Casi todos mis contemporáneos, durante su infancia, tuvieron algo que ver con lo aprendido u oído sobre estas tres virtudes. Y pienso que más los del campo que los del pueblo de entonces, Pimentel.
Y, como confirmando lo anterior, bien recuerdo el beso de la cruz de la liturgia de la Semana Santa, anterior al Concilio Vaticano que al menos la de mi pueblo tenía cierto aire militar. Veníamos de dos en dos, cogidos de la mano, y durante el trayecto nos arrodillábamos tres veces antes de llegar al altar, donde estaba la cruz.
Y recuerdo que siempre tuve en mi mano la mano callosa de un hermano campesino. Era raro en misa un muchacho del pueblo. Y menos aún los muchachos de la clase alta que allí. en mi pueblo, no era muy alta, por cierto.
Lo que tampoco indicaba la presencia entre los muchachos del pueblo, de algún asomo de otra doctrina.
Estoy pensando lo poco o mucho que nos ha quedado de la instrucción religiosa de aquel tiempo. En cuanto a los del campo, no recuerdo ninguno que declarara no creer en Dios. “Y quede usted con Dios” decían al despedirse. Y muchos de ellos rezaron el Ángelus cuando la campana de la iglesia tocaba a las seis de la mañana, al mediodía y a las seis de la tarde, «El Ángel del Señor anunció a María…y concibió por obra del Espíritu Santo».
Y esto ya es algo. Que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob es muy generoso. Más, mucho más de lo que yo a mis 96 años hubiera podido imaginarme.
En años recientes entendemos mejor esto del Amor y la Caridad cuando hablamos de La Compasión.
Todos conocemos la historia de Teresa de Calcuta y sus seguidores. Y también puede ser que conozcan la más sencilla historia de Maximiliano Kolbe. ¨Yo voy por ese¨ le dijo al nazi que seleccionaba a los que iban a matar, al ver llorar por su familia, al hombre ya señalado por el guardia alemán.
José Tiberio Castellanos
Forth Worth, Tx.
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