DATOS CURIOSOS. Anécdotas del mundo clásico

Written by Libre Online

10 de octubre de 2023

Por María C. Rodríguez

LAS ESPARTANAS Y LA GUERRA: Era frecuente ver a las mujeres espartanas en los campos de batalla tras la celebración del combate revolviendo los cadáveres de sus esposos y sus hijos para asegurarse de que las heridas que les habían producido la muerte las habían recibido de frente, cara a cara. Una vez convencidas de que sus hombres habían sucumbido valientemente, marchaban orgullosas a presidir los entierros.

Esta «neurosis guerrera» queda palpable en la breve carta de una madre a su hijo, superviviente de una batalla: «corren siniestros rumores acerca de tu comportamiento en la batalla: hazlos cesar o cesa de vivir».

COMAM FICTICIAM PONI «ponte peluca»: Los romanos sintieron auténtico horror por la calvicie. Sabemos que el emperador Calígula, al pasear por la calle, no permitía que nadie lo mirara desde lo alto porque se avergonzaba de ser calvo. Julio César lo disimulaba llevando una corona de laurel. Otros se hacían extraños peinados con tal de taparse las zonas calvas y recurrían a pelucas o usaban cosméticos del color de su cabello. Igualmente existían recetas cuya finalidad era impedir la caída del pelo. Una de ellas: «frotar con sosa las partes en las que el cabello ha caído, y luego aplicar una infusión de vino, azafrán, pimienta, vinagre, laserpicio y excremento de ratón». Otro remedio muy extendido era el de untar grasa de oso.

ALEJANDRO MAGNO Y DIÓGENES DE SÍNOPE: Diógenes de Sínope era un filósofo cínico que vivió del 412 a. C. al 323 a.C. Vivió como un vagabundo en las calles de Atenas, convirtiendo la pobreza extrema en una virtud. Se dice que vivía en una tinaja, en lugar de una casa, y que de día caminaba por las calles diciendo que “buscaba hombres” (honestos). Sus únicas pertenencias eran: un manto, un zurrón, un báculo y un cuenco (hasta que un día vio que un niño bebía el agua que recogía con sus manos y se desprendió de él). Ocasionalmente estuvo en Corinto donde continúo con la idea cínica de autosuficiencia: una vida natural e independiente a los lujos de la sociedad. Según él, la virtud es el soberano bien. La ciencia, los honores y las riquezas son falsos bienes que hay que despreciar. El principio de su filosofía consiste en denunciar por todas partes lo convencional y oponer a ello su naturaleza. El sabio debe tender a liberarse de sus deseos y reducir al máximo sus necesidades.

Se dice que una mañana, mientras Diógenes se hallaba absorto en sus pensamientos, Alejandro interesado en conocer al famoso filósofo, se le acercó y le preguntó si podía hacer algo por él. Diógenes le respondió: 

“Sí, tan solo que te apartes porque me tapas el sol.” Los cortesanos y acompañantes se burlaron del filósofo, diciéndole que estaba ante el rey. Diógenes no dijo nada, y los cortesanos seguían riendo. Alejandro cortó sus risas diciendo: “De no ser Alejandro, habría deseado ser Diógenes.” En otra ocasión, Alejandro encontró al filósofo mirando atentamente una pila de huesos humanos. Diógenes dijo: “Estoy buscando los huesos de tu padre, pero no puedo distinguirlos de los de un esclavo”.

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