Por el Día de los padres…

Written by Libre Online

13 de junio de 2023

El pasado domingo 14 de mayo, muy temprano en la mañana le llevé a mamá su regalo por el “Día de las Madres”, como todos los años desde hace catorce: Un hermoso ramillete de rosas rojas que deposité con profundo cariño y agradecimiento en su lápida. Siempre rosas rojas, nunca blancas. El primer motivo es que era su color favorito; el segundo motivo es que ellas permanecen con nosotros cada día, palpitan vivas en nuestros corazones y en nuestro perenne recuerdo. 

Escuché en una ocasión decir que los padres sólo se marchan cuando nos marchamos nosotros, porque en el recorrido de nuestra existencia continuamos hablando de ellos, de su vida, sus anécdotas, los momentos felices y las ocasiones que compartimos juntos. Se mantienen presentes y vigentes hasta que nos toca el día final.

Al llegar con mi ramillete de rosas rojas, a pesar de la prematura hora, todo el césped, como acontece anualmente, aparentaba ser un idílico jardín saturado de flores de diversas clases y colores. Muchos habían acudido el día anterior, y otros lo harían en ese día, algo más tarde.

Pero en medio del júbilo de presenciar la masiva remembranza a nuestras madres, tan presente en los corazones como la mía en el mío, me traicionó la memoria recordando que cuando acudo el “Día de los Padres” con el regalo de papá, apenas distingo pocas flores más que en los días regulares del año. ¡Qué dolor atestiguar en palpables gestos materiales la desafección de muchos!

Y sé sobradamente lo que algunas personas podrán murmurar con angustia profunda al leer estas líneas. Es cierto que la vida no es justa, y que no todos los seres humanos vivimos nuestras experiencias filiales desde el mejor ángulo. Debemos reconocer con pesar que, efectivamente, hay padres (+) y padres (-).

Pero hemos de aceptar que, en las variadas sendas del vivir, hay también buenos padres cuyo destino no les ofreció la dicha de contar con buenos hijos.

Yo he sido de los afortunados. Tengo una buena hija, y gocé de un padre ejemplar a quien —aunque también continúa conmigo cada día— ya no puedo ver desde hace diecinueve años. Se marchó físicamente un lunes diez de mayo, a pocas semanas del “Día de los Padres” de aquel año tan triste.

Por ello comprendo cabalmente cómo ha de sentirse en este “Día de los Padres” el Sr. Demetrio José, hijo de nuestro recordado Demetrio Pérez Jr., así como muchos otros en iguales circunstancias.

Los primeros meses son muy difíciles, y el primer año es el más duro de todos.

Después, el bálsamo de paz y resignación que nos va untando el corazón y el alma con el transcurso del tiempo, inicia lentamente el cierre de la herida, aunque siempre será una herida cerrada en falso.

No obstante, con la inevitable y progresiva caída de las hojas del calendario, comenzamos más frecuentemente a hablar de ellos sin que se nos quiebre la voz ni se cristalice la nostálgica mirada. De repente, en ocasiones, nos referimos a sus hechos, su forma de pensar y actuar, los momentos compartidos, ¡atesorados ahora más que nunca antes!

“Papá siempre decía…”, “Recuerdo que un día Papá…”, «Mi padre acostumbraba a decirme…”, “A Pipo no le gustaba hacer eso…”, “Esa era la comida favorita de Papi…” , “Aquellos cuentos que me leía “Daddy”, “My Dad always said…” y otras frases por el estilo.

Nuestros padres perviven siempre con nosotros, hasta el último de nuestros días. ¡Ésa es la realidad de los buenos hijos! ¡Ésa es la compensación de los buenos padres!

Los buenos padres… ¡que hay muchísimos! Quienes, como el mío, vivieron para hacer el bien y servir a los demás, y velaron por su familia cada día de sus vidas. Mi padre practicó medicina hasta los 86 años y se retiró cuando mamá y yo le insistimos que lo hiciera por su salud, y él rehusaba hacerlo por aquellos pacientes especiales que atendía, sin recursos para pagar, y a los que le pesaba dejar sin su atención médica. Porque mi padre, a pesar de haber aprobado el requerido examen del “Board” y ser, por lo tanto, médico americano, seguía con la mentalidad de los compasivos galenos de antes, poseedores de un profundo sentido de humanidad hacia los demás. Fui el mejor hijo que pude ser, y aún creo que no fue suficiente. ¡Él merecía todavía mucho más!

Nuestros buenos y abnegados padres…, que, en su lucha diaria por el sustento de la familia, aportaron al hogar el mayor porcentaje de sacrificio y esfuerzo a cambio del menor porcentaje de tiempo de calidad con sus hijos; que luchaban a brazo partido por el progreso de su familia y el bienestar de los suyos, a cambio de limitadas horas de dicha filial compartida. ¡Nuestro amor y nuestro reconocimiento eterno deben ser depositados a diario en el ara sagrada de su presencia, donde quiera que estén!

Por el “Día de los Padres”, por el día de los buenos padres, deseo ceñir a todos nuestros progenitores en un apretado abrazo, ¡con el mismo cariño con que estrecho en el fondo de mi alma al mío!

Pero, sobre todo, insto a que elevemos en conjunto una fervorosa oración por aquellos padres que a lo largo de la sinuosa ruta del destino, bien haya sido por los accidentados avatares de sus vidas, o la amarga imposición de la distancia, o la álgida ingratitud de sus hijos, se fueron quedando rezagados, poco a poco, tristemente, en la dolorosa cuneta del olvido.

¡Feliz Día de los Padres a todos los buenos padres! ¡Feliz Día de los Padres, a todos los buenos hijos!

Felipe Lorenzo 

Hialeah, Fl.

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