Si Estados Unidos no permite un total bloqueo naval de Taiwán, demarcando carriles marítimos abiertos protegidos por sus fuerzas navales y aero-navales, ello conduciría también a una contienda frontal.
Si Estados Unidos dispusiera de un puente aéreo para suministrar pertrechos militares y abastecimientos a Taiwán, igualmente ello abocaría con toda seguridad a un choque entre ambas potencias.
Los servicios de inteligencia norteamericanos han estimado que la República Popular China estaría lista para atacar a Taiwán en el año 2025. Algunos afirman que podría ser antes.
Por lo tanto, si China Roja ataca a Taiwán, habrá sin duda una inevitable colisión con los Estados Unidos de América, y, por consecuencia, con sus aliados democráticos del Indo-Pacífico, muchos de los cuales en años recientes han entrenado con las tropas de Taiwán en numerosos ejercicios militares, y en otros casos han recibido entrenamiento militar o equipos donados del gobierno de Taiwán, como las Filipinas, Malasia, y hasta la ingrata República de Honduras. Taiwán ha participado también en conflictos activos que han tomado lugar en diversos escenarios de guerra junto a los Estados Unidos y sus aliados, y posee un alto nivel de preparación castrense.
China Roja, numérica y militarmente muy superior, no ha intervenido, sin embargo, en verdaderos teatros de guerra desde las escaramuzas de su breve conflicto fronterizo con Vietnam hace más de cuarenta años, cuyo resultado, por cierto, arrojó un dudoso lustre para sus tropas.
El duro entrenamiento es vital, y el de Estados Unidos es el más riguroso de todos; pero nada sustituye la acción en un teatro bélico de fuego real, algo que conocen muy bien los ejércitos de Ucrania y Taiwán.
Consecuentemente, los Estados Unidos están en proceso de reabrir cuatro grandes bases en las Filipinas y una en el Japón, en preparación ante un posible conflicto militar con la República Popular China. La velada esperanza es que China Roja se abstenga de atacar a Taiwán ante tal preparación por parte de los aliados.
La realidad, en cambio, es que esa esperanza podría ser tan sólo una vaga ilusión.
Por lo tanto, en acuerdo suscrito con el gobierno filipino, los Estados Unidos activarán las bases aéreas de “Palawan”, que se hallan próximas al Mar Sur de China, así como “Lumbia Airfield” en Mindanao, la base naval “Camilo Osias”, y la base aérea “Basa”, ambas en la isla de Luzón, en el norte de Filipinas, a sólo 155 millas de distancia de la costa sudoriental de Taiwán.
Así mismo ha renovado su Cuartel General Naval de “Yokosuka” en Japón, sede de la Séptima Flota de Estados Unidos, así como cuatro importantes bases más, entre ellas la base naval de “Sasebo” en el sur de Japón, la más próxima al norte de Taiwán.
Desdichadamente, la crisis de Taiwán que comenzó con el traslado de la “República China” a la isla, tras la derrota frente a los comunistas de Mao Tse-tung, se agravó notablemente a partir del 25 de octubre de 1971 cuando, bajo los auspicios de su entonces Secretario General Ban Ki-moon, las Naciones Unidas expulsaron a Taiwán y reconocieron a la República Popular China como la única China, con un voto de 76 a favor, 35 en contra y 17 abstenciones.
Sin extendernos en detalles muy importantes —pero imposibles de exponer aquí por la limitación de espacio—, baste mencionar que un año más tarde el Presidente Nixon estrechó la mano de Mao Tse-tung y luego se establecieron relaciones diplomáticas entre ambas naciones.
Taiwán fue parcialmente abandonado, pero no del todo. Estados Unidos aceptó el principio de una sola China con la condición del respeto a Taiwán en sus relaciones con la República Popular, siempre que su posible unificación —a negociarse por ambos— no involucrara el uso de la fuerza, lo cual no aceptaría. China Roja mantuvo su discreción al respecto, pero afirmando que todo su esfuerzo se encaminaría a una solución diplomática (que no ha llegado nunca).
Felipe Lorenzo
Hialeah, Fl.
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