George Washington y la democracia en su patria y en el mundo

Written by Libre Online

14 de febrero de 2023

Por ÁNGEL MIOLÁN (1950)

Hace doscientos noventa y un años, el 22 de febrero de 1732 nació en una residencia, en las orillas del arroyo Birdges, cerca de los márgenes del Potomac, en el estado de Virginia, Estados Unidos de Norteamérica, George Washington. 

De él, –tanto en su tierra donde se venera casi como a un dios como en el resto del mundo, –se ha escrito mucho. Sin embargo, todavía no está dicho todo cuanto pudiera apuntarse sobre su personalidad. Y menos aún si se le mira desde el punto de vista de su significación como precursor de la Democracia en su patria, como creador del orden institucional que aún perdura en la gran nación del norte y de la influencia de su ejemplo y de su obra en los destinos del resto de América y del mundo entero.

El dios y el hombre

Como ocurre con los héroes de todas las naciones, Washington tuvo que sufrir la desnaturalización de su nombre, al correr de los años. En el afán de acicatear las virtudes nacionales, sus biógrafos llegaron a olvidarse de que era un hombre para presentarlo a las nuevas generaciones como un dios. Wemms fue uno de los primeros en incurrir en el desacato. En ese empeño le siguieron muchos. Hasta que hace más o menos cien años se inició el movimiento reivindicador. 

Al nombre de George Washington le fueron arrancados cuantos oropeles se habían empeñado en agregarle, creyendo engrandecer y lo más interesante es que lejos de perder la personalidad del héroe ha crecido, resultando mucho más digno de respeto y admiración. El hombre que salvó, liberó y creó la gran nación norteamericana, que el mito que sus panegiristas habían querido legar a la posteridad.

Cómo era Washington

George Washington no tuvo la misma formación que Abraham Lincoln, ese otro extraordinario hijo de Norteamérica, su vida pudo afirmarse, fue menos dura, sin embargo, grandes enseñanzas tuvieron que encontrar en ella. A él también le tocó combatir duramente. 

Veamos cómo la describe uno de sus más autorizados biógrafos en nuestra lengua. “El Libertador norteamericano –dice– vino al mundo en un medio pobre y trabajador; creció en un hogar que era confortable por el esfuerzo y el espíritu emprendedor de quienes la ocupaban y adquirió la preparación inicial, bastante mediana, que era posible a quienes no pertenecían al corto grupo de los virginianos prominentes que asistían a las aulas de “William and Mary” y que, una vez completados sus estudios en dicha institución, podían pasar a las universidades metropolitanas para ampliarlos y mejorarlos aún más. 

Lo que después hizo el joven virginiano fue mayormente el resultado de sus afanes para desarrollar su educación, para cimentar su personalidad, para hacer el dirigente resucito y hábil capaz de hacer frente a los grandes conflictos y superarlos. No puede haber duda de que en su juventud ya Washington tuvo cualidades relevantes y que impresionaron favorablemente a todos los que le conocieron, desde el encopetado Lord Fairfax quien le hizo su agrimensor de confianza hasta los ayudantes y los esclavos blancos y negros que los ayudaban en sus trabajos y que sentían el influjo de su fuerte personalidad con una madurez física y mental superior a sus años, pero que irradiaba confianza y firmeza y perseverancia invencible”.

Cómo se hizo militar

No había cumplido George Washington los 20 años, cuando grandes responsabilidades tuvo que asumir en el orden militar. Grandes complicaciones fronterizas se le presentaron al Estado de Virginia con sus vecinos franceses, iniciándose una guerra y durante el proceso de incubación de la misma recorre toda una escala para llegar a los más altos sitiales de la Jefatura militar. 

Un día hace falta un mensajero audaz que lleve una protesta por la ocupación progresiva de los territorios del Estado y George Washington va poniendo en peligro su vida por entre selvas espesas y dilatadas donde se hallaban los indios hostiles y toda clase de riesgos. Como ayudante del general Braddock en la campaña del Potomac se convierte en el héroe que evita el desastre a que su jefe lleva al ejército por desoír sus consejos. 

Tan brillante fue su actuación y tan meritoria que, al cumplir los 23 años en sus manos pone el Congreso de su Estado la defensa del territorio por considerar que no tenía otro militar de más condición que él.

Su principal misión histórica

Washington combatió contra los franceses y los indios que se habían aliado con ellos para atacar al Estado, no fue una campaña cualquiera, sino que tuvo todas las características de una guerra de verdad y en ella encontró el héroe la oportunidad de adquirir una experiencia guerrera valiosísima. Pudo en ella aplicar o ejercitar las innatas condiciones de gran militar que 

llevaba en sí, de modo tal que cuando terminó la campaña con la firma de la paz, George Washington estaba ya maduro para acometer la principal tarea de su vida, para realizar la misión que la historia le había señalado: ¡la construcción de la gran nación norteamericana!

La Guerra de liberación

Había pasado el tiempo como era natural. Grandes transformaciones sustanciales se habían ido operando en el seno de la tierra de Washington, al igual que como había sucedido en el seno de todas las colonias establecidas en el nuevo mundo. Ya se habían levantado generaciones nuevas. Generaciones que si bien admiraban a Inglaterra como madre patria, para ellos, la verdadera patria era el suelo que los había visto nacer y crecer, con el cual estaban encadenados sus mejores afectos, nuevos intereses de todo tipo habían germinado y crecido. 

Y, como era lógico en razón directa de las injusticias recibidas por el trato metropolitano– más a las ventajas que a la consolidación de afectos–, fueron creciendo las ansias de liberación hasta que estalló el conflicto.

El Congreso volvió a llamarlo

“Y fue natural, vuelve a decir el biógrafo citado, que al precipitarse la crisis armada que la pérdida del tradicional buen sentido de la estadística británica convirtió en una guerra por la independencia, el Congreso continental volviese sus ojos al militar criollo ya convertido en patriota que más se había distinguido en el servicio de las armas y cuyo nombre de oficial valiente, experimentado y hábil era conocido desde Boston hasta Sabanaah. 

La Declaración de la Independencia votada en Filadelfia el 4 de julio de 1776 proclamó los principios básicos de la democracia y del republicanismo y negó resueltamente que hubiese obligación de someterse al despotismo y de conformarse con la injusticia”. “Era un documento, continúa el escritor, en el cual la filosofía política del siglo XVIII cristalizaba en las que Jefferson llamaba “self evident truths” o verdades evidentes de por sí, al proclamar que los hombres son iguales y nacen dotados de derechos inalienables entre los que se cuentan el de la vida, el de la libertad y el de la consecución de la felicidad.

El gran general

Martí llamó a George Washington, el primer militar criollo. Es decir, opinamos nosotros, del nuevo mundo. Y si se le analiza a fondo, miles de pruebas aparecen en apoyo a esta afirmación tan rotunda como todas las suyas. 

Fue el primero en infligir tremendas derrotas a fuerzas europeas en nuestro hemisferio antes de que llegara el siglo XIX con su multiplicada historia de hechos libertadores ya que él se cubría de gloria. Y en cuanto al contenido táctico y estratégico de sus acciones militares, es opinión general que corren parejas y en ocasiones sobrepasan las ejecutadas por los más brillantes 

paladines de las gestas de emancipación. 

Junto al mismo Simón Bolívar, el héroe norteamericano no se empequeñece, y hasta hay quienes afirman que tuvieron más alcance y significación sus triunfos de guerra que los del héroe de Carabobo.

Ahí está de todos modos y una lista de grandes hombres que marcaron honrosamente la trayectoria militar del libertador norteamericano. Y cada día, mientras 

transcurre el tiempo, la gloria del gran general aumenta, como solo ocurre con valores auténticos y legítimos.

El estadista y patriota

Si brillante resultó la conducta de George Washington como héroe de la guerra de liberación de su patria, menos no lo fue su hoja de servicios como estadista y fundador de la República Norteamericana. “Resulta fácil, –dice sobre este particular el profesor Portell Vilá– a tantos años de distancia, al imaginarse la Revolución Norteamericana como una sublevación formidable y unánime en la que tres millones de colonos dieron un inquebrantable respaldo a sus delegados reunidos en Filadelfia, se impusieron todos los sacrificios para lograr la consolidación de la independencia proclamada. La realidad es otra, sin embargo. 

Al quedar reconocidos los Estados Unidos como nación soberana, después de 1783 unos cien mil integristas, prefirieron la emigración a la república y otros muchos ya habían huido a las otras posesiones inglesas. Durante el curso de la lucha, pero entre los mismos partidarios de la independencia fue una proporción bastante reducida la que se alistó para formar parte del Ejército Libertador y todavía menor el número de aquellos que no pretextaron las necesidades de la cosecha o supuestas enfermedades o inconformidad con la disciplina y las privaciones para retirarse periódicamente a sus hogares y dejar en cuadro las familias de los ejércitos patriotas”. 

Y agrega: Esa empresa de obtener respeto para estos principios;  de conseguir que 13 colonias desunidas, rivales entre sí, económicamente dominadas por su metrópoli y podridas de recelos se impusiesen a la que ya emergía como la primera potencia mundial para arrancarle su independencia, correspondió a George Washington, quien tuvo que luchar contra los ingleses y contra los indios en los campos de batalla, contra los franceses y los españoles para anular sus intrigas sin perder su apoyo, contra las ambiciones de subordinados sin escrúpulos, contra los egoísmos de los mismos componentes del Congreso continental y hasta la tibieza patriótica y la incomprensión de los milicianos. 

Su obra y la América 

hispánica

Fue un valiente: nadie expuso su vida más que él. Fue un Libertador: liberó su nación. Fue un  patriota: por la tierra suya luchó dándose por entero. Fue un estadista: supo con el ejemplo, trazar los caminos que más convenían a la naciente República. Nadie con más meticulosidad que él para manejar la cosa pública de su tierra. Ocasiones tuvo en que acallar le fue preciso los sentimientos de su corazón para mantener el recto camino que a su patria trazó desde el primer momento. 

Por eso quisieron que hasta su muerte tuviera en las manos los máximos destinos nacionales y desde el alto sitial de su prestigio influyó su obra, su actitud, la limpieza de sus actos todos y el alcance renovador de su gestión en el derrotero futuro de la América Hispánica, pese al gran olvido o 

rechazo de su ejemplo, que en muchas ocasiones hemos hecho.

La revolución 

norteamericana y la Revolución francesa

Asombra el adelanto en el tiempo de la revolución norteamericana. Concreta a ella por primera vez en el mundo desde el poder los principios fundamentales del libe-ralismo, tomando ventaja por encima del viejo mundo, con 

ligeras variantes, los derechos del hombre tuvieron expresión tanto en la Declaración de la Independencia de Filadelfia del 4 de julio de 1776 como en la Declaración de los Derechos del Hombre de la Revolución Francesa del 14 de julio de 1789. 

Ambas revoluciones tuvieron, como es natural, sus ideólogos. Si los franceses tuvieron su Robespierre, su Rousseau, Saint-Simon, Saint-Just y una serie de pensadores de todos los matices, la norteamericana también tuvo su Jefferson, su Franklin y la una sobre la otra tuvo que influir, como es lógico, ya que los grandes acontecimientos de la historia ejercen los unos sobre los otros recíprocas influencias. 

Pese al hecho de que la que encabezó Washington cristalizó primero, el pensamiento forjador de la francesa estaba ya en pie como expresión teórica de un estado de cosas nuevo que ya se hacía presente en todo el mundo.

Precursor y creador de la primera democracia

Como actor principal en la materialización de los principios de la revolución norteamericana y como forjador de las normas primeras de la República del Norte, George Washington toma en la historia categoría de precursor y creador de la primera democracia del mundo. 

Tan firme fue su obra y tan bien escogido el camino que señaló a su patria que, aún perduran las primeras orientaciones que como método de vida nacional trazó Washington para los suyos… ¡Perduran y, lo que, es más, se han convertido en aspiración para millones de almas en todo el mundo!  

A un hombre así tiene que llamársele, con razón en su patria “el primero en la guerra, el primero en la paz y el primero en el corazón de sus conciudadanos” y para su nombre tiene que ser también todo el respeto y la consideración de América y del mundo.

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