez mandó a buscar al general González para darle órdenes. Al llegar el jefe solicitado, el general Sánchez le dio las instrucciones de cómo debía contener y malograr la operación que estaban desarrollando los españoles. Apenas el 

general González se había separado, cuando una bala de máuser hirió al general Sánchez entrándole por el hombro derecho y saliendo por el izquierdo. Pero todavía le quedan unos segundos de vida para dar su última orden:

–Me han matado. No es nada… Que siga la marcha…

El jinete se tambalea sobre la silla. Va a caerse. Un ordenanza del general Carrillo se encarama en las ancas del caballo y lo sostiene impidiendo que se caiga.

Eran las cinco y quince minutos de la tarde.

Su jefe de Estado Mayor el teniente coronel Enrique Loynaz del Castillo, transido de dolor, se envuelve en la bandera cubana y seguido por un pelotón carga sobre los españoles con tanta furia que éstos optaron por retirarse en desbandada.

El combate había sido brillante para los cubanos. Seis muertos y veintiún heridos fueron sus bajas, mientras el enemigo retiraba treinta y tres cadáveres y se llevaba cincuenta heridos.

Las fuerzas cubanas en silencio se retiran a Pozo Azul. Allí levantaron la tienda de campaña del mayor general Serafín Sánchez y acostaron el cadáver, velándolo toda la noche, mientras se le rendían los honores que las ordenanzas prescriben para el mayor general muerto en campaña. Al día siguiente los generales Francisco Carrillo y José Miguel Gómez, acompañados de los hermanos del héroe caído, Tello, Plácido y Raimundo Sánchez Valdivia, de su jefe de Estado Mayor teniente coronel Enrique Loynaz del Castillo, de Antonio Vivanco, el Dr. Gonzalo Roig y otros jefes y oficiales, conducen el cadáver del mayor general Serafín Sánchez, a Sal si Puedes, cerca del potrero Las Olivas, enterrándolo secretamente. Había vivido como un soldado de la antigua Grecia y había muerto como un héroe de Homero.

En 1900 los restos fueron trasladados al cementerio de Sancti Spíritus donde fueron enterrados definitivamente. El 20 de mayo de 1902, cuando en La Habana tomaba posesión de la Presidencia de la República don Tomás Estrada Palma, el pueblo espirituano develaba una tarja en la casa donde Serafín Sánchez Valdivia naciera, el 2 de julio de 1846.

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