Y en otro ejemplo de mayor actualidad, analicemos los viajes secretos del gángster ruso Vladimir Putin en su tren blindado, al estilo de Adolfo Hitler, mientras ordena a sus unidades de cohetería asesinar a civiles indefensos en Ucrania; y su pacto de paz con Yevgeny Prigozhin en junio pasado, a la vez que planeaba su asesinato con una bomba colocada en su avión. Los “cobardes” comunistas —si soslayamos dicho “pequeño” defecto—, ¡son muy valientes todos!
A finales de 1961 ya marchaban “en serio” los contactos de la Cuba castrista con las fuerzas armadas de la Unión Soviética, y el entrenamiento de guerrilleros para inundar a la América Latina. La trágica derrota de Playa Girón, en abril, facilitaría el advenimiento de una ola interminable de crímenes y derramamiento de sangre inocente en numerosas repúblicas de América. ¡El cáncer hacía metástasis! Pronto comenzarían los Tupamaros en Uruguay, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el frente Farabundo Martí de Liberación Nacional en El Salvador, el frente Sandinista de Liberación en Nicaragua, Douglas Bravo y su “Frente Patriótico” en Venezuela (que reclutó a Hugo Chávez en 1980), Abimael Guzmán con el “Sendero Luminoso” en Perú, y tantos otros que se sumarían al terrorismo castro-comunista y su torrente de crímenes. En los campamentos cubanos se entrenaron los hermanos Daniel y Humberto Ortega, y muchísimos más viajaron en secreto (se sospecha de Manuel Marulanda “Tiro fijo”, Raúl Reyes y Raúl Sendic). El capital robado al pueblo de Cuba serviría para fines de propaganda, entrenamiento, subversión y chantaje, a fin de someter a otras repúblicas del continente. En Cuba aparecerían, por primera vez, miembros de la ETA, palestinos de Arafat, congoleses de Lumumba y elementos radicales de la internacional comunista.
La debilidad, indecisión y torpeza de Kennedy daría todavía pie a otras mayores y peores consecuencias un año más tarde —la segunda Traición—, cuando se suscitó la crisis de octubre por los cohetes intercontinentales soviéticos en Cuba, e infligiría un daño irreparable a la nación cubana al firmar el azaroso pacto Kennedy-Kruschev que prohibía a los cubanos luchar por su patria.
Ante la observación de uno de sus consejeros que le advirtió de las terribles consecuencias para Cuba, el inepto presidente replicó áspero: “Yo no estoy negociando a nombre del pueblo cubano, yo estoy negociando a nombre del pueblo americano”. Sin entrar en polémicas políticas que muchas veces a nada útil conllevan, baste señalar que tal vez en aquellas deplorables acciones del insensato Presidente Kennedy se encuentre la explicación del por qué la gran mayoría de los cubano-americanos votan a favor de los candidatos del partido republicano, ignorando a los candidatos demócratas. En política, como en la vida, hay heridas emocionales que no sanan nunca.
Felipe Lorenzo
Hialeah, Fl
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