Era la mejor época del año para nosotros, para los muchachitos, para los cubanitos.
Emocionados recibíamos los dos acontecimientos más esperados durante el año entero: Las Navidades y la Liga invernal del béisbol cubano.
Las dos preguntas que consumían todo nuestro interés eran: ¿Qué nos traerían los Reyes Magos y quienes conformarían los equipos de nuestras preferencias?
El invierno más feliz de mi vida fue motivado porque coincidió el recibir una bicicleta nueva y que el Almendares contrató al glorioso primera base Rocky Nelson.
Imagínense mi alegría: Yo montado en mi Niagara, y el zurdo mascador de andullo metiendo jonrones a diestra y siniestra, acompañado por Roberto Ortiz, Willy Miranda, Tony Taylor, y dirigidos por Bobby Bragan.
En el barrio muy contentos también estaban el Habanista Felix Alberto Garces con el jonronero Edmundo Amorós y con el pitcher Wilmer Mizell; muy feliz andaba el simpatizante del Cienfuegos, Luis Bin, con el mejor dúo de lanzadores que vi en mi vida: Camilo Pascual y Pedro Ramos. Y los muchachos del Marianao tenían a Miñoso haciendo bailar el Cha cha chá a todas las bolas que les lanzaban.
Alrededor del parque todos los portales exhibiendo y vendiendo cientos de juguetes.
Las vidrieras de los negocios iluminadas y adornadas con alegorías navideñas. Arbolitos y pesebres por doquier.
La radio y la televisión tocando música festiva. Las Iglesias repicando sus campanas, el olor a lechón asado inundaba todos los pueblos de la nación.
En mi terruño Cheo Matienzo con su orquestica tocando de puerta en puerta canciones navideñas.
Mientras en la radio con tremenda alegría escuchamos a Felo Ramírez con emoción narrar: “Agapito Mayor lanza tremenda curva, Pedro Formental la batea y ¡la bola se va, se va, y se fue de jonrón!”
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