El entierro del enterrador

Written by Libre Online

20 de febrero de 2024

Capítulo VI

Por J. A. Albertini, especial para LIBRE

El poema es largo y sentido. La voz del recitador cala el ánimo de los presentes y el tiempo se condensa en un sentimiento inefable; autónomo de la respiración humana y las pulsaciones que delatan el paso de la sangre por venas y arterias.

“… Por Caballero me juzgaron como indigno

por sincero

me trataron de rufián

Prohibieron mis pasos libres sobre la Tierra 

y me dieron por castigo 

esta celda

y mis ganas de llorar…”

Terminada la lectura sobreviene un silencio laxo. Néstor Molina entorna los ojos y menea los labios en algo menos que un murmullo.

Generoso se le acerca y a media voz requiere.

-¿Y ahora qué…?

-Se fue. El efluvio espectral del “Caballero de París” partió para siempre -Molina responde.

-Es una buena noticia, porque el pobre bastante que jodía -el enterrador comenta con alivio.

-¡Que hable alto para saber qué se trae entre manos! -Aquilino requiere.

Generoso desoye la queja y le insinúa al forastero.

-Y con las demás apariciones, ¿no podrías darme una manito para que también se vayan? Susanita lleva años de estar aquí.

-No puedo ir contra las reglas. Ella se irá junto con él -y sugestivo posa sus ojos en Aquilino.

Aquilino que algo barrunta insiste airado.

-Felipito y yo no estamos pintados en la pared. Me estoy cansando de tanto misterio.

Generoso, áspero, le replica.

-Déjame hablar tranquilo con este señor. Yo no me meto a opinar de tus conocimientos como fabricante de ron y aguardiente. Estoy tratando un asunto del cementerio y de eso yo soy el que sé. Así que no jorobes más.

-Trato de protegerte… -Aquilino se justifica.

-Lo agradezco, pero mantente callado. -Generoso dice conciliador e intrigado retoma la charla con el enigmático. Molina-. ¿De dónde conoces a Susanita y Aquilino…?

-Vengo de un sitio en el que todo esto está contenido.

-¿Y qué lugar es ese…?

-El Atiempo.

-¡El Atiempo…! -repite atónito-. ¿Dónde queda eso? 

-Aquí mismo y en cada partícula de la creación. 

-No entiendo nada.

Néstor Molina, empleando un lenguaje didáctico, pero sencillo, intenta satisfacer la curiosidad del enterrador.

-No te compliques la cabeza tratando de buscar una explicación. Acepta mi presencia y mis palabras lo mismo que aceptas la presencia de la energía que brota de los muertos de tu cementerio. Es más -Molina puntualiza -te recomiendo que olvides mi visita.

-Está bien, está bien -Generoso transige-. Pero, ¿por qué “el Caballero de París»” y no Susanita y los demás? -ahonda.

—Fue un mandato cósmico cuyo misterio desconozco. Nadie tiene facultad para alterar lo establecido.

-¿Ni tú?

-Ni yo -es parco-. Ya es tiempo que me vaya -interpone sin dejar de ser amable.

-Tómate un aguardiente con nosotros -el sepulturero lo invita.

-Imposible. Tengo que regresar 

-declina y girando sobre los talones se dirige rumbo a la verja.

-¡Oye! Regálame el libro de poemas. Me gusta leer por las noches -Aquilino le pide.

Molina interrumpe la marcha y responde.

-Si pasa a tus manos dejaría de existir porque estos poemas no son de tu tiempo físico.

-¿Qué pasará con “Yaky el Pecoso” en el episodio de mañana? -Felipito lo interpela.

-No sé. Tienes que seguir la trama o preguntarle al escritor de la serie o al joven Néstor Molina -dice a punto de trasponer la verja.

Aquilino, azorado, confronta a los enterradores y exclama.

-¿Lo vieron salir…? ¡Casi llegando a la reja se perdió de vista! ¿Lo vieron salir…? -recalca.

-Se fue; eso fue lo que hizo 

-Generoso ratifica con dejo cansado.

-¡Coño Generoso! Yo creo que tú sabes más de cuatro cosas sobre ese tipo -Aquilino recela.

-Primera vez que lo veo. Pero cuando te has pasado la mayor parte de la vida enterrando cristianos nada te espanta. ¿Ya no queda aguardiente? -inopinado desvía la conversación.

-Muy poco. Pero si me invitas a comer esta noche busco una botella de ron para nosotros y una de vino de fruta bomba para Candelaria -Aquilino propone.

-¡Dalo por hecho! -Generoso se entusiasma.

-¡Y yo que me joda! -Felipito protesta medio en serio, medio en broma.

-¡Qué malo es tener un piojo pegao! 

-el enterrador, con aspaviento fingido, levanta los brazos al cielo.

Felipito sonríe. La baba le asoma por las comisuras de los labios y excitado dice.

-¡Qué bueno! Así los tres oiremos el episodio de “Cruz Diablo” y Candelaria nos cuenta que pasó hoy con “Los Tres Villalobos”. Ayer se terminó cuando “Sakiry el Malayo” iba a matar a Miguelón.

-Muy bueno todo. Comida, ron y episodios, pero se te olvida cerrar el cementerio -Generoso le reprocha al ayudante y le tira el manojo de llaves tintineantes.

Felipito las atrapa en el aire y se justifica.

-Ahora mismito te las iba a pedir.

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