Por J. A. Albertini
La felicidad general de un pueblo
descansa en la independencia individual
de sus habitantes.
José Martí.
Pedro Corzo, escritor, periodista de prensa plana y televisiva. También, conferencista, documentalista e investigador histórico, miembro del Pen Club de Escritores Cubanos en el Exilio, Academia de la Historia de Cuba en el Exilio y Director del Instituto de la Memoria Histórica Cubana Contra el totalitarismo, en la obra La Extinción de la República, (Ediciones De Fana. 2019) con prólogo del Dr. Orlando Gutiérrez Boronat, en siete ensayos cuyos títulos son: Cuba, víctima del comunismo castrista, “Síndrome de la Desesperanza Adquirida, El Hombre Nuevo: La educación como instrumento de control, ¿Ejército de los Castro o de la República?, La servidumbre de los sabios, Cuba. Totalitarismo y Resistencia y 1959: Extinción de la República, expone y analiza la presencia de la ideología comunista en Cuba desde los albores del pasado siglo XX.
El lector, desde las primeras páginas del libro se entera, o repasa, como de forma pausada y constante, con amplia participación y asesoramiento de agentes comunistas, por lo regular extranjeros, llegados a Cuba y con la colaboración de jóvenes idealistas como Julio Antonio Mella, el poeta Rubén Martínez Villena y otros más que, obnubilados por la mal llamada “Revolución Bolchevique” acaecida en Rusia, conformaron las primeras agrupaciones marxistas que laboriosamente comenzaron a penetrar al proletariado, estudiantes universitarios e intelectuales y profesionales de todas las vertientes del conocimiento.
Periodo del general Gerardo Machado. Pacto traicionero de los comunistas con el gobierno, para impedir una huelga nacional, a poco de la caída del régimen. La revolución de 1933. Diligente infiltración comunista en los grupos revolucionarios y políticos del momento. Ascenso del sargento Fulgencio Batista a coronel. Luego General y por último Presidente legítimo de Cuba en 1940. Legalización del partido. La alianza de los marxistas con el gobierno de Batista produjo dos ministros sin cartera y control de gran parte del movimiento sindical. Auge del periódico HOY; una emisora radial y presencia embozada o desembozada en el quehacer nacional. “El mensajero de la prosperidad”, así, públicamente, calificaban los “bolcheviques” criollos al general Batista.
En el párrafo anterior, de manera sucinta repaso los antecedentes que de forma clara y directa expone Pedro Corzo, al inicio de la obra La Extinción de la República, como elementos que pavimentaron la vía que terminó llevando a Fidel Castro y seguidores al triunfo insurreccional.
Ya instaurado en el poder, con asesoramiento y participación del camaleónico partido comunista cubano y de la hoy desaparecida Unión Soviética, así como de su propio proyecto de corte feudal-colonialista, Fidel Castro desata una feroz y hasta preventiva represión que siembra, en la mayoría de la población, un enorme sentimiento de frustración y desamparo. Indiscutiblemente, se lucha, de manera frontal contra el régimen, pero también la fuga masiva de ciudadanos atemorizados, termina siendo un logro del castrismo, ya que de esa forma se libra de potenciales enemigos internos.
El papel de la educación, impuesta y coercitiva, al servicio del castro-comunismo, desde la enseñanza primaria, hasta la universitaria como método para crear el hipotético “hombre nuevo” y a la vez el fracaso y deterioro presente de la misma es tema importante del libro. “La universidad para los revolucionarios” se convirtió en consigna brutal de discriminación ideológica que en el presente, a más de 60 años de instaurado el totalitarismo en la Isla sigue vigente y complementa aquello de: “Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”.
Factor que esta obra toma en cuenta es que el aciago golpe de estado del 10 de marzo de 1952 resquebrajó la disciplina de los militares cubanos, cuya ética de servicio ciudadano emanaba de la tempranamente pisoteada constitución de 1940. Ese hecho le sirvió a Fidel Castro para terminar horadando la moral combativa de las fuerzas armadas; posteriormente desmantelarlas y sustituirlas, primero por sus grupos guerrilleros y luego por un ejército sometido, desde su nacimiento, a los designios del ya, por entonces, auto nombrado “Comandante en Jefe”.
Fidel Castro, como buen discípulo de los totalitarismos que asolaron el siglo XX (marxismo, fascismo y nazismo) una de las tareas prioritarias que se planteó fue, y en el presente sigue siéndolo, cautivar a la clase intelectual isleña con su mesiánico y distópico proyecto social. Comenzó por apropiarse de periódicos, revistas e imprentas. Siguieron emisoras radiales, televisivas y escenarios teatrales. Entonces, tal y como plantea Pedro Corzo en este esclarecedor texto, los puso en manos, con grandes estímulos materiales, de aquellos intelectuales y artistas que se plegaron al poder. Para los otros, los que optaron por mantener independencia de pensamiento y creación, los caminos que se les abrían fueron; ostracismo interno, oposición activa, exilio, prisión y hasta eliminación física.
Nicolás Guillén poeta y viejo alabardero de la Unión Soviética, traicionado el pensamiento libre y creativo de José Martí, se alzó como zar de nuestra cultura y se escuchó, como nunca antes, lo que Guillén cantó cuando murió el dictador, euroasiático José Stalin: Stalin, Capitán, a quien Chango proteja y a quien resguarde Ochún. A tu lado, cantando, los hombres libres van…
Al mismo tiempo que Fidel Castro, a pasos acelerados, trataba de engullir a la nación isleña, no cejaba de fomentar la subversión en otras naciones del hemisferio. Venezuela, Colombia, Guatemala, Nicaragua, Bolivia, Perú, El Salvador, Uruguay, en su momento, fueron, entre las demás, las que resultaron más castigadas, con el consiguiente sufrimiento y derramamiento de sangre que toda sedición, de hechura extranjera, ocasiona en cualquier pueblo, no solo de nuestro hemisferio hispano americano, sino también en algunas otras naciones allende al Nuevo Mundo. Argelia, Etiopía y Angola, con el obligatorio rosario de jóvenes vidas cubanas, inútilmente sacrificadas, establecen otro testimonio histórico del aventurerismo, inútil del castro-comunismo.
No obstante, a pesar de todo, el pueblo cubano, desde la toma del poder en 1959, por Fidel Castro y su corte de adláteres, ha mantenido una resistencia activa y constante que ya lleva más de seis décadas. Prolongado espacio de tiempo que engloba a varias generaciones de cubanos y el inevitable destrozo de vidas frente a los criminales paredones de fusilamiento, presidio prolongado, exilio no deseado, pero combativo y la muerte, siempre la acechante muerte, encerrada en la estúpida consigna fidelista de “Patria o muerte”.
Pedro Corzo, que viene de la lucha y sigue en la lucha, en este texto relevante, La Extinción de la República, y sobre todo en el ensayo que cierra la obra: Cuba. Totalitarismo y Resistencia, demuestra, con argumentos de raíces históricas, la validez y vigencia de la siguiente frase martiana: La libertad no es un regalo que se da, sino un derecho que se conquista.
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