BIDEN INSISTE EN CORRER CONTRA VIENTO Y MAREA

Written by Adalberto Sardiñas

28 de febrero de 2023

El presidente Joe Biden está determinado, con testaruda insistencia, y contra viento y marea, en aspirar a la reelección en el 2024. Muchos, dentro de su partido, más pragmáticos que él, han tratado, sutilmente, de persuadirlo del intento. Consideran que, para entonces, a sus 82 años, y patinando frecuentemente en la pista del ajetreo diario que impone la presidencia, no es, un candidato viable. Tampoco lo es para su partido, ni para la nación. Su salud mental se ha debilitado, y sus deslices en sus conferencias de prensa y sus exposiciones públicas, así lo reflejan.

  Sin embargo, las últimas señales, emanadas desde la Casa Blanca, indican un incremento en las actividades, conducentes a un aceleramiento en la campaña. 

  Y el ímpetu que despliega Biden, en su optimismo, un tanto desmesurado, se debe, en primer plano, a que nadie, en el Partido Demócrata, excepto Marianne Williamson, una aspirante muy marginal, con nulas oportunidades de éxito, se ha lanzado a la arena a retarlo. Por supuesto, que es desacostumbrado el surgimiento de uno, o más candidatos del mismo partido del presidente en funciones disputándole la nominación. Pero esto no está escrito en piedra, ni obedece a ninguna ley, más que aquella de la costumbre, que puede ser movediza y cambiable. 

  Por el momento, a un año del inicio de las primarias, luce que será Joe Biden el nominado para su aspiración presidencial de un segundo término. 

  A menos que, otros demócratas, ante un agravado deterioro de las facultades cognitivas del presidente, o, convencidos de la vulnerabilidad de éste en el aspecto político, debido a la inflación, el estado de la economía, y sus bajos números en la aprobación de su trabajo, decidan romper con la tradición y reclamar el derecho a participar en unas primarias contra su propio presidente y jefe de su partido, disputándole la nominación.

  ¿Podría producirse esta eventualidad? Es posible, y hasta probable.

   Las aguas mansas del Partido Demócrata empiezan a agitarse, lentamente, con rumores de una ampliación del camino, buscando crear espacio para la emersión de nuevas figuras, razonablemente relevantes, pero todas, con el mismo sello liberal radical de los progresistas, como Kamala Harris, Elizabeth Warren, Gretchen Whitmer, Gobernadora de Michigan, Josh Shapiro, Gobernador de Pennsylvania y Gavin Newsom, Gobernador de California, entre otros. 

  Todos estos posibles, probables, o potenciales candidatos a la nominación, esperan, como leones en la selva política, al asecho de  acontecimientos que debiliten la posición de Joe Biden en el escenario doméstico, o, en el más amplio teatro internacional, con la agravante situación de la guerra en Ucrania, el aumento de las tensiones con China, la creciente tirantez con Rusia, y las hostilidades con la teocrática dictadura de Irán, para declarar sus respectivas candidaturas a la presidencia de la nación.

  En el terreno doméstico Biden confronta un aumento del crimen, una crisis migratoria que se le ha ido de las manos, una inflación que, aunque ha disminuido levemente, continúa alta, factores todos negativos que lo presentan como un presidente impopular.

  Un testimonio de esta impopularidad se pudo apreciar en el Estado de la Unión, su más importante discurso del año, cuya audiencia televisiva alcanzó 27.3 millones, aún considerable, pero 10 millones menos que la del año pasado y la audiencia más pequeña de los últimos 30 años. Esta diferencia muestra una brecha en el entusiasmo por Joe Biden que, al momento, no ofrece señales de cambio. Pero, en el mundo político, un año, a veces, tiene la equivalencia de una década, y el mundo de las sorpresas, a su vez, puede ser tan poderoso como para alterar el curso de los acontecimientos políticos.

  En el cuadro internacional, el presidente se ha recuperado del humillante fiasco del retiro de las tropas de Afganistán, con su actuación firme, en apoyo de Ucrania ante la invasión rusa. Pero las cosas pueden cambiar con el paso del tiempo y Ucrania puede no ser un tema predominante para el ambiente político nacional.

  Para los que, dentro del más íntimo círculo del presidente, promueven su candidatura por razones particulares obvias, Joe Biden sólo tiene que compadrearse, jactarse un poco más de sus logros, ilusorios o ciertos, y el público votante se sumará a su visión y reconocerá su grandeza. En otras palabras, para estos monjes grises alrededor del presidente, que resultan ser sus consejeros, el pueblo americano ha descendido a la estupidez de pensar que la substancia y las prácticas políticas ya no cuentan, y que sólo basta un mensaje bien elaborado para embaucar a suficientes gentes para lograr sus objetivos.

  ¿Estará el Partido Demócrata cometiendo el mismo error del 2016 cuando pensaba que Hillary Clinton sería coronada sin desafío?

  Si los demócratas están, en realidad, tan incómodos con Joe Biden para las elecciones del 2024, todavía tienen tiempo para encontrar un candidato suficientemente fuerte para la competencia final que ofrecen las primarias. 

BALCÓN AL MUNDO

El malgasto del tesoro público es copioso y abundante. Hay mucha tela por donde cortar en este capítulo. Pero a los republicanos sólo le interesan las asignaciones para la ayuda militar y humanitaria a Ucrania.

El Partido Republicano tiene una triste y deplorable historia en su récord por los beneficios a la clase más necesitada de la nación. Se opuso, casi unánimemente, a la creación del Social Security en 1935, e hizo lo mismo en 1964 cuando se debatía la creación del Medicare.

Para los republicanos de entonces, y muchos de los de ahora, los sistemas del Social Security y el Medicare, fueron malas ideas que no merecían su aprobación.

Para el pueblo americano, para sus trabajadores, y sus ancianos, son planes fabulosos que les han traído paz y sosiego por muchos años.

  ¿Se imagina alguien, que no esté loco, qué sería de esta nación sin la existencia de esos dos sistemas de protección, o safety net, como se les llama en inglés?

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 El secretario de Estado de China comunista estuvo en Moscú la pasada semana para entrevistarse con Putin. Ambos reiteraron sus lazos de alianza y cooperación. Los chinos, siempre taimados y perversos, nunca condenaron la invasión a Ucrania, y, aunque veladamente lo nieguen, están cooperando con los crímenes rusos a ese agredido país.

  Afortunadamente, EE.UU. y la Unión Europea, junto con la OTAN, le están proveyendo toda la ayuda militar que Ucrania necesita para resistir el ataque ruso.

  Estados Unidos está haciendo lo correcto. Entiende que es mejor gastar billones de dólares, sin entrar en guerra, para defender a un aliado, y a la vez, dejar seriamente debilitado, económica y militarmente, a un enemigo. Rusia ya no será la misma después de la guerra que inició contra Ucrania. El precio que pagará será enorme.

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  La administración Biden acaba de emitir otra disposición para lidiar con la crisis migratoria. Ahora dispone que los aspirantes a asilo deben solicitarlo en terceros países, y que, si vienen directamente a los puertos de entrada en Estados Unidos, perderán su derecho a tal consideración. Serán repatriados de inmediato. 

 La medida ha encontrado rechazo en ambos bandos del espectro político.

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Genaro García Luna, quien por más de 10 años fue ministro de la Seguridad Pública en México, fue hallado culpable por un tribunal de Brooklyn, de cooperar con el cartel de Sinaloa que introdujo más de 50 toneladas de cocaína en Estados Unidos.

 El presidente López Obrador ahora trata de inculpar a los expresidentes Calderón y Fox en estos crímenes.

Pero ¿no fue López Obrador el que mandó a liberar al hijo del Chapo cuando fue aprehendido hace dos años en Sinaloa, y el que se bajó de su carro para saludar a la madre del Chapo, a la que vio viajando en un carro próximo al suyo?

Si un presidente mexicano se ha sentido allegado a los carteles de la droga, ése, ha sido Andrés Manuel López Obrador.                                   

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