Un día, un cocodrilo decidió tomar el sol lejos del río. Se desató un terrible incendio en la selva y el cocodrilo, aturdido por el humo, se desorientó y terminó deambulando de un lado a otro sin rumbo fijo. Días después, hambriento y muy cansado, se encontró con un hombre.
– ¡Ayudaaa!- gritó el cocodrilo.
– ¿Qué te pasa?- preguntó el hombre. – Llevo días sin comer ni beber porque estoy desorientado y no sé dónde está el río.
– Está bien, yo puedo ayudarte. Entra en este saco que tengo para poder llevarte sobre mis hombros.
El animal, que no tenía ninguna otra opción, entró en el saco, y el hombre lo llevó hasta el río. Entró en el agua y con cuidado dejó allí al animal. Pero cuando iba a salir, notó que el cocodrilo le mordía el pie.
– ¿Qué haces, cocodrilo? ¿Así vas a pagar mi buena acción? Hubieras muerto de dejarte allí donde te encontré…
– Sí, pero hace mucho que no como, y me muero de hambre. ¿Dónde está escrito que tenga que pagar con una buena acción otra buena acción?
– No está escrito, pero todos los animales lo saben… Pregunta y ya verás.
– Está bien, preguntaré a los animales que vengan hasta aquí.
Y según terminaba de decir esto, una yegua anciana se acercó a beber al río.
– Dime, yegua, ¿es verdad que las buenas acciones deben pagarse siempre con otra buena acción?
– Bueno, yo no creo que sea así- dijo la yegua- Mis amos me echaron a patadas de mi hogar en cuanto fui demasiado vieja y dejé de tener potrillos…
El hombre protestó:
– Es un caso muy particular, eso no es así normalmente…
Entonces se acercó al río una vieja mula.
– Y tú, mula- dijo el cocodrilo- ¿Crees que las buenas acciones siempre se pagan con una buena acción?
– ¡Ja, ja, ja! Más quisiera yo… Durante toda mi vida estuve trabajando para el hombre y ahora que ya no puedo cargar peso porque estoy enferma, me ha abandonado. Así que no creo que eso sea una ley, la verdad…
El cocodrilo ya se relamía pensando en la carne del hombre cuando apareció una simpática y astuta liebre dando pequeños saltos.
– Espera, cocodrilo, tomemos la tercera y última opinión…
– Está bien. A ver, liebre, este hombre que estaba pescando en el río dice que no puedo comerle, que es una injusticia.
– Eso no es cierto- dijo el hombre- Encontré al cocodrilo en mitad del campo, desorientado, y me pidió ayuda. Le llevé metido en un saco sobre mis hombros hasta el río y ahora quiere pagar el bien que le hice devorándome…
La liebre dijo entonces:
– No sé yo si dices la verdad, hombre… ¿Cómo puede caber el cocodrilo en tu saco? Necesitaría verlo para creerlo… A ver, cocodrilo, entra en el saco. Si sale un poco la cola es que no cabes y el hombre miente.
El cocodrilo decidió entonces entrar asegurándose que quedaba un poco de cola fuera para inculpar al hombre, pero cuando ya estaba dentro, la liebre le dijo en bajo al hombre:
– Corre, ata el saco y llévate al cocodrilo para comer. Si premias mi buen acto, podrías invitarme al festín.
Y así hizo el hombre, quien no dudó en invitar al animal que le acababa de salvar. Cuando llegó a su casa, dijo a la liebre que se quedara afuera un momento. Al entrar, vio a su hijo enfermo, tendido en la cama, y al curandero, que dijo al verlo:
– ¡Menos mal que vienes! Corre, necesito urgentemente dos cosas para curar a tu hijo: sangre de cocodrilo y sesos de liebre.
El hombre le dio el saco y dijo:
– Aquí tienes la sangre de cocodrilo. Espera que salgo un momento y te traigo lo otro…
Pero cuando salió, ya no pudo encontrar a la liebre. Era tan precavida, que se había asomado para escuchar lo que decían y al oírlo, había salido corriendo.
Reflexiones sobre el
cuento ‘El hombre y el cocodrilo
Nunca hay que olvidar la prudencia, aunque hayas realizado una buena acción, porque éstas no siempre son recompensadas con agradecimiento:
Cría cuervos… : Ya conoces este famoso refrán español, el de ‘cría cuervos, y te sacarán los ojos’, que hace referencia al desagradecimiento de aquellos que deberían pagar con buenas acciones todo lo recibido y terminan pagándolas con malas acciones. De esto nos advierte este cuento del hombre y el cocodrilo, que es más bien una fábula con una buena moraleja, o más bien dos:
Moraleja: “No siempre una buena acción se paga con agradecimiento” y “Nunca olvides ser precavido aún con aquel que debería estar agradecido”.
Y es que estas dos moralejas hacen referencia a los dos temas principales del cuento: uno de ellos tiene que ver con la gratitud o la falta de gratitud y la otra, con la prudencia.
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