Por José “Chamby” Campos
Por años Miami fue una de las plazas más importantes dentro del boxeo mundial. Artistas, políticos, empresarios, celebridades, figuras del bajo mundo y atletas de otras especialidades hicieron de esta ciudad “El Templo” del deporte de los guantes y las narices chatas.
Desde principio del siglo pasado hasta la fecha han hecho su residencia aquí los grandes del boxeo. Inclusive en la actualidad una vasta mayoría de los púgiles que son campeones o retadores inminentes viven por estos lares.
La historia boxística de Miami está atada al mundialmente aclamado “5th Street Gym”. Un gimnasio corrido por muchos años por los hermanos Dundee, Chris el promotor y Angelo el entrenador, por donde entrenaron docenas de campeones legendarios; Cassius Clay antes de ser Muhammad Ali, George Foreman, Jimmy Ellis, Luis Manuel Rodríguez, Ultiminio Ramos entre otros.
El 27 de febrero de 1929 se llevó a cabo una pelea entre los pesos completos Young Stribling y Jack Sharkey como una eliminatoria para reemplazar al retirado campeón Gene Tunney. Las razones principales de que el pleito fuera celebrado en Miami eran el clima y la cantidad de espacio.
Más tarde en febrero 25 de 1964 el boxeo descubriría un nombre sorprendente. Ese día el campeón de los pesos completo Sonny Liston se enfrentó a un joven llamado Cassius Clay. El retador salió victorioso y ambas carreras tomaron rumbos opuesto. Liston jamás se recuperó de aquella derrota y Clay se convirtió en Muhammad Ali.
Sin embargo, existió un combate en noviembre 12 de 1982 que quedó grabado para la historia y cementó la leyenda de nuestra ciudad. Un evento que reunió varios elementos que lo hicieron icónico.
Ese pleito se inició con una llamada del campeón mundial de los pesos ligeros Alexis Arguello al promotor cubano Walter Álvarez que era su amigo. El monarca le comentó que Top Rank quería presentar una pelea de campeonato en Miami y le confesó que él participaría solamente si Walter era el que montaba el espectáculo.
El nicaragüense era en ese momento una de las atracciones más codiciadas del deporte pues tenía en su posesión 3 fajas mundiales y buscaba ser el primero en obtener un cuarto campeonato. Hay que recordar que en esa época solo existían 11 divisiones. Hoy en día hay 17 en total porque muchas de esas clasificaciones han sido divididas.
El contrincante para ese pleito era el rey de los pesos Welter Jr., Aaron Pryor. El nativo de Ohio, que hasta hoy en día muchos expertos lo consideran el mejor de todos los tiempos en esa división, estaba invicto y llevaba en su resumé victorias sobre Tommy Hearns y Hilmer Kenty.
Para el joven promotor era un sueño hecho realidad, pero el reto era fuerte ya que la cantidad de dinero requerida era bien alta. También el lugar donde se llevaría a cabo tenía que ser inmenso por la expectativa del evento.
Álvarez formó un grupo de 10 profesionales cubanos, jóvenes en su gran mayoría, que aportaron entre todos un millón de dólares; lo cual era una cantidad bastante substancial para esa etapa y en especial que todos eran exiliados que comenzaban a triunfar en sus carreras.
De ese grupo hay que destacar que uno llegó a ser el líder del partido Republicano en la Florida, otro asesor del presidente Ronald Reagan, otro llevó a su compañía pública y después fue administrador de la ciudad de Miami, otro creó una de las compañías de publicidad más exitosas de Miami y los otros cuatro fueron y siguen siendo reconocidos contratistas. Tres de ellos desafortunadamente han fallecido.
El día de la pelea no decepcionó. Toda la propaganda y las preparaciones cumplieron su cometido. La noche presentó la famosa luna miamense en todo su esplendor. La temperatura, gracias a la fecha en que se realizó, fue muy agradable.
Las celebridades comenzaron a llegar desde temprano. En primera fila se encontraba el actor Dustin Hoffman. También estuvieron presente el legendario Henry Amstrong, el ex-campeón mundial Jake LaMotta y su esposa Vikki, el peso completo Gerry Cooney que acababa de perder frente a Larry Holmes, el campeón panameño Eusebio Pedroza y el campeón de los ligeros medios Davey Moore. También se encontraba Sugar Ray Leonard quien actuó como comentarista para la televisión y el ídolo cubano Florentino Fernández que actuó en la esquina de un participante llamado Johnny Torres.
Por su parte el público respondió cuando alrededor de 28,000 personas se dieron cita en el Orange Bowl para presenciar el espectáculo nocturno.
La calidad de los boxeadores en los choques previos a la estelar es otra de las razones por la cual esta cartelera es inmortal. El ex-campeón ligero Alfredo Escalera derrotó a Maurice Watkins quien era un excelente peleador en ese momento. El capitán del equipo americano de las olimpiadas del 1976 Howard Davis venció al ex-campeón ligero Claude Noel. Finalmente, esa noche vio el regreso al cuadrilátero del inmenso Roberto Durán cuando derrotó a Jimmy Batten.
El choque entre los protagonistas no se hizo esperar y desde el campanazo inicial la acción fue inmediata. Pryor con su estilo furioso y ofensiva constante mantuvo al Flaco Nicaragüense extremadamente ocupado a la defensiva. Tal parecía que el campeón era el retador. Al mismo tiempo Argüello conectaba buenos contragolpes.
Finalmente, en el onceno el centroamericano, que sin duda era el favorito del público, paró a la fanaticada con unos golpes que parecían que tumbarían a Pryor.
En el decimocuarto round Argüello bajo una lluvia de golpes cayó a la lona para no levantarse de nuevo.
Como todo evento famoso este también tuvo su momento de duda y crítica cuando en la esquina de Pryor le fueron a administrar unos líquidos de una botella y su entrenador ordenó que le dieran de otra.
Esta acción siempre a nublado la victoria del afroamericano pero Argüello con su clase jamás la mencionó como excusa a su derrota.
Cuarenta y un años han pasado desde que ese evento ocurrió. Ya el Orange Bowl no existe y Argüello y Pryor fallecieron en situaciones dudosas.
También marchados de esta vida terrenal están los empresarios inversionistas del proyecto Roberto Cambó, Manuel González y Jorge De Cárdenas junto al inolvidable maestro de ceremonia Héctor Salazar.
A pesar del tiempo, quedan grabado la confianza que tuvo el joven inmigrante nicaragüense en su amigo el también exiliado cubano. El esfuerzo de un grupo de soñadores de montar un show digno de Miami y por último el agradecimiento de una ciudad que nunca olvidará la pelea Argüello-Pryor.
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