Hace mucho tiempo, un rey colocó una gran roca obstaculizando un camino. Entonces, se escondió y miró para ver si alguien quitaba la tremenda roca.
Algunos de los comerciantes más adinerados del rey y cortesanos vinieron y simplemente le dieron una vuelta.
Muchos culparon al rey ruidosamente de no mantener los caminos despejados, pero ninguno hizo algo para sacar la piedra grande del camino.
Entonces un campesino vino, y llevaba una carga de verduras. Al aproximarse a la roca, el campesino puso su carga en el piso y trato de mover la roca a un lado del camino. Después de empujar y fatigarse mucho, lo logró.
Mientras recogía su carga de vegetales, el notó una cartera en el piso, justo donde había estado la roca. La cartera contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey indicando que el oro era para la persona que removiera la piedra del camino.
El campesino aprendió lo que los otros nunca entendieron. Cada obstáculo presenta una oportunidad para mejorar la condición de uno.
El consejo de la historia:
¡Mira cada obstáculo como algo que debe ser resuelto!
El Niño y la Mesera
En los días en que un helado costaba mucho menos, un niño de 10 años entró en un establecimiento y se sentó a una mesa.
La mesera puso un vaso de agua en frente de él.
– ¿Cuánto cuesta un helado de chocolate con cacahuates? preguntó el niño.
– Cincuenta centavos, respondió la mesera.
El niño sacó su mano de su bolsillo y examinó un número de monedas.
– ¿Cuánto cuesta un helado solo?, volvió a preguntar.
(En ese momento habían algunas personas que estaban esperando por una mesa y la mesera ya estaba un poco impaciente).
– Treinta y cinco centavos, dijo ella bruscamente.
El niño volvió a contar las monedas.
– Quiero el helado solo, dijo el niño.
La mesera le trajo el helado, puso la cuenta en la mesa y se fue.
El niño terminó el helado, pagó en la caja y se fue.
Cuando la mesera volvió, ella empezó a limpiar la mesa y entonces le costó tragar saliva con lo que vio… Allí, puesto ordenadamente junto al plato vacío, habían veinticinco centavos… Su propina!
El consejo de la historia:
¡Jamás juzgues a alguien solo por las apariencias! y ¡siempre considera que aquellos a quienes sirves pueden darte una sorpresa!
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