Adolfo Márquez Sterling, un periodista con muchos ideales para defender

Written by Libre Online

23 de mayo de 2023

Por Jorge Quintana (1954)

En la historia del periodismo cubano Adolfo Márquez Sterling es todo un símbolo. José Martí pudo decir de él, en el homenaje donde hablara, lo que dijo, porque en cierto modo tenían del periodismo el mismo concepto. Para ambos el mercantilismo que en la actualidad padecemos en el campo periodístico era detestable por lo que tenía de mediatizador de las ideas y de los principios. Por eso ambos pudieron coincidir en el separatismo.

Las dos ramas ascendentes de Adolfo Márquez Sterling, vinieron de Santo Domingo. Según afirma Rene Lufruí, Domingo Márquez vino a Cuba a principios del siglo XIX. Era hijo de un funcionario de la Real Audiencia de Santo Domingo llamado Santiago Márquez, que también vino a Cuba y llegó a ser secretario de la Audiencia de Puerto Príncipe. Domingo Márquez se casó en Cuba con su compatriota María Dolores Loysel y Frómeta, de cuyo matrimonio nació un hijo que se llamó Santiago Márquez Loysel.

También, como consecuencia del éxodo de funcionarios dominicanos hacia Cuba, por esta misma época vino el abogado José Tiburcio Sterling, un dominicano descendiente de ingleses. En la Audiencia de Puerto Príncipe llegó a ser Oidor. El licenciado Sterling vino a Cuba casado con la dominicana Bernarda Monte y Luna. Un hijo de este matrimonio se casó, en Santiago de Cuba, con María Dolores Heredia y Mieses, hermana del Oidor Heredia, padre de nuestro gran poeta José María Heredia. Una hija de este matrimonio llamada Francisca Sterling y Heredia se casó con el licenciado Santiago Márquez Loysel. 

De este matrimonio nacieron varios hijos, unos en Camagüey y otros en Santiago de Cuba. Entre los que nacieron en Camagüey estaba Adolfo Márquez Sterling y entre los que nacieron en la capital oriental figura Manuel, que fuera después padre del otro periodista Márquez Sterling, el ingeniero Don Manuel y abuelo del Márquez Sterling que en la actualidad ejerce el periodismo con tanto éxito como sus antepasados, el Dr. Carlos Márquez Sterling.

El 17 de junio de 1825 nació Adolfo Márquez Sterling. La fecha no es muy exacta. José Manuel Carbonell, por ejemplo, cita la del 13 de febrero de 1827. Rafael Soto Paz nos ofrece ésta que nosotros consideramos más correcta.

Los primeros años de su vida se deslizan en Camagüey, la ciudad natal. Después irá a Santiago de Cuba, a cuyo colegio de Basilio el Magno asiste como alumno. Cuando ha entrado en la adolescencia el padre le envía a Madrid, en cuya universidad estudia la 

carrera de Leyes. En 1857 se gradúa y regresa a Cuba.  Su hermano Manuel se ha orientado en el campo mercantil. Está establecido en magníficas condiciones en Nuevitas. Otros como José, aspiran a la burocracia.

De España regresa el licenciado Adolfo Márquez Sterling dispuesto a ejercer su carrera y a dedicar, buena parte de su actividad, al periodismo. No lleva un año en La Habana y ya funda con Francisco Calcagno el quincenario «La Habana». Poco después contrae matrimonio con la señora Andrea Cairo de cuyo enlace nace su hijo Adolfo Márquez Sterling y Cairo que fuera Cónsul de la República. La lucha es dura. Adolfo Márquez Sterling vive en Guanabacoa. Se conspira. La agitación separatista se ha extendido por toda la isla. Asistimos a los últimos actos de la lucha entre el ideario anexionista y el separatista. Adolfo Márquez Sterling cree en la autonomía. De ahí que no halague el espíritu revolucionario de la época. Pero será, fundamentalmente, un gran defensor de los postulados democráticos. La abolición de la esclavitud tiene en él un apasionado defensor. La libertad de la expresión un defensor sin vacilaciones.

El 10 de octubre de 1868 se inicia en Oriente la Guerra de los Diez Años. En Nuevitas Manuel Márquez Sterling hace esfuerzos por romper el cerco de las autoridades españolas para salir al campo junto con los familiares de su esposa. Todo lo que puede lograr es salir al extranjero. Se establece en Perú. El Gobierno de la República le designa su Agente y es así como Manuel Márquez Sterling y Loret de Mola nace en Lima cuando su padre desempeñaba la primera misión diplomática cubana en aquel país. Adolfo Márquez Sterling comienza a editar «La España».  Se le juzga mal. Se le supone un defensor de la colonia, porque no es de los periodistas que azuzan o incitan. Sin embargo, en el Archivo Nacional hay buena constancia de su lucha de esta época con el Fiscal de Imprenta por publicar artículos que no sometía previamente a la censura. 

Después de su muerte Juan Gualberto habrá de escribir: “Yo he sido de los que, desde las inhospitalarias playas del destierro, leyeron con dolor alguno que otro número de «La España». Pero confieso que después mi juicio se ha rectificado y que he encontrado que «La España», en su conjunto, era el acto de valor más heroico que en aquellos luctuosos días podía realizar un corazón liberal”.

En 1874 edita la “Revista Semanal”. En 1878 será “La Libertad”. La política le atrae. Los autonomistas le convencen y figura como candidato a diputado por Güines junto con Rafael Montoro, Carlos Saladrigas y Nicolás Azcárate. Los españoles le vigilan. En los fondos del Archivo Nacional se encuentra un expediente donde el Gobernador Civil se dirige el 10 de enero de 1879 al Capitán General de la Isla denunciándole que, en la casa de Niceto Sola, se vienen efectuando reuniones clandestinas, con el propósito de organizar al Partido Democrático y que uno de los que asisten es el licenciado Adolfo Márquez Sterling. A pesar de eso el 15 de enero se le autoriza a publicar “La Discusión”. Con ella se iniciará otra etapa inquietante de su vida periodística. “La Discusión” es la víctima propicia del Fiscal de Imprenta. Es, por esa época, el periódico que más se persigue, que más se denuncia, que más se suspende. Con ella proyecta sacar un periódico todos los Domingos de carácter “político-científico, con caricaturas y grabados». Lo titulará “La Cencerrada”. Llegó a solicitar la autorización gubernamental, pero no tenemos noticias de que llevara a la práctica el proyecto.

Rafael Soto Paz, comentando esta actividad de Márquez Sterling en “La Discusión”, ha escrito: “Desde este órgano, expresión de la cubanidad de aquel instante confuso, Adolfo Márquez Sterling libra sus más ardorosas campañas y sus más recias polémicas contra los 

periódicos que dañan al país: “La Voz de Cuba”, órgano de los integristas españoles, y “El Triunfo”, portavoz de los autonomistas”.

El 29 de abril de 1879 se celebra el banquete de los altos de “El Louvre”. A La Habana ha llegado, pocos meses antes, un joven abogado que muy pronto se ha dado a conocer como orador político. Se llama José Martí. Se le invita a hablar en nombre de los organizadores para ofrecer el homenaje. La pieza oratoria le salió limpia, nítida, de una belleza excepcional. Fue en aquella ocasión donde Martí dijo: “Porque el hombre que clama vale más que el que suplica; el que insiste hace pensar al que otorga. Y los derechos se toman, no se piden; se arrancan, no se mendigan”.

A pesar de aquellos homenajes en que un pueblo agradecido rendía tributo a quien le defendía con tenacidad y valentía su derecho, la persecución española se ensaña con el periodista cubano. El 10 de julio, de 1881 “La Discusión” es secuestrada. Después el Fiscal de Imprenta la denunciará por haber publicado un artículo titulado «Cartas de Europa» donde con mucha lógica Márquez Sterling establecía la contradicción que existía entre la promulgación de la Constitución del Estado en Cuba y la continuación del Patronato con su institución, la esclavitud negra. El Fiscal lo acusa de conspirar. En 1881 ser abolicionista era, para aquel bárbaro censor de Imprenta, un delito. El Tribunal lo condena por “exponer doctrinas que se encaminan a concitar una clase con otra” a quince días de suspensión. El 24 de agosto vuelven a denunciarlo por haber publicado un artículo titulado “Cartas de Dn. Diego Pérez al Gobernador Don Chico”. 

El 3 de septiembre lo condenan a veinte días de suspensión. El 6 de octubre formulan otra denuncia contra “La Discusión” por haber publicado una carta de Madrid, atacando al Congreso de España. Otra condena de veinte días de suspensión. Y además pago de costas. El 25 de octubre, cuando está apenas acabando de cumplir la sentencia de suspensión impuesta, ya lo están denunciando de nuevo por haber publicado un artículo titulado “Un gran ingenio”, en el que ataca a un ministro de la Corona. Esta vez la condena es de veinticinco días de suspensión y pago de costas. 

El 4 de diciembre el Gobierno español lo acusa por injuria. El 18 de febrero de 1882 es otra denuncia por un artículo titulado “Lasciate Ogni…” Esta vez el Tribunal se inhibe a favor del Juzgado de Primera Instancia. El 15 de marzo, por primera vez, es absuelto de otra acusación realizada por el Fiscal de Imprenta. Pero el 20 del mismo mes de marzo ya está de nuevo el Fiscal acusándolo por un artículo titulado “Los que han dado”. Y por si no fuera poco, ese mismo día le acusan también por otro artículo considerado delictuoso, titulado “Los Partidos Políticos en Cuba”. El 29 de marzo se le condena a treinta días de suspensión y pago de costas.

 El 17 de mayo vuelve a ser denunciado por su artículo “Espíritu de la prensa” y el 7 de junio por otro titulado “Abuso” y el 19 por otro titulado “Patronato”. Y el 29 de julio es por insultos a la exreina Isabel II. La lucha es ardua y tenaz. Cada vez que le clausuran el periódico saca otro con nombre distinto. La legión de estos títulos periodísticos es infinita. Uno de ellos es “La Lucha”, que vino a ser, pocos años después de su muerte, en las manos de Antonio San Miguel, uno de los periódicos cubanos más leídos.

 Para que nuestros lectores se den cuenta de cómo manejaba Adolfo Márquez Sterling la ironía, bastará leer estos dos párrafos publicados con motivo de la visita, que hizo a Cuba el Gran Duque Alejo, hijo del Zar de Rusia. Adolfo Márquez Sterling lo saludaba con estas palabras: “Señor, este es el país de la libertad. Esta es la libre América, y aquí nadie entiende que la voluntad de uno solo predomina. No pasa entre nosotros lo que en el Imperio de vuestro Padre”. El Gran Duque visita un ingenio. Cuatrocientos negros esclavos, “vestidos de limpio para las circunstancias” como dice Juan Gualberto Gómez, están presentes. 

El periodista aprovecha la oportunidad para deslizar una de sus grandes agudezas. Así dice, en el tono del siervo ruso, con humildad: “Señor. Esos negros aseados, bien cuidados, que vais a ver, no son esclavos. No ocurre entre nosotros lo que en la atrasada tierra de Pedro el Grande. Aquí los hombres son los copropietarios de la finca en que trabajan. Hemos resuelto el problema del trabajo y del capital. Esos son partícipes de los beneficios. Nos avergonzaríamos de que pensárais que aquí tenemos, como en vuestra casa, siervos. No: no nos hagáis tal injuria”.

Las denuncias contra “La Discusión” continúan. Rene Lufriú dice, con mucha razón: “La censura había opuesto murallas a Adolfo Márquez Sterling quien, con astutos juegos malabares de agilísima pluma, supo siempre abrir brechas a las inspiraciones de su talento”. Está enfermo y continúa en la trinchera defendiendo sus ideales. Abandona momentáneamente todo lo que en Cuba posee, para irse a Marmolejo, en Murcia, con la idea de recuperarse físicamente. Pero ya es tarde.  

El 28 de abril de 1883 muere en aquel lejano lugar, desterrado de la patria amada, con mucha ansia insatisfecha y una sola satisfacción lograda: la de haber cumplido con su deber. Dos años más tarde, escribiendo Juan Gualberto Gómez en las páginas de “El Porvenir” asegura que “el vacío que dejó Adolfo Márquez Sterling en nuestra prensa, difícilmente se llenará”. 

Fue así como se nos fue para siempre aquel adalid que hizo del periodismo trinchera para defender el derecho de la patria a vivir libre, sin dictaduras, soberana, sin interferencias extranjeras, independiente. Ese fue el periodista cuya efeméride conmemoramos en esta semana. Un periodista que distaba mucho del tipo del periodista actual, con muchos ideales para defender y ningún interés personal que respaldar.

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