Por José “Chamby” Campos
Hay un refrán que dice “La vida te pondrá obstáculos, pero los límites los pones tú”. Cuántas veces hemos sido testigos de impresionantes hazañas logradas por individuos sensacionales que simplemente rehusaron esos “límites”.
El deporte presenta muchas dificultades para las personas que nacen con una condición física o mental, por lo demandante que es. Sin embargo, recordamos atletas que han superado estos impedimentos y han alcanzado el estrellato.
Al hablar de béisbol, inmediatamente nos viene a la mente una persona excepcional que triunfó en todos los niveles donde participó, incluyendo Las Grandes Ligas. Su nombre Jim Abbott.
James Anthony Abbott vio la luz el 19 de septiembre del 1967 en la ciudad de Flint en el estado de Michigan. Nació con solamente la parte alta de su brazo derecho y sin mano. Para muchos esto hubiera sido una enorme dificultad, pero para él fue solo un modo de vida que jamás lo detuvo en obtener sus deseos.
Desde pequeña edad el deporte jugó un papel importante que eventualmente definió su vida. Cursó los estudios secundarios en su ciudad natal y fue precisamente en el Central High School donde su leyenda comenzó. Participó como quarterback del equipo de football americano y para ese momento ya era una estrella del montículo.
Cuando se graduó de high school recibió una beca de la Universidad de Michigan al mismo tiempo que fue seleccionado en el draft de Las Grandes Ligas por los Azulejos de Toronto. Finalmente optó por ir a lanzar con el equipo de la prestigiosa institución académica.
La decisión resultó beneficiosa para el joven zurdo. Dentro de la competencia universitaria se consolidó como una gran promesa. Durante sus tres años de estudiante ayudó a que la escuadra se coronara campeona de la conferencia en dos ocasiones. En 1987 su labor lo llevó a que ganara el premio “Al Mejor Jugador de Béisbol de la nación” y el prestigioso trofeo de “El mejor Atleta Amateur de EE.UU.”. Esta fue la primera vez que un pelotero obtenía tan distinguido galardón. Los Juegos Panamericanos de ese año fueron celebrados en la ciudad de Indianápolis y Abbott fue escogido como el abanderado de la delegación norteamericana. Al siguiente año su carrera estudiantil concluyó, pero no sin antes haber sido elegido el “Atleta del Año” en la conferencia del Big Ten.
Ese verano Los Angelinos de California lo seleccionaron en la primera ronda del draft amateur siendo este su primer paso en la pelota profesional.
En octubre de ese año integró el equipo nacional durante las olimpiadas de Corea del Sur donde el béisbol fue un deporte de demostración sin conteo de medalla. Los norteamericanos se coronaron campeones al vencer 5 a 3 a la escuadra japonesa. Abbott se llevó la victoria lanzando un juego completo y derrotando al futuro pitcher de Grandes Ligas Hideo Nomo.
Debutó el 8 de abril del 1989 en las Grandes Ligas sin haber pasado por las Ligas Menores. Después de 3 temporadas con los Angelinos firmó como agente libre con los Yankees de Nueva York.
Fue con esa franquicia que su nombre quedó grabado para siempre. El 4 de septiembre de 1993 en un partido frente a los Indios de Cleveland, el nativo de Michigan lanzó un juego de “Cero Carreras, Cero Hits”; en lo que se considera una proeza titánica.
Durante los próximos 6 años militó con Los Medias Blancas de Chicago en dos ocasiones diferentes, regresó a California una vez más y terminó con Los Cerveceros de Milwaukee.
Para lanzar Abbott apoyaba su guante en el extremo de su antebrazo derecho. Después de soltar la pelota, rápidamente introducía su mano izquierda dentro del guante, para poder fildear si la bola venía en dirección a él.
Cuando le bateaban un roletazo, después de capturarlo aseguraba el guante entre su antebrazo derecho y su torso; sacaba su mano y agarraba la pelota para poder forzar al corredor.
En todos los niveles que compitió, los equipos trataron de tocar la pelota hacia tercera base para tomar ventaja de su impedimento físico. En la gran mayoría de los casos su atletismo e inteligencia los sacó outs.
Dentro de esas instancias está la vez que durante un encuentro de Cuba contra un equipo de estrellas colegiales estadounidenses en la isla; el desagradable Víctor Mesa trató de sorprenderlo con un machucón y el colegial de 19 años lo retiró sin ningún problema.
Su actuación en ese partido consiguió que, por primera vez, desde el año 1960, un equipo norteamericano derrotara, 8 a 3, a una selección cubana dentro de la isla.
El “Manquito”, apodo que le dio el público cubano, se convirtió en el ídolo de la fanaticada; que encontró en él una persona que pudiera desafiar y derrotar al régimen.
Jim Abbott más que un triunfador en los diamantes de béisbol es un ejemplo de lo que una persona puede lograr cuando una barrera es solo un motivo para poder continuar.
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