Como si toda esta geografía hostil no fuese suficiente, hay que agregar las arterias fluviales de gran amplitud y bravas corrientes, como el río “Tamsui” de 99 millas de largo que cruza el área de Taipei, y el “Lanyang” de 45 millas de vastedad, igualmente impetuoso. Pocas islas en el mundo ofrecen una análoga resistencia natural a ser invadidas y ocupadas. Y no importa cuántos mapas satelítales de Taiwán haya estudiado el régimen de China Roja. Lo cierto es que jamás ninguna de sus tropas ha puesto pie allí.
Taiwán, sin embargo, es una nación insular cuyos habitantes conocen como las palmas de sus manos. Muchas de sus carreteras y caminos vecinales son poco visibles desde las alturas, y numerosos atajos ni siquiera aparecen en los planos, a excepción del moderno «Formosa Freeway» que discurre por más de 400 kilómetros.
Bautizada por los portugueses como “Formosa” o “Ilha Formosa” es casi una selva de aproximadamente 245 millas de largo por 84 millas de ancho desde su extremo norte «Cabo Fugui», hasta su punto sur, el “Cabo Eluanbi”. Con una costa tan amplia y compleja, no es una isla fácil de dominar por medio de un bloqueo naval que la circunde por ambos litorales. Los comunistas de China Roja están muy conscientes de ello, asemejándose a un tigre hambriento que observa a su presa desde la broza, listo para atacarla pero, al mismo tiempo, inseguro y temeroso de acometerla.
Tal y como ha manifestado el Coronel Sun Li-Fang del Comando Político del Ejército de Taiwán: “Queremos que el Ejército Popular de Liberación lo piense dos veces antes de actuar”.
El segundo formidable adversario que deberá enfrentar China Roja si ataca a Taiwán, será sin duda alguna su población: Los 23 millones de chinos libres y democráticos que odian visceralmente a los comunistas y su ideología.
Cada soldado del Ejército Popular de Liberación que ponga pie en Taiwán, deberá cuidarse día y noche sin descanso, pues estará totalmente rodeado de enemigos que le intentarán cazar a toda hora y por todos los medios disponibles; una “guerrilla” formada por la totalidad de una nación. El pueblo de Taiwán ha votado en numerosas ocasiones para oponerse a la unificación con China Roja, y rechaza tajantemente la engañosa oferta de “Una nación y dos sistemas” similar a la brindada a Hong Kong, que no es más que una máscara para encubrir el férreo control comunista como se ha visto en la otrora colonia inglesa. El abismo filosófico que separa ambas naciones es sencillamente insalvable. Desde que el generalísimo Chiang Kai-chek fundó el nuevo gobierno de la República China en Taiwán el primero de marzo de 1950, tras la perdida guerra civil frente a los comunistas de Mao Tse-tung, la cultura de los chinos nacionalistas se ha cimentado en la reafirmación de los principios democráticos, las libertades individuales y la independencia colectiva.
Varias generaciones de la isla han nacido y se han formado sobre esos sólidos fundamentos. Y no se ha descuidado la historia del nacionalismo chino y la conducta y procedimientos detestables del maoísmo.
Posiblemente podría afirmarse que, históricamente, no ha habido un país en el mundo más anticomunista que la República China de Taiwán (conocida también por los nombres de “China Nacionalista”, “República de China”, “Taiwán” y “El Taipei Chino” nombre acordado en competencias deportivas internacionales)
Es casi imposible que ningún ejército de ocupación pueda ser capaz de controlar un país donde cada uno de sus habitantes es un enemigo jurado; máxime cuando es una ínsula saturada de enormes y altísimas cordilleras que podría acoger a una nutrida guerrilla de decenas de miles por muchas décadas, con numerosos depósitos secretos de armamentos, y recónditas cavernas. Su composición demográfica, además, es casi monolítica, pues el 95% de su población está integrada por chinos de origen Han.
El tercer formidable adversario que deberá enfrentar China Roja si agrede a Taiwán militarmente, es el constituido por: Las fuerzas armadas de Taiwán.
Felipe Lorenzo
Hialeah, Fl
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