1789-2023:  Aniversario de la Revolución Francesa. ¿Qué pasó el 14 de Julio?

Written by Libre Online

18 de julio de 2023

Por Félix Montiel (1957)

Como el agua cristalina por los torrentes naturales

Es absurdo querer formase una idea simple de las revoluciones. Esos grandes hechos de la Historia no se pueden encerrar en un cuadro de líneas rectas y definidas, ni pueden ser clasificados en un catálogo de fórmulas y consignas, como si la vida humana pudiera traducirse en el estilo y la exactitud de los postulados del álgebra.

El ruso-comunismo ha pretendido hacer ese juego sucio con el análisis histórico, y en primer término, con el análisis de los acontecimientos que se han desarrollado en Rusia y en el mundo a partir de 1917.

Cuando uno visita el llamado “Museo de la Revolución”en Moscú, y observa que de la multitud de imágenes y documentos que allí se exhiben ha desaparecido, por ejemplo, la figura de Trotsky, como si el extraordinario personaje no hubiera tenido nada que ver con aquellos hechos que el “Museo”presenta a la consideración estudiosa de las gentes; cuando uno observa que allí no está tampoco Bujarin, ni el Mariscal Tukachevski, ni Kamenev, ni Zinoveiv, y toda la Historia ofrecida a través de aquella ordenada composición responde a un concepto preciso y elaborado, y a una línea sofística artificial, rigurosa, como un canal construido por los ingenieros, y no como un río que corre por los cauces que abre la propia naturaleza, es fácil darse cuenta de que no estamos en un verdadero Museo de Historia, sino en el Museo de un Partido que conforma la Historia a las necesidades de su empresa de cada día y de la propaganda que cubre y justifica esa empresa.

Las revoluciones no son nunca un hecho tan simple. De ahí que sean numerosas y a veces contradictorias las fuerzas que contribuyen a producirlas aunque luego resulten múltiples y variadas también las interpretaciones que nos ofrecen los historiadores.

La toma de la Bastilla es un símbolo, pero no una imagen exacta de la Revolución

A veces las tendencias políticas, o los deseos de cada escritor, conforman las explicaciones que el mundo ha recibido, en el transcurso de siglo y medio, de los fecundos hechos que se iniciaron en 1789. Pero aquí hay al menos libertad. Y todas las imágenes y documentos se encuentran a la disposición de los estudiosos y observadores.

Nadie ha destruido nombres, ni ha ocultado fechas, ni ha escondido testimonios. Si las interpretaciones son múltiples  ello se debe a la naturaleza de la realidad histórica, que da lugar a esas diversidades. La historia escrita en papel cuadriculado descubre enseguida la intervención del artificio.

En los Museos y Bibliotecas como en los archivos de Francia están todos los personajes, todas las fechas, todas las culpas, y todos los méritos del pasado.

Es la diferencia que hay entre la grandeza humana que corre como el agua cristalina por los torrentes naturales, y la miseria y el miedo del ruso-comunismo que necesita controlarlo todo, comenzando por el control de la verdad.

“El hambre es un hecho de orden civil. Se tiene 

hambre por culpa del Rey”

No parecerá extraño, después de lo dicho, que hombres de talento y estudio como Michelet, Jean Jaurés, y Labrosse, para tomar algunos ejemplos solamente, nos ofrezcan de la Revolución francesa ideas profundamente diversas las unas de las otras.

Ello es curioso de todos modos, y nos debe servir como experiencia para darnos cuenta de las precauciones que es necesario tomar siempre cuando se leen y se meditan los libros de Historia.

Michelet es el primer historiador que sintió y comprendió la fecha de 1789. En sus libros se lanza al asalto de la Bastilla con  los artesanos y los obreros del “faubourg” Saint Antoine y con los burgueses del Palais Royal. Él también quiere armas para responder a las amenazas reales y a los guardias suizos, y pan para saciar el hambre que desde hace meses es la causa de la cólera del pueblo.

Michelet sintió el poder de la miseria: “El hambre es un hecho de orden civil … Se tiene hambre por culpa del rey”…

En su “Historia de la Revolución francesa” (libro I, capítulo 8), Michelet toma la Bastilla, “El gobernador De Launay estaba en pie de guerra, desde el día 13, desde las dos de la noche. No había descuidado ninguna precaución … El 13 no ocurre nada, salvo algunos insultos que los transeúntes lanzan contra la Bastilla. El 14, hacia la medianoche, suenan siete disparos de fusil contra los centinelas de las torres. ¿Alarma? Por la mañana mucha gente, y de vez en cuando, jóvenes gritan pidiendo armas. No se les escucha … Se escucha, en cambio, y se deja entrar a la diputación pacífica del Hotel de Ville, hacia las diez de la mañana, ruega al gobernador que retire sus cañones”.

Este acepta, y es entonces cuando interviene el hombre en quien ve Michelet el artífice de la revuelta: “Thuriot, una fiera terrible, de la raza de Danton. Lo encontraremos dos veces, al comienzo y al fin. Su palabra es dos veces mortal. Mata la Bastilla,  mata a Robespierre.”

Los guardias franceses tomaron partido por el pueblo

Thuriot llega, en efecto, cerca del señor De Launay, logra subir a las torres, y allí observa que los cañones no han sido retirados, sino solamente alejados un poco, pero que están preparados para tirar. Cuando Thuriot sale para ir a hacer su informe al Hotel de Ville, la cólera popular estalla.

“La impaciencia llegó hasta el furor”, escribe Michelet.

Alguien hace bajar el puente levadizo, la multitud pasa, y llega hasta el patio de la fortaleza. Se oyen los primeros tiros. El engranaje está en marcha.

Según Michelet, la responsabilidad del motín incumbe al gobernador De Launay, a Thuriot y a los guardias suizos que dispararon sobre la multitud congregada en el patio.

“La rabia del pueblo fue indescriptible. Desde por la mañana se decía que el gobernador había atraído a la multitud hacia el patio para tirar sobre ella. Se creyeron engañados dos veces y resolvieron perecer o vengarse de los tiradores. A quienes los llamaban, ellos respondían en su exaltación: Nuestros cadáveres servirán al menos para rellenar los fosos”.

“Y se dirigieron obstinadamente, sin desanimarse jamás, contra las descargas de los fusiles, contra aquellas torres mortíferas, creyendo que a fuerza de morir acabarían por derribarlas”.

“Pero entonces, y cada vez en mayor número, hombres generosos que no habían hecho nada aún, se indignaron de una lucha tan desigual que no era otra cosa que un asesinato, y quisieron participar en ella. No hubo medio de contener a los guardias franceses. Todos tomaron partido por el pueblo.”

Voluntad de procurarse armas por parte de los “jóvenes”del Palais Royal, acción de Thuriot, exasperación de la multitud cuando los suizos tiraron sobre ella: esos son, para Michelet, los tres momentos importantes de la toma de la Bastilla.

Y tales hechos, nos ofrecen dos caracteres esenciales de aquella jornada: los burgueses buscaban armas; los primeros disparos y los desaciertos de De Launy, pusieron en marcha el engranaje del motín.

“No es del fondo de la miseria de donde ha surgido la revolución”

Pero eso no explica por qué los “jóvenes” de Palais Royal querían armas.

Juarés, uno de los grandes inspiradores de la historia moderna, proporciona una respuesta, que es válida para el 14 de Julio, y también para el conjunto de las causas de la Revolución.

“La burguesía francesa -escribe- tenía conciencia de su fuerza, de su riqueza, de su derecho, de sus oportunidades casi ilimitadas de desarrollo …No es del fondo de la miseria de donde ha surgido la Revolución”…

Tal visión de los acontecimientos, ha sido perfilada por Jacques Godechot con estas palabras:

“La burguesía tuvo dificultades para hacer que se admitieran sus reivindicaciones … Cuando a fines de junio, la nobleza y el clero aceptaron reunirse con el Tercer Estado y construir una Asamblea Nacional, la burguesía tropezó con la hostilidad del gobierno real: el rey concentraba en ese momento sus tropas en torno a la capital, con el designio evidente de operar un golpe de fuerza, disolver la Asamblea, y expulsar a los diputados”.

“Esta vez, a la fuerza había que responder con la fuerza, y el motín del 14 de julio fue organizado por la burguesía parisina cuando tuvo conocimiento de la destitución del ministerio Necker, en quien ella había puesto toda su confianza.”

“Al saberse la noticia, en efecto, banqueros, comerciantes mayoristas, detallistas parisinos, cerraron sus oficinas o sus tiendas, dieron permiso a sus empleados, en algunos casos hasta les repartieron armas”.

“Y es en el Palais Royal, jardín favorito de la burguesía de París, donde el panfletario Camille Desmoulins pronuncia la famosa arenga destinada a provocar la insurrección”.

“Es verdad que los obreros “faubourg” Saint Antoine, y los soldados de las guardias francesas, desempeñaron un papel en esa primera jornada revolucionaria, pero fue la burguesía parisina la principal instigadora”.

Revolución política: tal es, en suma, la explicación que da Juarés, para quien el 14 de Julio se explica por un reacción de la burguesía contra las maniobras reales que amenazan sus primeras conquistas.

“Sin la guerra de AmÉrica no habría habido 

revolución”

Tendríamos de todas maneras una visión incompleta de la realidad, si nos limitáramos e esa interpretación. 1789 no se explica si no es por la grave crisis de la economía francesa, que entonces agobiaba a todo el país.

No se trataba de una simple crisis “de subsistencias”. La gente de la época describe aterrada la espantosa mala cosecha de 1788 y el invierno de 1788-1789: nieves, heladas, hambre. No se encontraba pan ni en el campo ni en las ciudades. Pero eso, quizás, hubiera podido arreglarse con un cielo clemente aliado a los hombres nuevos y anglicanos del comité eclesiástico. La cosa era infinitamente más grave.

En lo inmediato, la Revolución nace de una crisis financiera, producto a su vez de la deuda contraída con motivo de la guerra de América.

“Se puede decir en grandes líneas -escribe Ernet Labrousse- que sin la guerra de América no habría habido crisis financiera, ni convocatoria de los Estados Generales, ni Revolución -al menos en la época y en la forma en que se produjo”.

“La Revolución, considerada como acontecimiento, proviene, pues, originalmente, de un hecho político. Pero también de un hecho económico de consecuencias financieras: la agresión”.

“Sin guerra, no habría habido deuda “americana”, ni aumento masivo de los gastos, ni mal inicial: pero, con la regresión, no hubo ni recurso, ni aumento posible de los ingresos, ni remedios al mal”.

Y Ernest Labrousse prosigue: “Las consecuencias financieras de la regresión pre-revolucionaria y de la crisis revolucionaria fueron, pues, graves. Impidieron o dificultaron el ajuste de los ingresos a los gastos. Lo que el Estado recibe sigue siendo insuficiente … pero lo que paga el contribuyente es excesivo”.

Los precios suben: los motines por el hambre se 

multiplican

La reacción fiscal que provoca ese estado de cosas agrava la subida de los precios. En París, el pan de cuatro libras, que costaba once “sous”en septiembre de 1788, cuesta doce en octubre, catorce en enero de 1789, diecisiete en marzo; los salarios no pasan de veinticinco a treinta “sous”. En enero, en Abbeville, hay quince mil obreros en paro forzoso. En Lyon, se cuentan veinte mil sin trabajo de un total de cincuenta y ocho mil asalariados.

Numerosos obreros llegados del Este agravan la miseria de los “faubourgs” parisinos. Los precios suben cada vez más. Los motines por el hambre se multiplican. Miseria de las ciudades y del campo, disminución del ingreso popular, insolencia de la renta territorial y señorial: ¿no son todos esos, factores revolucionarios?

La “Enciclopedia” no ocupa apenas lugar en ese complejo de causas. La obra costaba entonces 270 libras, lo que hacía que la edición estuviera reservada a las clases ricas, a cuya intención desarrollaba la “Enciclopedia” el programa de los “filósofos” y daría luego una base filosófica al nuevo régimen cuando esas clases llegaran a la fase de las construcciones institucionales y de las justificaciones ideológicas.

“Es la señal de una nueva noche de San Bartolomé”

Muchos puntos aparecen todavía oscuros con relación al 14 de julio. Se puede decir, sin embargo, que esa jornada fue uno de los episodios más notables del conflicto entre el Rey y la Asamblea, conflicto bruscamente agravado cuando se supo que el Barón de Breteuil había sido llamado a Versalles el día 9, y que, dos días después, Villadeuil era portador de una orden dirigida a Necker para que saliera de París en el término de 24 horas.

Conocida en París la tarde del domingo 12, la destitución de Necker es considerada como el primer acto de un golpe de estado. Y es entonces cuando Camille Desmoulins lanza su famosa arenga:

“Ciudadanos, la destitución de Necker es la señal de una Saint Barthelemy de patriotas … No nos queda sino un recurso: apelar a las armas”.

En la mañana del 13, se constituye en el Hotel de Ville un “comité permanente”, que toma en su mano la administración de la capital. Una revolución municipal, es el significado de las jornadas del 12 y el 13 de julio.

El 14, París quiere armas para hacer frente a las tropas extranjeras.

Armas, las hay en el Arsenal y en los Inválidos. Una columna de insurgentes se apodera de veintiocho mil fusiles y de veinte cañones. Y como había en la Bastilla otro gran depósito, después de haber gritado: “¡A los Inválidos!”, la multitud gritó:  “¡A la Bastilla!”

Las diferentes fuerzas del país no cambiaron en lo esencial

¿Era considerada verdaderamente esa fortaleza como “un símbolo de la arbitrariedad real?” La fórmula es más una interpretación de los hechos que la expresión del sentimiento de los asaltantes.

A pesar de que las revelaciones de Linguet y las aventuras de Latude hubieran hecho odiosa aquella fortaleza-prisión.

Los filósofos no tienen nada que ver con la toma de la Bastilla, explosión política dirigida por el Palais Royal a consecuencia de la destitución de Necker, explosión social surgida en el “faubourg” Saint Antoine por la fuerza de la miseria creciente.       

Hay en todo esto a la vez una revolución burguesa y una revolución proletaria.

El que más perdió, después de todo, fue el gobernador de la fortaleza, señor De Launay, cuya cabeza no tardó en ser paseada en la punta de una pica. Pero la situación y el poder de las diferentes fuerzas del país no se alteraron esencialmente después de esos hechos.

El acontecimiento de la Bastilla no tuvo más importancia en sí mismo que el asalto a los Inválidos y en lo que se refiere al valor mismo de la fortaleza, como conquista del pueblo, baste recordar que en ella había en todo y por todo siete presos, entre los que hay que contar un loco, un falsificador y un hermano incestuoso. Ningún preso político, en contraste con lo que algunas veces se ha dicho.

El acontecimiento, sin embargo, adquirió enseguida una enorme potencia psicológica. El motín se convirtió en un hecho político, y luego en un símbolo. Al día siguiente corrió el rumor de que el conde de Artois y el mariscal Broglie iban a atacar la ciudad, dejando a la Asamblea a merced de los regimientos extranjeros.

En realidad, Luis XVI creyó más prudente ceder y contemporizar. Se presentó ante la Asamblea. El 16, Bailly fue nombrado alcalde de París. La Fayette, comandante de la Guardia Nacional, milicia burguesa. Y Necker, restituido a su puesto. Las burguesías provinciales imitaron a París.

No obstante su escasa importancia material, el hecho de la toma de la Bastilla dio lugar a un “viraje” político en relación con la visita del Rey de la Asamblea: la limitación de los poderes monárquicos.

Pero nada se resolvió con respecto a los graves problemas económicos y sociales que había planteados en el país.

En realidad, cuando se adentra uno en el examen de la Revolución Francesa es necesario distinguir tres etapas:

1) De 1789 a 1792. Gobierno de la gran burguesía, esforzándose en hacer pactar a la Revolución con el antiguo régimen y declarando la guerra a las masas populares.

2) Del 10 de agosto de 1792 al 27 de Julio de 1794. Derrocamiento de la monarquía. Se abre una lucha encarnizada entre los representantes de la burguesía comercial e industrial y los de la pequeña burguesía. A esa lucha sigue la dictadura de la pequeña burguesía, la época del terror el Gobierno no revolucionario. Que descuaja los últimos restos del antiguo régimen e intenta realizar el ideal de “una República igualitaria de propietarios iguales”.

3) De 1795 a 1799. Cae el Gobierno revolucionario, se instaura la República y la Revolución desemboca en la dictadura militar burguesa de Napoleón.

Y así se escribe la Historia

Anotemos para terminar otro dato curioso. La fiesta nacional francesa no es la conmemoración del 14 de Julio de 1789, sino la del 14 de Julio de 1790. Las famosas Fiestas de la Federación organizadas un año después de la toma de la Bastilla, como un desafío y una respuesta a las amenazas que se apuntaban ya contra las conquistas y esperanzas de la Revolución, son las que dieron significación a la referida fecha y origen al simbolismo que ha hecho hasta nuestros días del 14 de julio la fiesta nacional de Francia.

Al comenzar “la gran luz del relámpago de Julio”de que nos hable Michelet, sólo se comete después de todo un pequeñísimo error cuando se cree que los bailes populares y las revistas militares que hacen del 14 de Julio un día de júbilo en toda Francia, celebran el aniversario de la toma de la Bastilla.

Y así se escribe la Historia. La que hemos presentado en este artículo es tan sólo una experiencia más que prueba que un acontecimiento, en si mismo sin mayor importancia, puede encontrarse cargado de resonancias psíquicas, que nadie hubiera podido prever en su día, y que lo proyectan más allá de su tiempo, y más allá de la realidad histórica.

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