El Titanic sus pasajeros cubanos y latinoamericanos

Written by Demetiro J Perez

18 de julio de 2023

Cuando el Titanic navegaba por las frías aguas del Océano Atlántico con rumbo a Nueva York durante aquellos días del mes de abril de 1912 los diez españoles que iban a bordo no tenían ni la más ligera idea de lo que sucedería a las 11 y 40 de la noche del domingo 14 después de estar navegando durante 82 horas y 10 minutos y a unos 700 kms de la costa de Terranova. El Titanic inició viaje en Southampton, Inglaterra, para atracar luego en Cherburgo, Francia y de allí hacia su última escala en Queenstown en Irlanda dónde, elevó anclas a la 1:30 de la tarde del jueves 11 de abril.

En Primera Clase iban cuatro españoles: los madrileños Víctor Peñasco Castellana (24 años), su esposa María Josefa (Pepita) Pérez de Soto y Vallejo (22 años) y la dama de compañía Fermina Oliva Ocaña (39 años). La pareja estaba celebrando una extensa luna de miel. Ellas 2 se salvaron en el bote #8, pero Víctor murió porque se bajó del bote para que subiera una mujer con un niño en brazos. En otra información aparecen ser ellos dos oriundos de San Cristóbal, Venezuela.

El cuarto era Servando José Florentino Ovies y Rodríguez nacido en Avilés, Asturias el 21 de febrero de 1876 (36 años) y estaba regresando a Cuba de donde había salido el 13 de enero, 92 días antes. (De él hablaremos más adelante).

Los cinco que viajaban en Segunda Clase eran: la andaluza Encarnación Reynaldo, los catalanes Emilio Pallás Castelló (29 años), Julián Padró Manent (26 años) su novia Florentina Durán Moré (30 años) y su hermana Asunción Durán Moré (27 años). Ellos 5 se salvaron en los botes y fueron recogidos por el Carpathia.

El otro que viajaba en Tercera Clase, era el camarero del mejor restaurante y catalán Juan Javier Monrós (20 años) y su cuerpo fue encontrado por un buque inglés el día 21 de abril y debido al avanzado estado de descomposición, devuelto al mar. 

También aparecen en las listas: los venezolanos Carlos E. Jauregui (Caracas) y Thomas D. Martínez Cardezá (Valencia); los uruguayos Ramón Artagaveytia, Francisco M. Carrau y José P. Carrau; el senador y abogado mexicano de origen vasco Manuel Uruchuntu Ramírez, otro que bajó del bote para que subiera una mujer que se lo pidió de favor; el natural de Córdoba, Argentina, Edgar Samuel Andreu (17 años) y el haitiano Joseph P. Lemercier Laroche (28 años). Estos 8 también murieron. Resumiendo, de los 18 murieron 11 hombres, se salvaron 72 hombres y 5 mujeres.

El Titanic un barco primerizo de 46,328 toneladas, según el Senado de EEUU, llevaba 2,223 personas a bordo, 1,324 pasajeros y 899 de tripulación. Murieron 1,517 y se salvaron 706. En Primera Clase eran 329, se salvaron 199; en Segunda Clase, 285 se sobrevivieron 119; En Tercera iban 710 lograron salvarse 174 y de los 899 tripulantes sobrevivieron 214.

Según el periódico cubano La Discusión, del 29 de abril de 1912, a tan solo 15 días del hundimiento, llegaron a Cuba 4 españoles: “Julián Padró, chófer de 26, Emilio Pallás, un panadero de 29 y las hermanas Florentina (prometida de Julián) de 30 y Asunción Durán, de 26. 

El barco norteamericano Carpathia recogió a los sobrevivientes y los trasladó a Nueva York, desde donde una compañía naviera les costeó el viaje a Cuba en el mercante Monterrey. Al llegar, los alojaron en el hotel La Perla de Cuba. Cómo vivían aún todo aquel horror, los infortunados juraron que jamás abordarían de nuevo un buque, promesa que se supone cumplieron”. Por lo menos dos reposan en el Cementerio de Colón.

Ahora volvemos a ocuparnos de Servando Ovies Rodríguez el único asturiano residente en Cuba, a bordo del Titanic.

Servando como ya sabemos nació en la casa #105 (hoy #89) de la calle del Rivero de Avilés, Asturias en 1876, su padre Ramón Ovies Blanco de San Nicolás de Bari de Avilés y su madre María del Carmen Rodríguez-Maribona y López, conocida como Carmela, de Santa María Magdalena de los Corros. Sus abuelos paternos, Benito Ovies y Josefa Blanco Vitorero. Sus abuelos maternos, Francisco Rodríguez-Maribona Álvarez y Ramona López. Servando era el menor de sus tres hermanos: Ramón Antonio nació en 1867, María del Pilar en 1869 y Joaquín en 1873.

Servando, casi a diario acudía a La Magdalena donde además de visitar y llevar recados a su madrina y a sus tíos paternos y maternos, los Rodríguez-Maribona y los Blanco, llenaba las lecheras en casa de sus abuelos, para así abastecer de leche las necesidades de su casa.

José Antonio Rodríguez-Maribona, su tío y padrino, había emigrado a Cuba años atrás y disfrutaba de una sólida posición en La Habana como director y socio fundador del Palacio de Cristal, además de director del Centro Asturiano, escribía en el Diario de la Marina bajo el seudónimo de Bartolo. José le escribió a su hermana para sugerirle le enviara al “sobrino hacia Las Américas” y así fue con apenas 15 años en 1891 llegó para trabajar en El Palacio de Cristal un negocio que se inició en 1850, en un pequeño lugar de la calle Mercaderes.  Servando empezó como mozo, limpiando baños, pero como era habilidoso y trabajador, no tardó en ascender de posición, fue adquiriendo conocimientos del manejo de la empresa, la cual despegó definitivamente después de su llegada. Durante sus primeros tiempos, vivía en el mismo edificio del negocio, acomodándose en el desván o en un rincón donde no molestase.

El salario era muy ajustado y casi siempre quedaba en poder de su tutor. Luego con la fundación de la Caja de Ahorros del Centro Asturiano en 1910 consiguió condiciones ventajosas de intereses del 3% anual.

Aprendió inglés y francés en sus ratos libres. En 1898, con 22 años ayudó al traslado de la sede del Palacio de Cristal para la calle Habana #115 esquina a Muralla.

A partir de la culminación de la guerra, el negocio tuvo un despegue acelerado, pues de una modesta fábrica expendedora de telas terminadas en Europa, se convirtió en una sólida empresa de ropas, por su alta calidad en la confección de sábanas, telas, guayaberas, etc.

 En 1901 hubo una restructuración de la sociedad y se convirtió en socio industrial, con un suculento sueldo y participación en los beneficios del negocio.

En 1906, su habilidad y valía le permitieron llegar al puesto de 4° socio gerente de la sociedad con una participación de 20,000 pesos. En 1908 ascendió al puesto 2° socio gerente con un 30% de participación de beneficios de aquella empresa que seguía creciendo sin parar.

Ovies fue testigo del primer gran despegue del Centro Asturiano de La Habana, fundado en 1886 y ya consolidado cuando el asturiano arribó a la Isla. 

Servando, aprovechando sus conocimientos y contactos en los mercados internacionales, trabajó con otras empresas relacionadas con la rama textil, como la mayorista textil H. B. Claflin and Co. que tenía su sede en el distrito financiero de Wall Street de Manhattan, una enorme empresa que mantenía en su nómina a más de 700 empleados y en la que además trabajaba como directivo gerente su gran amigo y paisano, el ovetense José María Menéndez. Pero su mejor amigo en esta ciudad era Isidoro Geldbtrunk, un entrañable empresario de origen judío, muy influyente en la poderosa comunidad hebrea neoyorquina, al que había conocido a través de su tío José. Además de ocuparse en muchos otros negocios, Isidoro era gerente de la firma Maurice Gelbtrunk y Cía. dedicada al comercio de metales preciosos a nivel internacional.

Su dominio del castellano, francés e inglés le permitieron llevar personalmente las gestiones comerciales propias de su cargo y, en muy poco tiempo, se convirtió en el encargado de la gestión y búsqueda de nuevos mercados, la captación de clientes y la relación con los proveedores, primero en Cuba, luego en EE.UU. y finalmente en toda Europa, donde estaban situados los centros textiles de referencia mundial de principios del siglo XX, Manchester, Ámsterdam, París y Barcelona. Cuando en 1906 se convirtió en el 4º socio gerente, la necesidad de realizar viajes de negocios se intensificó y a partir de entonces se vio obligado a viajar a Europa al menos una vez al año. Desde La Habana se dirigía a Nueva York y desde allí al viejo continente en los barcos más rápidos y lujosos del momento.

Sabemos que al menos desde 1907 sus viajes a Europa fueron anuales, excepto en 1910, cuando a pesar de su responsabilidad como 2º socio gerente, prefirió quedarse en Cuba a disfrutar de sus primeros días como recién casado.

Bien asentado económicamente y con gran prestigio profesional, Servando, con 33 años contrajo matrimonio, en Gibara el 16 de julio de 1909 con Eva Matilde López del Vallado y Riverón, una de los 6 hijos del empresario asturiano Ramón López del Vallado, natural de Colombres y de Concepción Riverón (natural de Camagüey) que residían en el pueblo de Auras situado al sur de Gibara y al norte de Holguín. La había conocido en La Habana. 

Hasta finales de 1910 tuvieron fijada su residencia en Auras. Desde 1894, los padres de Eva tenían una preciosa casa que dominaba el estuario de la desembocadura del río Gibara, a los pies de la cual se extendía una hermosa playa de unos 100 metros de longitud, que por ser Ramón hombre conocido y apreciado en aquella ciudad, además de propietario de aquella vivienda y sus contornos, se le dio el nombre de Playa Vallado.

Servando vivió con su esposa, cerca de la numerosa familia de Eva, pero su presencia en La Habana fue cada vez más necesaria y los viajes a la capital cada vez más habituales y prolongados, hasta que finalmente tomó la decisión de instalarse con su esposa en una casa situada en el # 21 de la calle Habana. A principios de aquel año de 1912 surgió la necesidad de hacer un viaje a Europa en busca de género que abasteciese su negocio y ampliar su cartera de clientes. Servando había proyectado hacer el viaje con su mujer, pero un cierto retraso en las fechas y el avanzado estado de gestación de Eva, desaconsejaron someterla a los rigores de las travesías trasatlánticas y a los frecuentes desplazamientos en tren o por carretera a los que se vería obligada al acompañarlo en aquel viaje, así que, con gran pesar suyo, decidieron que Eva se quedase en Gibara al cuidado de sus padres.

Su vida era por entonces la de un acaudalado comerciante que vivía en un confortable piso en la esquina de las calles Habana y Cuba y participaba de la vida social de la colonia asturiana. Existe un retrato dedicado a su Eva, donde se aprecia un tipo elegante de unos 5’7” de estatura, corpulento, algo pasado de peso y con un bigote característico muy al gusto de la época.

Ovies se embarcó solo el 13 de enero de 1912 en el vapor Havana hacia Nueva York, donde llegó el 16. Tras rematar algunos asuntos y visitar a algunos amigos, emprendió la travesía rumbo a Inglaterra, donde visitó a sus proveedores de Manchester y allí fue donde le surgió la oportunidad de comprar un pasaje de regreso en el Titanic. Unos días después cruzó el Canal de la Mancha, desembarcó en Cherburgo y desde allí se dirigió en tren hasta París para hacer un importante pedido de mercancías y concertar varias entregas. El volumen del pedido y la falta de disponibilidad de existencias exigían una importante demora que Servando ya había previsto aprovechar visitando a su familia de Avilés, algo que venía haciendo con cierta asiduidad en sus frecuentes viajes a Europa. En la casa de Rivero vivían por entonces sus padres y su hermano Joaquín, atendiendo el negocio. Carmela, como se la conocía, llevaba en la sangre el espíritu comercial y llegó a regentar un negocio de embutidos y a patentar oficiosamente la marca Jamones de Avilés, que desde los primeros años del siglo XX habían puesto en los bajos del edificio, reservando para su uso privado la amplia segunda planta. 

Sus otros hermanos también habían emigrado a Cuba. Durante su estancia en Avilés se había provisto de abundante ropa y complementos con los que equipar a su futuro hijo y también para obsequiar al que iba a ser su ahijado, el hijo que esperaba su primo José Antonio, un acontecimiento con el que todos estaban muy ilusionados. Servando reunió un sustancioso ajuar con numerosas prendas elaboradas por su madre, amigos y conocidos, a las que se sumaron las que él mismo, con tanto cariño e ilusión había comprado, la cuna, una buena cantidad de juguetes y otros muchos complementos. En sus estancias en Avilés solía visitar a su tía y madrina Flora, la mujer de José Manuel García-Pola, que, enriquecida por su participación en los negocios cubanos, había mandado levantar en los últimos años del siglo XIX una preciosa casa, conocida como la casa de Pola o Villa Magdalena, situada en el barrio de la Magdalena. Su primo e hijo de su tía Flora, Servando García-Pola y Rodríguez-Maribona, fue quien le sustituyó en la gerencia del Palacio de Cristal tras el hundimiento del Titanic y consiguió hacerse con la propiedad de la mitad del negocio, que siguió teniendo hasta que en 1925 se la vendió a su primo José González (dueño de la otra mitad). Por aquel entonces el negocio estaba en Aguiar #569 y las sederías de El Palacio de Cristal rivalizaban con los productos de El Encanto. Ambos imperios comerciales tenían origen asturiano.

En su casa de La Magdalena, que aún sigue en pie, Servando participó a últimos del mes de marzo de una comida familiar. En ella explicó sus planes de embarcarse en el Titanic, el barco más seguro del mundo. Carmen, su madre no lo tenía tan claro.  El no albergaba ninguna duda sobre su seguridad, confiaba totalmente en ella y para disipar los recelos y temores de sus familiares, les dijo cosas como: “antes se hunde el techo de esta casa que ese barco, voy a estar en el Titanic más seguro que vosotros en este comedor”.

Servando se despidió de su familia. Al día siguiente debía salir muy de mañana desde Gijón con destino a Burdeos y de allí a París para recoger lo que tenía que llevarse a los EE.UU. y a Cuba. En aquella ocasión, el grueso de la mercancía lo constituía un importante cargamento de cotizadas puntillas parisinas y encajes holandeses, mientras que el cargamento más preciado lo transportaba en 12 baúles de lencería consistente en delicada y lujosa ropa para mujer que iba destinado a la H.B. Claflin & Co de Nueva York. Servando se alojó en el hotel Benoît de Saint Paule, estratégicamente situado en la céntrica zona parisina de Montmatre, allí pasó su última noche en el Viejo Continente. La mañana del miércoles 10 de abril, los pasajeros del Titanic se dirigieron a la estación parisina de Saint Lazare donde les esperaba el Expreso de Nueva York. El expreso salió a las 9:40 de la mañana hacia Cherburgo distante unos 350 km. y tras 6 horas de viaje, llegaron a la Terminal marítima de Cherburgo, el puerto artificial más grande del mundo, pero aun así, sin el calado suficiente para recibir al Titanic. Según lo previsto, los pasajeros embarcaron en uno de los dos transportadores que los llevarían hasta las afueras del puerto para esperar la llegada del trasatlántico procedente de Inglaterra. El Titanic se hizo esperar y llegó a Cherburgo con una hora de retraso sobre el horario previsto. Los pasajeros de tercera clase fueron los primeros en embarcar y lo hicieron en el Traffic, un trasbordador especialmente habilitado para hacer la inspección sanitaria que exigía la estricta normativa vigente, antes de dejarles acceder al Titanic o a cualquier otro trasatlántico con destino a América. Los 179 pasajeros restantes, 128 de segunda y 151 de primera les siguieron en el Normandic, sin tener que cumplir con ningún requisito sanitario previo.

A las 8 de la tarde, con una casi imperceptible sensación de movimiento, el Titanic comenzó a alejarse con una suavidad y ligereza totalmente inesperada en un barco tan enorme. Aquella mole emprendió su rumbo hacia el Oeste con todas sus luces encendidas, ofreciendo un espectáculo nunca visto hasta entonces en aquel puerto. Tras una tranquila travesía, a las 11:30 de la mañana del 11 de abril llegaron frente al puerto de Queenstown, a unas dos millas de la costa, donde el buque quedó fondeado a la espera de los nuevos pasajeros y de alguna mercancía. Algunos pasajeros bajaron a tierra en el bote #1 de estribor mientras subían los 1,385 sacos de correspondencia y embarcaron los 113 pasajeros de tercera clase y los 7 de segunda. A la 1:30 de la tarde del jueves 11 de abril de 1912, por última vez se levantó el ancla de estribor y el Titanic comenzó así su primera y única travesía rumbo a Nueva York. El número exacto de pasajeros y tripulantes no se sabe con certeza, se estima que a bordo había un total de 2227 personas, porque se cree hubo polizones a bordo.

El Titanic, se construyó en los astilleros de Belfast, Irlanda del Norte, entre 1909 y 1912 habían colaborado 14,000 personas.

Por supuesto, de acuerdo a su lujo la vida allí dentro tenía que ser cómoda. Mientras los pasajeros de primera disfrutaban de lujosos salones y camarotes, los de tercera contaban con una gran cubierta. Entre los pasajeros de primera clase destacaban los multimillonarios norteamericanos; en segunda predominaban los británicos; en tercera, los inmigrantes irlandeses.

En Cherburgo, Ovies embarcó con algunas personalidades muy conocidas. Entre ellos el famoso matrimonio aristocrático John J. Astor y Madeline, uno de los hombres más ricos del mundo con una fortuna estimada en 150 millones, ella sobrevivió, pero el murió.

También subió en Cherburgo, Benjamín Guggenheim (el Rey del cobre), quinto hijo de Meyer Guggenheim, emigrante suizo que construyó el imperio minero. Viajaba con su amante. No sobrevivió. 

En Southampton habían embarcado Isidor Strauss y su esposa, Ida, la segunda mayor fortuna a bordo, era el dueño de los almacenes Macy’s. Murieron los dos, porque Ida se bajó de un bote por negarse a abandonar a su marido: “Hemos vivido muchos años juntos, a donde vayas, yo voy”.

George Widener, primogénito del magnate de los tranvías de Filadelfia, Peter Widener, viajaba con su esposa, Eleonor. El presidente de la White Star y armador del Titanic, Bruce Ismay, también se encontraba a bordo. En la lista de pasaje se encontraba Margaret Tobin, conocida posteriormente como Molly Brown. Su riqueza provenía de su esposo Jim Brown. Molly Brown, que viajaba sin su marido, se salvó a bordo en el bote número 6.

Severino había pagado por el pasaje #17,562 la suma de 27 libras esterlinas con 14 chelines y 5 peniques para ocupar el camarote D-43 una cabina de primera clase, interior y situada en la zona más cercana a proa y de la banda de estribor (derecho), justamente por donde el enorme iceberg impactó al lujoso buque. 

Proverbialmente, antes de que se averiase la radio Marconi que llevaba el barco, la noche del viernes 12, Servando telegrafió a sus socios de la compañía Rodríguez y Cía. de Nueva York para que preparasen la recepción de la mercancía que llevaba con él y que sin duda llegarían en la fecha prevista. Tras la animada cena del día 14 la mayoría del pasaje se retiró a sus camarotes mientras que otros decidieron trasnochar un poco en la última velada de la travesía. Cuando algunos pasajeros sintieron el golpe contra el iceberg, convencidos de que viajaban en el insumergible se lo tomaron a broma diciendo que el Titanic había apartado a empujones un iceberg que se había interpuesto en su camino. Poco después, la orden de abandonar el barco les dejó a todos atónitos. No sabemos si Ovies estaba en el camarote o en algunos de los salones que, por ser tan tarde estaban prácticamente vacíos.

A las doce de la noche los mayordomos asignados a la cubierta D comenzaron a recorrerla advirtiendo a los pasajeros que debían ascender a la cubierta de botes provistos de sus respectivos chalecos salvavidas. Podemos suponer que ante aquella llamada Servando se dirigiese a su habitación e hiciese acopio de los objetos más valiosos que llevaba: dinero en efectivo, sus anillos de rubíes y diamantes valorados en $800, sus relojes de oro y plata, sus solitarios, así como otros efectos personales de valor material o sentimental. Además de los documentos y del cargamento de géneros comprados en Europa, Servando llevaba un equipaje personal valorado en $2,800.

El martes 23 de abril los marineros del buque Mackay Bennett subieron a bordo, entre otros, los cuerpos de tres de los componentes de la orquesta del Titanic, que se mantuvo tocando hasta el hundimiento mismo del buque y otro cadáver que fue etiquetado con el #189. Junto a esos 4 cuerpos se recuperaron durante la jornada 124 víctimas más. El #189 fue identificado como Servando Ovies Rodríguez y enterrado el día 3 de mayo en Fairview uno de los cementerios de Halifax, la capital de Nueva Escocia. Tres semanas más tarde, el 15 de mayo su cadáver fue exhumado y enterrado en otro cementerio, el católico de Mount Olivet, a petición de su primo José Antonio Rodríguez-Maribona quien lo identificó, pero aquel cuerpo iba vestido con ropa más propia de un marinero que de un huésped de la primera clase del Titanic. Y entre la marinería sí había un joven de 28 años que respondía a las iniciales J. R. de sus ropas, era el fogonero Joseph Richards, cuyo cuerpo nunca fue oficialmente recuperado. Se especuló que la familia Ovies había comprado el cadáver del marinero para agilizar los trámites de la herencia.

El Titanic estaba diseñado para llevar 64 botes salvavidas, pero solamente llevaba 20 ese día y el primer bote se bajó a las 12:45 o sea había pasado 1 hora y 5 minutos desde el choque.

Eran 2 botes salvavidas de madera con capacidad para 40 o sea cabían 80 pero solamente subieron 30. Los otros 14 botes de madera tenían capacidad para 65 cada uno, pero en vez de llenarse con 910 fueron 568 los ocupantes. Los 4 botes plegables con capacidad de 47 cada uno (188 en total) solamente 114 subieron. Se cree que en los botes murieron unas 6 personas. 

El último bote se bajó a las 2:17 a escasos 23 minutos del hundimiento.

El quinto oficial, Harold Lowe, bajó el bote #14 y se quedó al mando y luego ordenó amarrar al de ellos otros 4 botes para evitar se perdieran en la oscuridad, eso fue algo bueno.

En resumen, podían haberse salvado 1,178 de acuerdo con la capacidad de los 20 botes y se montaron 712, para un 60%, pero si analizamos que el Titanic debía haber tenido los botes necesarios para salvarlos a todos, solamente se salvó un 32% del total abordo. Existe la teoría que el Titanic de acuerdo con su construcción de 16 departamentos estancos lo cual en teoría lo hacía insumergible, no necesitaba llevar más de 20 botes. 

A pesar de la orden dada con megáfonos a los botes que se acercaran para recoger personas en el agua, tan sólo dos lo hicieron, existía el miedo de que, si se daban la vuelta, el bote acabaría hundiéndose por subir a demasiadas personas. Estos dos lograron rescatar a 9 personas, pero de ellos 3 murieron de todas formas.

Las investigaciones determinaron la deficiente preparación de los tripulantes para afrontar tales emergencias, la bajada de los botes fue muy lenta y mal ejecutada a la par de su nula supervisión. Estos factores contribuyeron a que los botes partieran con la mitad de su capacidad. 

A las 02:20 de la madrugada del lunes 15 de abril, en el momento de producirse el hundimiento, había 1,513 personas a bordo del Titanic o sumergidas en unas aguas con una temperatura de -2° Centígrados (28° Fahrenheit). Demoró 2 horas y 40 minutos en hundirse, partido en dos. Se encuentra desde entonces a 3,821 metros de profundidad.

El rescate por el Carpathia comenzó a las 4:10 am hasta las 8:30 am, 712 personas, en su mayoría mujeres y niños fueron recogidas. El jueves 18 de abril a las 9 de la noche, atracó al muelle 59 de Nueva York con su carga de sobrevivientes.

Asesorados por el poderoso bufete neoyorquino Arnstein, Levy and Pfeiffer, decidieron plantear una cuantiosa demanda contra la White Star Line, pero para esto era imprescindible contar con el cadáver de Servando. José María Menéndez, el buen amigo de Servando, puesto al frente de la representación de los intereses de su amigo y los de su propia compañía afectada por la pérdida de los 12 baúles, usó sus poderosas influencias como directivo de la multinacional textil H.B. Claflin. Un año después, el despacho de abogados presentó una reclamación a la naviera en nombre de Eva M. López del Vallado y su hijo Ramón solicitando una indemnización de $75,000 por el fallecimiento de Servando y otra de $2,800 por la pérdida de sus pertenencias (joyas y enseres).

Aunque todavía se desconoce cuándo Ovies inició sus inversiones en el municipio de Morón, en Camagüey se sabe que era propietario de solares en la calle Martí y se declararon sus herederos su hijo Ramón Servando Ovies y su viuda Eva M. López del Vallado Riverón, según el auto realizado el 20 de agosto de 1912 por el juez de primera instancia del Distrito Este de La Habana ante el secretario Judicial Adolfo M. de la Torre. Además, poseía según otra escritura, 42 caballerías de tierra en la finca El Barro y otras 11 fincas.

De su único hijo, Ramón Servando Ovies López, partió toda una saga que hoy se distribuye por Venezuela, Cuba, EE.UU. y España.

El Palacio de Cristal fue condecorado en 1957 con la Gran Cruz del Mérito Comercial por ser uno de los más sólidos y prestigiosos comercios habaneros dedicados a la importación de tejidos y la confección. Con tres prendas registradas que fueron muy populares en toda la Isla de Cuba: las sábanas Palacio, las guayaberas Comodoro y el pantalón Comander.

Las sederías de El Palacio de Cristal rivalizaban con los productos de El Encanto. Ambos imperios comerciales tenían origen asturiano.

Ramón, el hermano de Servando, se casó con su cuñada Eva (la viuda) y no tuvieron descendencia. Ramón, su hijo, vivió en Cuba, terminó sus estudios de ingeniero agrónomo, se casó tres veces y tuvo numerosa descendencia que hoy está repartida por medio mundo. 

Unos de los pocos sobrevivientes del naufragio del lujoso vapor británico Titanic, la mayor tragedia marítima en tiempos de paz de la historia, yacen enterrados en el Cementerio de Colón en La Habana.

Julián Padró Manent (nació en Olérdola, Barcelona, 26-mayo-1885 – La Habana, 6-oct-1968) fue un conductor profesional en Barcelona. Sus padres eran catalanes, se llamaban Andrés Padró y Gertrudis Manent. Quería visitar Nueva York antes de llegar a su destino, que era una casa que tenía en La Habana, ubicada en la Plaza del Valor.

Padró conoció en su viaje a Florentina Durán y Moré (nacida en Sant Adrià, Provincia de Lleida, Cataluña, en 1882). Tenía 30 años y había emprendido la travesía marítima acompañada de su hermana Asunción Durán.

La noche del choque cuando Julián se enteró del incidente cogió el chaleco salvavidas que tenía en su camarote antes de subir a cubierta y logró abordar el bote salvavidas 9 que fue arriado alrededor de la 1:28 a.m. Fue muy afortunado por ser uno de los 14 hombres de segunda clase que se salvaron. Él y Florentina pronto se comprometieron. Después de casarse, se mudaron a Cuba para vivir en su nueva casa. Se quedaron sin hijos. Con el tiempo Julián se convirtió en un poderoso empresario. Era el propietario de todo el transporte terrestre de La Habana. Tenía más de 500 trabajadores a su cargo. También tuvo negocios inmobiliarios y un cargo público. Julián y Florentina vivieron en un palacete de la calle Segunda del Reparto Palatino de La Habana. Poseían tierras en Varadero y toda clase de bienes. Casi cada año estrenaba un automóvil nuevo. Los autos eran una de sus pasiones. Nunca hizo reparar ninguno. Cuando se averiaban, inmediatamente se compraba otro. La mayoría de sus sueños se habían cumplido, hasta que llegó el comandante y le robó todo.

Florentina falleció el jueves 1° oct. 1959 y nueve años después Julián, falleció el domingo 6 de octubre de 1968, a los 83 años. La pareja fue enterrada en un mausoleo en el Cementerio de Colón.

Asunción Durán regresó a España como también lo hizo Emilio Pallás Castelló, otro de los 14 hombres de segunda clase que se salvó, aunque se lesionó al caer al bote y luego hospitalizado en Nueva York. Terminó casándose con Aurora Rabasa y tuvieron un hijo Amadeus.

El diario La Nueva España pudo reunir en el centenario del desastre del Titanic en 2012 en Valencia a varios miembros de la familia, algunos de ellos casi a punto de partir camino de Asturias para conocer la tierra de Servando, eran tres bisnietos: Manuel, Yvonne y Servando. Y cuatro tataranietas: Natacha, Eduviges, Victoria y Mónica. 

Su bisnieto, Enrique Ovies González nació en La Habana, el 29 de marzo de 1943. Su padre el ingeniero civil Servando Ovies y su madre, María Josefa González. Los hermanos, su gemelo Eugenio, Eva y Servando.

Muy temprano salió de Cuba para España, donde estuvo estudiando en conventos carmelitas de Segovia y Ávila, luego los de filosofía fueron interrumpidos por problemas de salud. 

En diciembre de 1961 llegó a Venezuela, sus familiares lo acogieron y le consiguieron trabajo con Boulton. Allí trabajó por 25 años, en la división comercial de Puerto La Cruz y en la Isla de Margarita. En 1968 se casó con Rosa María, una joven nacida en Puerto La Cruz, con ella tuvo sus dos hijos. El 23 de julio de 1974, en Porlamar, en un accidente vial falleció Rosa María.

Con 31 años y dos hijos pequeños (una hembra y un varón), esa tragedia lo dejó espiritualmente muy abatido y después de la muerte en Cuba de sus hermanos Servando, Eva y su gemelo Eugenio, se refugió en la fe, en su vocación religiosa.

Monseñor Constantino Maradei, fue uno de sus grandes apoyos espirituales y quien lo ordenó sacerdote el 9 de diciembre de 1989, luego de una dispensa de Juan Pablo II, que le permitió retomar sus estudios sacerdotales, terminó Teología, con cursos a distancia, fuera del Seminario, alternando estudios y trabajo, entre 1980 y 1989.

Enrique se ufana en expresar sus logros habiendo oficiado la santa misa durante muchos años en el mismo templo que ayudó a construir con la feligresía católica de Colinas del Neverí, en Lechería, estado Anzoátegui, Venezuela. Se nacionalizó venezolano.

El día 25 de mayo de 2010 a las 6.00 pm en la Iglesia Santo Domingo de Guzmán en Lechería el Párroco Padre Enrique Ovies recibió formalmente la investidura de Monseñor de manos del Obispo Mons. César Ramón Ortega Herrera.

En 2014 con una edad nada joven, pues tendría 71 años se regocija mucho al poder compartir con los fieles y con la comunidad en general sus bodas de plata sacerdotales. Y sobre esa fiesta dijo: “Lo que estamos organizando es algo sencillo y modesto, en estos difíciles tiempos, debemos abstenernos de todo lo que signifique lujo y vanidad, habrá una misa de acción de gracia, comuniones y algunos reconocimientos. En la práctica, tendremos un reencuentro con nuestra gente, en un ámbito de familiaridad y confraternidad”.

Me resultó imposible averiguar si sigue activo en sus labores sacerdotales, pues ya tiene 80 años.

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