El entrante Presidente demócrata John F. Kennedy, político joven y sin experiencia, no tuvo reparos en atreverse a cambiar los planes meticulosos aprobados por el brillante general de cinco estrellas que dirigió la exitosa operación del desembarco en Normandía durante la Segunda Guerra Mundial, el saliente Presidente republicano Dwight D. Eisenhower.
Kennedy, tras asumir la presidencia el 20 de enero de 1961, sólo tres meses antes del planeado desembarco, cortó drásticamente el número de aviones a ser utilizados y el número de bombardeos que debían efectuarse previos a la invasión, permitiendo a Cuba salvar así dos de los cuatro cazas “Sea Fury” de que disponía, y otros T-33; luego cambió el sitio del desembarco, lejos de pueblos y aeropuertos que pudieran ser capturados en las primeras horas, y suspendió el vital apoyo aéreo y de pertrechos, todo esto contemplado en el plan original de Eisenhower.
A súplicas del Almirante Burke, negó rotundamente que los aviones norteamericanos volaran sobre la zona de invasión y que ni siquiera una descarga naval de su cercana flota atacara las formaciones comunistas. El inepto e irresponsable Presidente Kennedy arruinó por completo los cuidadosos planes militares del general de cinco estrellas, y abandonó cruelmente a la brigada ante las hordas comunistas.
Miles de milicianos fueron enviados y pudieron llegar sin tropiezos al área de invasión; y los escasos bombarderos B-26 de la brigada, sin poder utilizar un aeropuerto local, sólo podían actuar pocos minutos sobre el teatro de operaciones antes de emprender el largo viaje de regreso a Centroamérica, siendo, además, fáciles presas para los aviones cazas que los comunistas cubanos habían podido salvar. La prometida cobertura aérea, brilló por su ausencia. Tres días más tarde, todo estaba perdido.
El “valiente” líder de la revolución, el farsante Fidel Castro Ruz, se trasladó a la zona una vez que quedó aplastada la invasión, trepándose a un tanque T-34 del ejército rebelde (casi se cae cuando el carro de combate arrancó en sus esteras). Los medios de prensa tomaron fotos y filmaron unos minutos, apareciendo su “corajuda imagen” en todos los laudatorios noticieros cubanos hincados ante el “heroico” líder defendiendo en el campo de batalla a la revolución; algo muy parecido a las fotos de Mao Tse-tung y Zhou Enlai, tomadas en la “retaguardia lejana”, detrás de las miles de milicias chinas que cruzaron el río Yalu en 1950 para defender a la moribunda Corea del Norte de Kim-Il-sun al borde de la derrota.
Los comunistas, recordemos, son muy proclives a repetir lo mismo. Así, el líder de la revolución cubana apareció en todos los cines y noticiarios de la televisión nacional, siendo avistado “gallardamente” en su tanque T-34.
Pero la mayoría del pueblo cubano ya estaba despierto del iluso sueño revolucionario, y todos recordaban que en la Sierra Maestra, el “Máximo Líder” siempre aparecía con su rifle de mirilla telescópica —de su exclusivo uso—, el cual, como todos los rifles con ese aditamento, se utilizaba para disparar de lejos, “desde muy lejos” del enemigo.
Felipe Lorenzo
Hialeah, Fl.
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