MARTA ABREU

Written by Libre Online

21 de noviembre de 2023

Sus obras benéficas en Santa Clara. –Cuantiosas aportaciones para las armas cubanas durante la Guerra de Independencia. –Su matrimonio con Luis Estéves. –Opinión sobre Marta Abreu del Generalísimo Máximo Gómez.

Por Pedrín Pérez García (1950)

Las páginas de nuestra historia recogen un crecido número de nombres de excelsas mujeres que pletóricas de sacrificio en un aspecto u otro, rindieron ruda y encomiástica, labor en favor de la independencia cubana. Ahí tenemos a Candelaria Acosta (Cambula), la guajirita de “La Demajagua” ayudando a Carlos Manuel de Céspedes en los preparativos que desembocaron en Yara y confeccionaron rápidamente la bandera del Diez de Octubre. Allí 

tenemos a Candita Figueredo, la abanderada de Bayamo, hermana del inmortal Perucho del Himno Nacional. Allí tenemos a Inés Murillo confeccionando escarapelas y la bandera de Narciso López, con la cual se levantaron en los campos de Manicaragua en armas los villaclareños en 1869. Allí está Mariana Grajales mandando a sus hijos uno tras otro, a luchar en la manigua heroica. Allí tenemos a Carmita Gutiérrez, consagrada a la revolución del 95. Y tantas y tantas otras que en este instante se nos escapan de la memoria. 

Entre el cúmulo magnífico de esas excelsas mujeres, resalta, descuella por sus cuantiosas donaciones para las armas cubanas en la guerra de independencia la villaclareña Marta Abreu y Arencibia. Tanto de Marta Abreu como de todas las demás cubanas que lucharon por la independencia de Cuba muy poco se sabe. 

La mayoría del cubano no conoce en detalles la labor que desempeñó la mujer nuestra en las gestas emancipadoras. Sabe, conoce minuciosamente la vida de los inmortales que produjeron el gesto heroico como Céspedes, Agramonte, Martí, Maceo, Máximo Gómez, etc., pero no conoce el sacrificio, la abnegación, –cualidades sobresalientes de la mujer cubana–, la labor infatigable de la mujer cubana que hay detrás del gesto heroico que sin ellas es difícil que se pueda producir. 

Así sucede con Marta Abreu, se sabe que fue una gran benefactora villaclareña y que donó dinero para las armas cubanas, pero el pueblo en general ignora las grandes cantidades que donó. Ignora los nobles motivos que animaron siempre su conducta y la trascendencia de su obra. Es por ese motivo que nosotros hoy a 178 años de su nacimiento (13 de noviembre de 1845), nos enfrasquemos en este trabajo para aportar, modestamente, los conocimientos que sobre su vida tenemos. 

Nuestra publicación hace lo mejor para divulgar lo más posible entre nuestro pueblo, la labor y la vida llena de desprendimiento y de bondad de Marta Abreu, que si mucho quiso a Villa Clara su terruño, su patria chica, demostró cabalmente que tanto o más quiso a Cuba su patria grande al realizar tantas gestiones patrióticas y donar tanto dinero para que en esta isla del Caribe ondeara soberanamente la bandera de la Estrella Solitaria, la de Narciso López, que bajo su dirección confeccionó otra mujer cubana. 

Comencemos narrando todo lo que hizo primero por Villa Clara y después por Cuba.

–II–

El amor por hacer el bien a sus semejantes, por ayudar a los que nada poseen, lo hereda Marta de sus progenitores. Ellos son los que dan el ejemplo, son los que marcan la pauta con el transcurso de los años, esa filantropía se desborda de una manera extraordinaria en Marta Abreu, como veremos más adelante.

Al morir Don Pedro Abreu, padre de Marta, deja establecido en su testamento que se disponga de veinte mil pesos para la construcción de un colegio para niños pobres que llevará el nombre de San Pedro Nolasco. Es en el año de 1881 cuando comienza la labor benefactora de la familia Abreu con la construcción de dicho colegio. El 31 de enero de 1882, aniversario del natalicio de Don Pedro Abreu se inaugura. Su costo asciende a mucho más de los veinte mil pesos, el resto lo ponen las tres hermanas, Rosa, Marta y Rosalía.

El mismo día que se inaugura el colegio, cuyo edificio se ha construido en el barrio del Condado, Marta le dice a su esposo, don Luis Estévez y Romero que tiene el propósito de trasladarlo para su residencia particular, la gran casona situada en Carmen número tres, porque es un lugar más espacioso y así se les podrá dispensar enseñanza a mayor número de niños pobres. Esa misma noche conviene con Luis en que esa casa: Carmen, número tres, construida expresamente por don Pedro para residencia de la familia, debe ser donada a los pobres de Santa Clara.

Al otro día de inaugurarse el Colegio San Pedro Nolasco aparece en el periódico “La libertad” de Villa Clara el anuncio de que la matrícula del Colegio podrá ampliarse porque Marta, conjuntamente con sus dos hermanas, ha dispuesto la construcción de dos aulas más.

Antes de partir para La Habana, donde desde hace varios años reside la familia Abreu, visitan la Casa de la calle Sancti Spíritus, donde nació Marta. Allí, Luis concibe la idea de plantearle a Marta que con esa casa debe de realizar algunas obras de caridad. Enseguida se ponen de acuerdo Marta Abreu establecerá en la ciudad una escuela para niños de color. La casa no es apropiada y deciden que la escuela se instale en otro lugar y que sus gastos se cubran con las rentas de esa casa y de otras que posee en la misma calle de Sancti Spíritus. Al poco tiempo desde La Habana, Marta da órdenes para que por su cuenta se establezca en la calle San Agustín el colegio para niños de color. Se le da el nombre de “La Trinidad”. Se nombra director a don Agustín Jóver.

Transcurren varios meses y muere la madre de Marta, doña Rosalía Arencibia, en octubre de 1882. En su testamento, al igual que su esposo, dispone que se empleen veinte mil pesos en establecer un colegio para niñas pobres. Esos veinte mil se transforman en noventa mil pesos porque las tres hermanas acuerdan donar esa cantidad para la construcción del edificio de escuela para niñas que recibirá el nombre de Santa Rosalía para el mantenimiento de éste y del Colegio San Pedro Nolasco y para adaptar el edificio que ocupaba este último en asilo de ancianos que llevará el nombre de San Pedro y Santa Rosalía. 

El domingo primero de septiembre de 1883 se lleva a cabo el traslado del Colegio. Queda instalado en un gran edificio. Marta y Rosalía van expresamente a Santa Clara en unión de sus esposos, los doctores Estévez y Sánchez Toledo para inaugurarlo. El asilo San Pedro y Santa Rosalía queda abierto al público el 26 de diciembre de 1883.

Ahora quiere Marta dotar a Santa Clara de un gran teatro, pero quiere hacer una obra benéfica, es decir, que sus productos se dediquen al mantenimiento de escuelas y del asilo de ancianos. Quiere que se construya frente al parque en el lugar que ocupa la antigua ermita de la Candelaria, que hoy es cuartel de bomberos. Se dirige al ayuntamiento proponiéndole el canje de ese terreno por otro de su propiedad, donde se compromete a construir un edificio que será destinado a cuartel de bomberos, Jefatura de Policía y una parte a un colegio que recibirá el nombre de “Conyedo”. El ayuntamiento acuerda aceptar la solicitud relativa al teatro en sesión celebrada el 28 de diciembre de 1883. Marta personalmente ha realizado estas gestiones en relación con el teatro. Enseguida comienzan las obras. 

El ingeniero encargado de su construcción es Herminio C. Leiva. El proyecto es original del doctor Estévez. Camilo Salaya tiene a su cargo la pintura del teatro. Mateoli es el adornista. Bossi el tallista. A cargo de Manuel Arias está la pintura escenográfica. El costo del teatro asciende a más de ciento cincuenta mil pesos. El Teatro La Caridad se inaugura el 8 de septiembre de 1885. Ya los pobres tienen una institución que sus productos se invierten en su 

bienestar. En el frontispicio del soberbio edificio, hay una lápida de mármol que tiene una inscripción que reza así: “Erigido por doña Marta Abreu de Estévez para socorrer en memoria de sus padres a los pobres de Santa Clara”.

En el mes de mayo de 1889 se termina la construcción del edificio para la Jefatura de Policía, cuartel de bomberos y escuela “Conyedo”. Su inauguración se verifica el 20 de mayo del propio año. Marta y Luis, como siempre, desde La Habana van a Santa Clara para asistir a los actos de inauguración.

En uno de los viajes de Marta a Santa Clara, con ocasión de inspeccionar las obras del Teatro La Caridad en diciembre de 1884, ella y su esposo lanzan la idea de rendirle un homenaje a los benefactores: Juan Martín de Conyedo y Francisco Antonio Hurtado de Mendoza mediante un obelisco que perpetúe el recuerdo de tan preclaros patricios. A mediados de 1885 se coloca en el parque central el atractivo monumento construido en Filadelfia. Tiene una inscripción que reza así: “A la imperecedera memoria de los virtuosos sacerdotes e insignes patricios, don Juan Martín Conyedo y Don Francisco Hurtado de Mendoza dedica este monumento la gratitud del pueblo de Santa Clara, 1886”.

Al siguiente año, en 1887, lleva a cabo Marta Abreu una extraordinaria obra para las pobres lavanderas de Santa Clara. Se construyen cuatro lavaderos.

Ahora las lavanderas no tendrán que lavar bajo el sol en incómoda posición a la orilla del río. Ahora podrán lavar con todas las comodidades posibles. Cada una recibe el nombre del lugar donde está situado, así tenemos el lavadero de la Pastora, el del Puente, el del Carmen y el del Condado.

No satisfecha por todo el bien que ha prodigado a su ciudad natal, su más vehemente deseo es hacer aún más. Ahora quiere cambiar el antiguo alumbrado de Santa Clara, que era de gas por uno moderno de luz eléctrica. Marta encarga al licenciado Arencibia al comenzar el año 1894 para que del Municipio solicite la autorización para instalar la planta eléctrica y el alumbrado. El 15 de mayo del propio año comienzan los trabajos, el 28 de febrero de 1895 se inaugura la planta eléctrica y el nuevo alumbrado. Para la planta donde se instalan todos los aparatos mecánicos que producen la electricidad, se ha levantado un bello edificio de dos pisos frente a la estación del ferrocarril.

El mismo día que se inaugura la planta eléctrica, se inaugura el dispensario “El Amparo”, cuyo costo ha corrido todo por cuenta de Marta: $ 6,500. El dispensario médico se instala en el lugar que ocupó la Feria –Exposición de 1889. Para la construcción de ese edificio contribuyeron en gran parte las hermanas Abreu. 

–III–

Con lo que le donó a Santa Clara, queda plenamente evidenciado el amor profundo que sentía Marta Abreu por su terruño. Pero ahora viene otro aspecto interesantísimo de su vida y generalmente muy poco conocido. Esta etapa de su vida demuestra cabalmente su gran amor por Cuba. Tanto aquel como este, inspirado por el gran amor que sentía por sus semejantes, su filantropía se desborda tanto por su patria chica como por su patria grande. Todos los cubanos que tenían ideas liberales se hacían sospechosos para los gobernantes de la colonia. En esta situación estaban Marta Abreu y Luis Estévez. 

Al estallar la revolución de 1895 que dio al traste con la dominación española gracias al esfuerzo aunado de Martí, Gómez y Maceo, doña Marta y Don Luis, para evitar cualquier hecho desagradable en relación con sus personas, deciden marcharse para Francia. Embarcan para la cuna de la libertad el 16 de junio de 1895. En cuanto llegan a París, enseguida entran en contacto con los cubanos que allí se encargan de elaborar en favor de las armas cubanas. Estrechan fuertes lazos de amistad con el médico puertorriqueño Ramón Emeterio Betances, respetable figura antillana que representa a los cubanos en la Ciudad Luz.  

Ya en diciembre de 1895 Marta Abreu y Luis Estévez se encuentran laborando en favor de la independencia cubana y en el año 1895 comienza a realizar Marta sus grandes, efectivas, oportunas y valiosas donaciones para la causa cubana. Si el pensamiento de Martí y su labor armonizadora, el carácter recio y duro de Máximo Gómez y el machete de Maceo fueron indispensables para el triunfo de la revolución, indispensables fueron también las cuantiosas donaciones en dinero que hizo para la revolución la excelsa villaclareña. 

Desde París, envía el 14 de enero de 1896 a Don Tomás Estrada Palma, delegado del Partido Revolucionario Cubano un giro por valor de $3,000. No lleva su nombre. Lleva el simbólico, de Ignacio Agramonte. Y en el transcurso de este mismo año hace las siguientes contribuciones para las armas cubanas: el 26 de febrero envía dos giros, uno de $4,000 en su nombre y otro de $1,000 a nombre de su hijo Pedrito, con el seudónimo de Jimaguayú. El primero de abril envía $4,000 más. En el propio mes de abril, arriba a las costas francesas, el general Rafael Cabrera, lleva la comisión de Tomás Estrada Palma de recolectar fondos para la guerra entre los residentes cubanos en ese país.

 En cuanto Marta tiene conocimiento de la misión encomendada al general Cabrera, se suscribe con un cheque de cincuenta mil francos. Antes de abandonar París, el general Cabrera, Marta y Luis le obsequian con un almuerzo de despedida al que también asiste Carlos de la Torre.

Con el año 1897 llegan a París los rumores de la muerte del General Antonio Maceo. Si esto es cierto, las armas cubanas habrán recibido rudo golpe, piensan los exilados en París. Entre ellos Marta Abreu, quien enseguida le pasa un cable a Don Tomás expresado en los términos siguientes: “Diga si es cierto de esa desoladora noticia. Cuente diez mil pesos. Adelante”. Esto sucede el 9 de enero, enviando ese mismo día $1,000 a nombre de Jimaguayú. Además de mandar los diez mil ofrecidos a Tomás Estrada Palma, contribuye con treinta mil más el propio día 9 de enero.

 En septiembre del mismo año, al conocer el fracaso de una expedición que se encaminaba hacia las costas de Pinar del Río, envía otros diez mil pesos. El primero de enero de 1898, Marta Abreu envía diez mil a Estrada Palma con el general Eugenio Sánchez Agramonte el 12 de febrero. Por giro le envía $4,000 el 17 de mayo $6,000.

Cuando la reconcentración ordenada por el General Weyler, Marta no se olvida de Villa Clara y al padre Chao, cura párroco, le envía grandes cantidades de dinero para socorrer a los hambrientos reconcentrados.

Después de varios años en el exilio parisino, Marta, Luis y Pedrito llegan a Nueva York el 18 de junio de 1898. Allí sostienen entrevistas prolongadas con Estrada Palma y otras grandes figuras cubanas. La mayor parte del tiempo lo pasan en Filadelfia, desde donde el 10 de octubre del mismo año Marta le envía $5,000 a Estrada Palma para que lo invierta en víveres y ropas para los mambises.

–IV–

Nace Marta Abreu el día 13 de noviembre de 1845 en una vieja casona de la calle de Santi Spíritus en la ciudad de Santa Clara. Son sus padres, Don Pedro Abreu y Doña Rosalía Arencibia. Hereda aquel bastante dinero de su padre, don Manuel Abreu, inmigrante canario que a fuerza de trabajar ha levantado respetable capital y además se le ha conferido un título nobiliario, el de Vizconde de Los Remedios. No obstante, Pedro Abreu, hombre emprendedor en vez de conformarse con lo heredado, con cuya cantidad podría haber vivido bien por todo el resto de su vida, con su espíritu de trabajo y de lucha, logra acumular una de las fortunas más grandes de Cuba.

Ya con un capital de esa índole, la familia Abreu decidió trasladarse para La Habana. A la sazón, Marta tenía alrededor de 29 años de edad. Don Pedro Abreu compra en La Habana una lujosa residencia situada en el paseo del Prado número 72. Ya instalados en la nueva morada, ofrecen una grandiosa fiesta a la sociedad habanera. Es en esa fiesta donde Marta conoce a Luis Estévez y Romero el que habría de ser su esposo.

Comenzaron las relaciones amorosas de Marta y Luis, pero don Pedro y doña Rosalía no 

llevaban gusto con el noviazgo debido a la diferente posición económica de ambos. Tuvieron ellos que ir a casarse en Santa Clara, a cuya boda no asistieron los padres. Fue con el nacimiento del hijo de Marta, Pedrito, que los padres de ella comenzaron a estrechar lazos de afecto con el elegido de la segunda de sus hijas, los padrinos de la boda fueron Rosa, hermana mayor de Marta y su esposo Santiago Contreras.

Marta Abreu en el período que ya hemos narrado bastante detalladamente en párrafos anteriores en que hace cuantiosas donaciones a Santa Clara le imprime a su ciudad natal de 1881 a 1895 un incalculable adelanto. Desde el mes de junio de 1895 hasta junio de 1898, dura su exilio en París. En esos tres años, como también hemos visto en párrafos precedentes, las donaciones son cuantiosas y de un valor inapreciable. 

Marta Abreu es la mayor donante del Ejército mambí, además de su contribución económica, ella, en unión de su esposo, realizan importantes gestiones entre los exiliados para engrosar los fondos de la revolución. Luis Estévez, por su parte, dedica toda su inteligencia, toda su capacidad en propagar los anhelos independentistas del pueblo cubano por medio de la prensa, con el objeto de recabar el apoyo internacional para la causa cubana. Esta propaganda se realiza en periódicos que Marta contribuye para su publicación.

Cuando Marta, en unión de Luis y de su hijo, regresa a los Estados Unidos tras haber pasado aquellos tres fructuosos años parisinos de cuantiosas donaciones para las armas cubanas, conoce personalmente a don Tomás Estrada Palma. Horas y horas se pasan Don Tomás, doña Marta y Don Luis hablando de las cosas de Cuba. Es en ese viaje a los Estados Unidos cuando contrae matrimonio Pedrito Estévez Abreu con la bellísima cubana Catalina Lasa.

El 7 de febrero de 1899 están nuevamente en La Habana. Su señorial residencia de Prado 72 es visitada frecuentemente por todas las descollantes figuras de la 

revolución. El Generalísimo, Máximo Gómez, entre ellas. 

En una comida íntima que los esposos Estévez Abreu le brindaron al incomparable dominicano, el villaclareño Agustín, joven asistente, también le preguntó a Máximo Gómez que cuál era su posición sobre Marta Abreu. El Generalísimo les respondió: “No saben ustedes los villaclareños, los cubanos todos, cuál es el verdadero valer de esta señora, quien lo sabe bien es Don Tomás Estrada Palma. Vayan y pregúntenle qué significación patriótica alcanza la ilustre Marta. Si se sometiera a una deliberación en el Ejército Libertador, el grado que a dama tan generosa habría de corresponder, yo me atrevo a afirmar que no hubiera sido difícil se le asignara el mismo grado que yo ostento”.

Terminada la guerra cubano-hispanoamericana, el Gobierno de los Estados Unidos nombra al general Leonardo Wood Gobernador General de Cuba. Wood designa secretario de Justicia a Luis Estévez. Éste desempeña una gran labor al frente de esa Secretaría. Importantes reformas se deben al doctor Estévez, que es un brillante jurisconsulto. A los pocos meses de desempeñar el alto cargo presenta su renuncia, su salud no le permite el intenso ajetreo político y además tiene que atender personalmente los intereses de Marta.

En 1901 ya está Cuba en franca actividad política. Tomás Estrada Palma es postulado candidato a la Presidencia de la República. Para la candidatura vicepresidencial suenan varias figuras de relieve, entre ellas Luis Estévez. El viejo Máximo Gómez, gran elector en esa oportunidad se decide por él, pero Estévez no quiere aceptar. Máximo Gómez le visita varias veces y después de prolongadas entrevistas, acepta la nominación vicepresidencial. En las 

elecciones, Don Tomás y Don Luis no tienen contrarios, pues el General Bartolomé Masó Márquez ha retirado su aspiración presidencial. 

Luis Estévez ocupa la vicepresidencia hasta el momento en que él y su esposa Marta consideran que el Gobierno de Estrada Palma tomaba rumbos que perjudicaban la estabilidad de la República aunque convencidos ambos de la buena inspiración de Don Tomás. Por esos tiempos, Marta y Luis casi siempre se encontraban residiendo en su central azucarero San Francisco, situado en las inmediaciones de Cruces. Desde el apartado lugar vinieron a La Habana para entrevistarse con el Presidente de la República y darle sus más nobles consejos y manifestarle sus más caros anhelos en relación con la nacionalidad nueva. A los pocos días renunciaba Luis Estévez, su alto cargo.

A las pocas semanas embarcan doña Marta y Don Luis para Francia, establecen su residencia en París. En diciembre de 1908 empeoran los males estomacales de Marta, de los cuales hace tiempo que viene padeciendo. Los médicos llegan a la conclusión de que hay que intervenirla quirúrgicamente. Es apendicitis lo que tiene. Se verifica la operación, le sobreviene una septicemia y muere el día 2 de enero de 1909. 

En una oportunidad, estando Marta y Luis en la casona de vivienda de su ingenio de Dos Hermanas, al poco tiempo de estar casados, Luis hablándole a Marta, le expresa emocionado que si algún día le faltase su amor de cualquier forma que sea, él renunciaría a la vida. Estas frases se cumplieron. A los pocos días de morir Marta, Luis recurre al suicidio.

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