La gran cita planetaria del deporte se acerca: dentro de dos meses comenzarán los Juegos de la XXXIII Olimpiada París 2024 que tendrán lugar del 26 de julio al 11 de agosto en esta capital y en otras localidades francesas. Una vez concluidos se iniciarán los Juegos Paralímpicos el miércoles 28, programados hasta el 8 de septiembre.
Un peatón que deambule hoy por París verá decenas de obras en curso cuando no tribunas y escenarios a medio hacer. Y es que además de los dos grandes eventos deportivos citados Francia celebrará dos aniversarios muy significativos como son los 80 años del Desembarco de Normandía el 6 de junio y de la Liberación de París del yugo nazi el 25 de agosto. Si se añade al panorama las elecciones al Parlamento Europeo convocadas para el 9 de junio, forzoso es admitir que el ambiente está muy caliente en un país al que le sobran problemas y amenazas tanto interiores como exteriores. Organización, previsión y cautela, obligaciones cimeras que enfrenta un gobierno cada semana más titubeante. Y en eso estamos quienes vivimos aquí: observamos la realidad con grandes reservas, convencidos de que habrá que soportar restricciones y trastornos sumados al peligro de imponderables provenientes de eventuales acciones sindicales, antisemitas o terroristas.
Concurre no obstante la trillada frase, aquello de que París bien vale una misa. Solo que no se trata de misa sino de un pandemónium que se nos viene encima y con el cual habrá que bregar. En tal entorno de este final del mes de mayo se está poniendo en ejecución un proyecto paralelo que aspira a hacer de Francia centro del mundo, mediante a algo así como una olimpiada cultural. Se ha implementado un programa en el cual se conjugan todas las artes desde la danza al circo pasando por teatro, conciertos, recitales y exposiciones. Su originalidad pretende asociarlo a los valores originales del olimpismo, tal cual lo pensaron los griegos.
La idea no es nueva: en la Antigüedad había festejos que se presentaban al mismo tiempo que las competencias deportivas. Pierre de Coubertin la retomó al crear en 1896 los juegos modernos bajo un lema ambicioso: aliar músculo y espíritu. Al mismo tiempo esa abundancia de ofertas implica un incremento significativo de lugares en los cuales los enemigos del orden, de Francia y de Occidente pueden hacer su aparición.
Esta entrada en materia se manifiesta con decenas de centros desde el Stade de France que es posible visitar (1) hasta varios museos que como el de Senado, el de la Inmigración y el Petit Palais tratan de asociar al público que recorre las exposiciones presentadas con las emociones que garantiza el deporte durante las competencias. Lo anterior se muestra en medio de las contradicciones que la vida moderna abarca lo mismo en el sector deportivo que en todos los aspectos de una manera de vivir cada día más complicada por circunstancias de demografía, geopolítica y cambios climáticos.
La historia de los Juegos Olímpicos revela un caleidoscopio de factores que conjugan durante dos semanas de competencias lo mejor y lo peor de las sociedades contrincantes. Presenciaremos en directo -¡ya tengo dos billetes! – desafíos éticos, económicos y políticos de alguno de los cuales reportaremos a nuestros lectores. Todo dependerá de que las condiciones nos lo permitan, siempre bajo el idílico lema: citius, altius, fortius.
(1) Reservaciones a través del enlace https://cultival.fr/fr
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