Capítulo IV
Por J. A. Albertini, especial para LIBRE
-Mandas a callar a esta atravesá o te parto la cara -el Jabao amenaza a Pepe.
-No la aconsejes que ella está muy pendejúa para saber lo que hace -Pepe, nervioso, trata de atenuar la participación de Teresita.
-¡Esta es tu última oportunidad! -el Jabao, con ínfulas de macho absoluto, plantea la disyuntiva.
-¡No quiero perderte! -Eloina gimotea.
-Entonces ya sabes lo que tienes que hacer -el militar es tajante.
Por algunos instantes un silencio, grávido de presagios definitorios, se apodera del ambiente.
-¡Me voy contigo! -Eloina rompe la tirantez. -¡Estás loca! -Teresita grita.
El Jabao con sonrisa victoriosa le tiende la mano derecha a la joven, pero acto seguido se torna huraño.
-Mira como tienes ese vestido; se te ven las tetas. Vas a tener que explicarme muy bien lo que hiciste con este come-mierda.
-¡Nada Jabao! Yo no hice nada. Él me obligó pero me defendí -Eloina reitera convincente-. Lo único que pudo hacer fue llenarme la ropa de baba -dice, mostrando con remilgos la tela arrugada del escote.
-Bien claro que vi como te chupaba una teta.
-¡Por mi madre te juro que no me acuerdo de nada! Solamente me defendí -se aferra a la versión.
-¡No te vayas! -Teresita no se da por vencida.
Eloina se abraza a la cintura del Jabao y con voz firme se despide de la hermana.
-No voy a renunciar a mi felicidad. Adiós; dile a mamá que la quiero mucho.
-¡Estás loca; loca de remate! -Teresita repite y acentúa.
El Jabao, a su vez, rodea los hombros de Eloina con el brazo derecho y la impele a caminar. Al pasar cerca de Teresita gira el rostro y le larga con golpe de aliento.
-Tú lo que necesitas, para que te refresques, es un macho como yo.
-¿Oíste Pepe? ¿Oíste lo que me ha dicho este hijo de yegua? -pierde los estribos y trata de golpear al Jabao. Pepe la toma por los brazos y la inmoviliza. -No le hagas caso -alega conciliador.
-¡Es que este cabrón me ha insultado…! Y de paso a ti también.
Pepe titubea e intenta una justificación.
-Tú fuiste la primera en provocarlo.
De un tirón Teresita se libera de las manos del hombre. Lo mira de hito en hito y ofendida explota.
-¡Qué clase de penco eres!
-¡No me faltes el respeto!
Teresita le da la espalda y a paso vivo se aleja.
-¡Teresita…! ¡Teresita, espérame! -Pepe clama y al no obtener respuesta corre tras ella.
Tumbado en la tierra Felipito es testigo de la escena. Ve como el Jabao y Eloina se pierden en la noche y escucha, el cada vez más débil, reclamo de Pepe: «Teresita espérame; deja que te explique…»
Una rabia frustrante le humedece los ojos. La mandíbula le duele y en la boca tiene sabor a sangre. Con pesadez se incorpora. Las sienes le laten pero el escozor mayor lo aporta el recuerdo de las palabras de Eloina: “Él me obligó… lo único que pudo hacer fue llenarme la ropa de baba”.
-¡Puta! -el calificativo se nutre de lágrimas, sangre y saliva.
La oscuridad lo cerca y el canto lejano de una guaracha le llega con ritmo de abandono. Vacilante camina al encuentro del asfalto iluminado.
***
Generoso y Felipito cavan una tumba. El firmamento está limpio de nubes; hace calor y el sol de media mañana les da de pleno. De vez en cuando una tímida brisa se desprende del follaje de los árboles y les aminora la fatiga que brota con impulso de jadeo.
Generoso suelta el pico; se quita el sombrero de yarey y con un pañuelo percudido enjuga el sudor que le moja la frente, el rostro y el cuello, donde más de un insecto molesto se pega a la piel. Extrae un cigarrillo, se sienta en el borde de la fosa y despacio lo enciende. Con deleite aspira el humo y repara en Felipito. El joven incómodo, por el escrutinio, finge no darse cuenta y redobla la velocidad con que lanza el pico y palea la tierra.
-Tremendo janazo te dio el Jabao. Parece que tuvieras dos quijadas en vez de una. ¡Ni que te hubiera dado con un palo! -el enterrador comenta envuelto en el humo del cigarrillo.
-Me dio a traición -Felipito masculla sin levantar la vista ni parar de trabajar.
Generoso incrédulo frunce los labios y apunta.
-El Jabao tiene fama de boxeador.
-¡Coño!, ¡me dio a traición! -Felipito repite indignado y tira la pala lejos de la tumba.
-¡Tranquilo, tranquilo!, que no es para tanto. Lo que te pasó le pasa a cualquier hombre -Generoso dice filosófico.
(Continuará la semana próxima)
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