Capítulo VI
Por J. A. Albertini, especial para LIBRE
Generoso se torna grave. Extrae un cigarrillo “La Corona” y lo prende. Aspira con placer y exhala el humo por boca y nariz. Extiende el pomo vacío de compota rusa y le ordena a Felipito.
-Échame otro buche de aguardiente -ingiere un poco y moviendo la mano que aguanta el cigarrillo, sentencioso, le dice a Aquilino-. No veo ningún problema. Ella es la que te quiere; no tú a ella. Déjate querer y no te compliques la vida.
-¿Y mi honor de hombre casado? No debo permitir que Zenaida se haga falsas ilusiones. Además la carne es débil. Zenaida es tan cariñosa que a veces tengo miedo de mí mismo. ¡No, no la veré más y asunto concluido! Susanita no se merece una traición; ¡jamás me lo perdonaría! También sería un mal ejemplo para mi hija Patricia.
-Aquilino -y la voz de Generoso es convincente -tu esposa Susanita y tu hija Patricia están muertas. Aquí, en este cementerio yo las enterré. Sabemos lo mucho que las quisiste y lo mucho que quieres el recuerdo de las dos. Todo el barrio también las quiso. Pero están muertas -repite -y son un recuerdo.
-Sé que están cerca. Me acompañan a todas partes y aguardan por mí -Aquilino exclama.
El sepulturero y el ayudante cruzan una mirada de inteligencia y el primero pregunta con cierta desconfianza.
-¿Las has visto…?
-No tengo que ver para sentirlas junto a mí -declara con fervor místico.
-¡Ah!, yo creía… -Generoso se distiende en un suspiro.
-¿Qué creías? -Aquilino averigua.
-Que estabas viendo visiones -el enterrador responde con naturalidad.
-Los hombres de fe como yo, no necesitan ver o imaginar cosas para estar convencidos de la prolongación de la vida.
Felipito, pensando en los padres fallecidos, expresa con emoción.
-¡Qué lindo tú hablas!
-¡Qué clase de chipojo! -Generoso tercia bruscamente. -¿Dónde…? ¿Dónde…? -Aquilino se anima y esgrime su navaja.
-Allí, en la tierra -Generoso extiende la mano derecha.
-¡Verdad que está lindo! -Aquilino admite y sin perder de vista los movimientos del reptil, alza la navaja y la tira con velocidad certera.
-¡Coño! ¡Lo clavaste contra la tierra! -Felipito se maravilla.
El lagarto, alcanzado en mitad del cuerpo, abre y cierra las fauces en sufridos movimientos convulsos que decrecen con la extinción de la vida.
-¡Qué rápido cambia de color! De verde se está poniendo gris -Felipito anota.
-Es que se murió -Aquilino atestigua y extrae la hoja de la navaja del cuerpo del animal.
-A veces no te entiendo. Te pasas la vida con una biblia en el bolsillo. Hablas de amor, perdón y religión, pero no hay lagartija o chipojo que se te escape en el cementerio. Lagarto que ves, lagarto que matas, aunque después lo entierres y le reces un Padre Nuestro -Generoso cuestiona.
-Ayudo al mejoramiento de la creación acelerando el proceso de la metempsicosis.
-¿Metem… qué…? -el enterrador pone cara de sorpresa.
-Metempsicosis -repite con aires de sabiduría.
-¿Y qué mierda es eso…?
-Más o menos quiere decir que las almas van de un cuerpo inferior a otro superior. Cada vez que mato a un lagarto estoy liberando esa alma. Se imaginan -explica eufórico -que el alma de este chipojo reencarne en una paloma, perro o persona. ¡Eso sí que es un paso de avance!
-Pero tú nada más matas lagartijas -Generoso argumenta.
-Según el concepto que tengo de la creación, los reptiles son los animales más traidores y menos inteligentes de todos los que pueblan la tierra. Una serpiente fue la que tentó a Adán y Eva para que perdieran el derecho a vivir en el paraíso.
-Nunca te he visto matar un majá o jubo -Generoso recuerda.
-Lo he hecho. Lo que pasa es que en este cementerio no los hay.
Felipito que atentamente ha seguido el diálogo prorrumpe jubiloso.
-¡Cojones Aquilino!; ¡mira que eres inteligente!¿Quieres que abra el hueco para enterrar el chipojo?
Aquilino frunce el ceño. Medita por unos segundos y a la postre decide.
-No; lo voy a meter en un pomo con alcohol. Es uno de los chipojos más grande que he visto.
-¿Y el alma…? -Felipito se preocupa.
-El alma de este ser nada tiene que ver con la envoltura. En estos momentos posiblemente esté entrando en un cuerpo superior.
-Verdad que en este mundo cabrón hay dulces para todos
-Generoso reconoce filosóficamente y apura un trago de aguardiente.
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