Elá vivía en un humilde poblado africano, junto con su hermano Ekoho y sus padres. Eran muy pobres y apenas tenían algo para comer. A menudo se acercaban al río que atravesaba el bosque para pescar. Y otras veces, Elá acompañaba a su padre para realizar diferentes tareas.
Era domingo, y tras una agotadora mañana cortando madera junto a su padre, Elá pidió algo de comer.
– Ya lo siento, hijo, pero hoy no tenemos nada– dijo apenada su madre.
Elá tenía mucha hambre, y se le ocurrió salir de pesca junto a su hermano para llevar algo de comida a casa:
– No podemos ir en domingo al bosque, no es nada prudente- protestó su hermano.
Aún así, le acompañó. Fueron recogiendo pequeñas lombrices por el camino para usarlas como cebo. Y cuando llegaron al río, lanzaron sus anzuelos hecho con espinas de puercoespín.
Pasaron los minutos, y las horas, bajo una asfixiante y calurosa tarde. Ekoho empezaba a impacientarse, y estaba cansado.
– ¡Vámonos ya, hermano! No conseguimos pescar nada… Es domingo, y Dios nos castiga por trabajar tanto.
– No digas tonterías, hermano… es cuestión de esperar.
La impaciencia del hermano en ‘El pescador paciente’
Pero el tiempo seguía pasando y lo único que consiguieron pescar fue una rana.
– ¡Se acabó! Yo me voy ya -dijo enfadado Ekoho- Y me voy, vengas tú o no. Si quieres malgastar tu tiempo, tú verás.
El hermano mayor se fue y Elá, al que se le habían acabado los gusanos, usó la rana como cebo. Volvió a lanzar su anzuelo y se sentó junto a la orilla del río a esperar. Y al cabo de una o dos horas, vio acercarse una enorme boa, que atraída por aquella rana, picó en el anzuelo. Elá tiró del hilo a toda prisa y decapitó con agilidad a la serpiente. ¡Era enorme! Con ella podrían cenar los cuatro. Muy contento, se fue a casa para compartir su pesca con todos.
Reflexiones sobre esta fábula
La vida está llena de obstáculos y tenemos dos opciones: darnos la vuelta o enfrentarnos a ellos. Pero una vez escogida la segunda opción, también tenemos dos posibles actitudes… perseverar o rendirnos:
• No te rindas: La paciencia, la constancia, la perseverancia, son palabras sinónimas en esta historia que nos recuerda que quien es capaz de creer y perseverar, obtiene recompensas. En este caso, en “El pescador paciente”, el hijo pequeño de la familia, Elá, decidió hacer frente al problema de la familia buscando una solución. ¿No tenían nada que comer? ¡Pues buscaría alimento! Esa fue la primera de sus grandes decisiones. Pero aún quedaba otra, la de perseverar.
• Quien no es capaz de esperar hasta el final, pierde una gran oportunidad: La figura del hermano mayor nos representa en todas las ocasiones en las que ‘nos rendimos’, caemos agotados y decidimos ‘tirar la toalla’ ante la frustración que genera dedicar tanto esfuerzo para nada. Cuando damos la vuelta y decidimos abandonar un proyecto, nos vamos sin terminar el trayecto, sin saber si lo hubiéramos logrado. Puede que no, pero… ¿y si la respuesta es afirmativa? Nos habremos quedado tan cerca.
• La generosidad de Elá: El protagonista de esta fábula africana, además de buscar la solución a un problema, no pensó únicamente en él, sino que además pensó en toda su familia, y quiso compartir su pesca con todos ellos, incluso con su hermano, que le dejó solo y decidió rendirse antes de tiempo. Una gran lección, un buen mensaje. Es como si el hermano menor dijera a su hermano mayor: “¿Ves?, sí que se podía… solo había que insistir. Pero lo mío es tuyo y mi trabajo también es para ti”. Un gesto hermoso de humildad y bondad.
Moraleja:
La clave del éxito está en la constancia. “Solo quien persevera y continúa en las dificultades, llegará a la meta”.
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