Capítulo VI
Por J. A. Albertini, especial para LIBRE
El poema es largo y sentido. La voz del recitador cala el ánimo de los presentes y el tiempo se condensa en un sentimiento inefable; autónomo de la respiración humana y las pulsaciones que delatan el paso de la sangre por venas y arterias.
“… Por Caballero me juzgaron como indigno
por sincero
me trataron de rufián
Prohibieron mis pasos libres sobre la Tierra
y me dieron por castigo
esta celda
y mis ganas de llorar…”
Terminada la lectura sobreviene un silencio laxo. Néstor Molina entorna los ojos y menea los labios en algo menos que un murmullo.
Generoso se le acerca y a media voz requiere.
-¿Y ahora qué…?
-Se fue. El efluvio espectral del “Caballero de París” partió para siempre -Molina responde.
-Es una buena noticia, porque el pobre bastante que jodía -el enterrador comenta con alivio.
-¡Que hable alto para saber qué se trae entre manos! -Aquilino requiere.
Generoso desoye la queja y le insinúa al forastero.
-Y con las demás apariciones, ¿no podrías darme una manito para que también se vayan? Susanita lleva años de estar aquí.
-No puedo ir contra las reglas. Ella se irá junto con él -y sugestivo posa sus ojos en Aquilino.
Aquilino que algo barrunta insiste airado.
-Felipito y yo no estamos pintados en la pared. Me estoy cansando de tanto misterio.
Generoso, áspero, le replica.
-Déjame hablar tranquilo con este señor. Yo no me meto a opinar de tus conocimientos como fabricante de ron y aguardiente. Estoy tratando un asunto del cementerio y de eso yo soy el que sé. Así que no jorobes más.
-Trato de protegerte… -Aquilino se justifica.
-Lo agradezco, pero mantente callado. -Generoso dice conciliador e intrigado retoma la charla con el enigmático. Molina-. ¿De dónde conoces a Susanita y Aquilino…?
-Vengo de un sitio en el que todo esto está contenido.
-¿Y qué lugar es ese…?
-El Atiempo.
-¡El Atiempo…! -repite atónito-. ¿Dónde queda eso?
-Aquí mismo y en cada partícula de la creación.
-No entiendo nada.
Néstor Molina, empleando un lenguaje didáctico, pero sencillo, intenta satisfacer la curiosidad del enterrador.
-No te compliques la cabeza tratando de buscar una explicación. Acepta mi presencia y mis palabras lo mismo que aceptas la presencia de la energía que brota de los muertos de tu cementerio. Es más -Molina puntualiza -te recomiendo que olvides mi visita.
-Está bien, está bien -Generoso transige-. Pero, ¿por qué “el Caballero de París»” y no Susanita y los demás? -ahonda.
—Fue un mandato cósmico cuyo misterio desconozco. Nadie tiene facultad para alterar lo establecido.
-¿Ni tú?
-Ni yo -es parco-. Ya es tiempo que me vaya -interpone sin dejar de ser amable.
-Tómate un aguardiente con nosotros -el sepulturero lo invita.
-Imposible. Tengo que regresar
-declina y girando sobre los talones se dirige rumbo a la verja.
-¡Oye! Regálame el libro de poemas. Me gusta leer por las noches -Aquilino le pide.
Molina interrumpe la marcha y responde.
-Si pasa a tus manos dejaría de existir porque estos poemas no son de tu tiempo físico.
-¿Qué pasará con “Yaky el Pecoso” en el episodio de mañana? -Felipito lo interpela.
-No sé. Tienes que seguir la trama o preguntarle al escritor de la serie o al joven Néstor Molina -dice a punto de trasponer la verja.
Aquilino, azorado, confronta a los enterradores y exclama.
-¿Lo vieron salir…? ¡Casi llegando a la reja se perdió de vista! ¿Lo vieron salir…? -recalca.
-Se fue; eso fue lo que hizo
-Generoso ratifica con dejo cansado.
-¡Coño Generoso! Yo creo que tú sabes más de cuatro cosas sobre ese tipo -Aquilino recela.
-Primera vez que lo veo. Pero cuando te has pasado la mayor parte de la vida enterrando cristianos nada te espanta. ¿Ya no queda aguardiente? -inopinado desvía la conversación.
-Muy poco. Pero si me invitas a comer esta noche busco una botella de ron para nosotros y una de vino de fruta bomba para Candelaria -Aquilino propone.
-¡Dalo por hecho! -Generoso se entusiasma.
-¡Y yo que me joda! -Felipito protesta medio en serio, medio en broma.
-¡Qué malo es tener un piojo pegao!
-el enterrador, con aspaviento fingido, levanta los brazos al cielo.
Felipito sonríe. La baba le asoma por las comisuras de los labios y excitado dice.
-¡Qué bueno! Así los tres oiremos el episodio de “Cruz Diablo” y Candelaria nos cuenta que pasó hoy con “Los Tres Villalobos”. Ayer se terminó cuando “Sakiry el Malayo” iba a matar a Miguelón.
-Muy bueno todo. Comida, ron y episodios, pero se te olvida cerrar el cementerio -Generoso le reprocha al ayudante y le tira el manojo de llaves tintineantes.
Felipito las atrapa en el aire y se justifica.
-Ahora mismito te las iba a pedir.
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