Ese podría ser el título de esta descarga de un viejo recuerdo de mi infancia.
Los que han escuchado la zarzuela Los Gavilanes, que dejó grabada con su gran voz el barítono Eduardo Brito. En España llamaban indianos a los que venían a América, hacían fortuna y regresaban a su lugar nativo, a su aldea. Y allí vivían los años de su vejez, disfrutando del cariño de sus parientes y amigos («Mi aldea, donde el alma se recrea al volverte a contemplar. Mis lares, después de cruzar los mares otra vez vuelvo a mirar»).
A Pimentel llegó el español Miguel Lladó, y yo debía estar entonces muy pequeño pues nada recuerdo de si llegó con algunos recursos o si tan pobre como otros habían llegado antes al pueblo.
La historia que recuerdo haber escuchado es que primero se empleó por un tiempo en el gran negocio del pueblo que era La Casa Munné, y luego se estableció por su cuenta con una tienda de ropa, tejidos y algún otro artículo y compra de cacao, café, y otros frutos del área, como el maíz y la bija. Aunque estos últimos en muy poca cantidad.
Y la casi totalidad de estos productos se exportaba por Sánchez a Europa, en el ferrocarril de La Vega a Sánchez que pasaba por Pimentel.
El cacao, mejor dicho, los granos del cacao muy bien secados al sol y colocados en unos sacos de yute provenientes de La India, fue el rey de los granos exportados a Europa en esa época.
Y me emociona un poco la etiqueta del chocolate Godiva que encuentro hoy y que menciona “Bélgica 1926”, año en que yo nací y en el que muy probablemente ya llegaba a Bélgica ese cacao de Pimentel que yo observé embarcar en el tren hacia Europa.
Y volviendo a nuestro hombre, Don Miguel Ladó, alto y bien parecido, y además muy cordial y atento a los deseos de sus clientes, en no demasiado tiempo se hizo del dinero que el creyó suficiente para su viaje de regreso a su «aldea» balear. Se había casado con una dama del pueblo de la familia Amarante y tenían un hijo comtemporáneo mío, Alfonso.
Yo supongo que Don Miguel salió con su familia de Pimentel hacia Mallorca, España a finales del 1935 o a principios del 1936. Los viajes de ese entonces eran lentos, se llegaba, pero pienso que siempre un poco después de cuando uno lo había deseado.
Así que no puedo precisar en qué fecha llegó a Mallorca o si allí no llegó y pudo devolverse de algún lugar todavía en paz. Pues resulta que había estallado la sangrienta Guerra Civil Española. (Medio millón de muertos y un millón de exiliados).
Según parece Don Miguel no tenía, antes de partir de Pimentel, noticias de la situación política de España: El final de la Dictadura de Primo de Rivera, la huida de Alfonso Xlll, el surgimiento de La República, y mucho más importante que lo anterior la proximidad del estallido de una sublevación militar.
Hecho ahora muy de menos que algún compueblano adulto y algo instruido, que no pocos había así en mi pueblito, me hablara del fallido viaje de Don Miguel. Y esto aunque mucho se habló allí luego acerca del curso de la Guerra y hasta recuerdo el popular chiste aquel con relación a la Batalla de Madrid: “Si Franco entra sale Miaja”.
El caso es que Don Miguel, su esposa y su hijo Alfonso regresaron de España; Alfonso y yo, y otros chicos jugábamos a las bolitas, encantados con unas muy bonitas que Alfonso trajo de su viaje.
Don Miguel se estableció de nuevo. Y de nuevo se hizo rico. No tengo buenas noticias del final.
José Tiberio Castellanos
Forth Worth, Fl.
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