En una pequeña laguna vivían dos patos y una tortuga. Se llevaban muy bien y compartían sin problemas aquel lugar. Poco a poco, se hicieron grandes amigos. Pero llegó un terrible año de sequía, y la pequeña laguna se fue secando, hasta que solo quedó un pequeño charquito en el centro del lago.
Los patos, en algunos de sus vuelos, habían visto que cerca había otro lago que sí tenía agua, y se lo contaron a la tortuga:
– Eh, amiga tortuga, hemos visto cerca un lago precioso con mucha agua. Los dos iremos a vivir allí.
– Oh- dijo entonces la tortuga- ¡Que suerte tenéis que podéis volar! Yo no puedo ir de ninguna forma, porque está lejos y tardaría muchísimo. Seguramente me perdería por el camino.
Y diciendo esto, la tortuga se fue despacito hasta el pequeño charco de agua que aún quedaba en el lago, y se quedó allí, quieta y muy triste. Y a los patos, se les encogió el corazón.
Cómo ayudaron los patos a la tortuga
Pero a los patos entonces se les ocurrió una gran idea:
– ¡Espera, amiga tortuga! Tenemos una idea: cada uno de nosotros sujetará por un extremo un palo. Tú debes sujetarte con la boca al palo en el centro, apretando muy bien los dientes. Lo único es que no podrás abrir la boca en todo el recorrido, porque si no, te caerás.
– ¡Pero eso es fantástico!- dijo entusiasmada la tortuga- ¡Muchísimas gracias! Y claro que no abriré la boca… eso no será ningún problema.
Y los patos buscaron un palo grande y fuerte para poder poner en práctica su plan y llevar a su amiga hasta el lago con ellos.
La vanidad castiga a la tortuga
Al fin encontraron un palo perfecto, y la tortuga se enganchó en la mitad, apretando la boca mucho, tal y como le pidieron los patos. Al comenzar el vuelo, la tortuga comenzó a admirar todo lo que podía ver desde arriba: las casas parecían muy pequeñas, los árboles, diminutos. ¡Todo era precioso! Y comenzó a sentirse importante. De hecho… ¡era la única tortuga voladora!
Entonces, al ver a lo lejos a otras tortugas, no pudo resistirse a decir…
– Mirad como vuelo… soy la reinaaaa …
La tortuga al intentar presumir delante del resto, soltó el palo, y comenzó a caer, con la gran suerte de aterrizar en el lago, y llevarse solo como recuerdo un buen golpe y un gran susto, del que eso sí, tardó mucho tiempo en recuperarse.
Moraleja: ‘La vanidad a veces nos hace cometer actos imprudentes’.
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