CAP. XXV DE XXXII. Por OSCAR F. ORTIZ
Al llegar a la Gran Manzana me dispuse a visitar los posibles escenarios donde debería operar.
El dossier que el coronel me había entregado para que estudiara durante el vuelo apuntaba hacia cuatro localidades distintas, pero Lando había señalado que la batalla final se daría en el Southstreet Seaport Mall del Bajo Manhattan, en el embarcadero del Puerto donde siempre recalaba la nave mercante que transportaba los componentes de la bomba. No obstante, decidí recorrer a fondo y familiarizarme con la mayor parte de la cuidad.
Tomé un taxi que me paseó por Time Square, caminé por Central Park, recorrí el Meat Packing District, Greenwich Village y llegué hasta los jardines de Madison Square. Pero pronto me convencí de que el verdadero teatro de operaciones de mi primera misión, como bien apuntaba Lando, sería el Seaport Mall. Sin embargo, algo curioso sucedió: durante todo el tiempo que duró el recorrido, no dejé de «escuchar» en mi cabeza al gran Frank Sinatra cantando:
«Si puedo sobrevivir aquí, sobreviviré en cualquiera otra parte…»
Y si he de serles franco, esa noche me acosté rezando para que el viejo maestro no se equivocara.
***
─¿Qué has podido averiguar? ─Preguntó Mirta sin ambages, una vez volvieron a encontrarse en la esquina de la iglesia.
Para ese tiempo ya ella había visto las fotos que Emilio había tomado de Leo y mi jefe juntos durante la visita del coronel a Nueva York y había dado la orden a su ex colega del Departamento América para que los investigara a fondo.
─Necesito saber quiénes son realmente ese gorila peludo y el chimpancé calvo que lo acompaña en la foto. Sé que he visto su agrio rostro antes en alguna parte.
─Es probable que así sea ─concordó Emilio─, está fichado en nuestros archivos. Me sorprende que los «bolos» no lo hayan hecho.
─No te sorprendas, hay muchas cosas que nosotros sabemos que ellos todavía ignoran.
─Ese hombre que te interesa, el calvito, es un tipo peligroso. Se trata de un profesional de la vieja escuela, nos topamos con él por primera vez en Vietnam.
─¿En serio?
─Sí. Después le seguimos el rastro en Granada, durante la invasión.
─Vaya… ¿Y quién es?
─En Vietnam era un coronel de las Fuerzas Especiales de la Armada norteamericana, militaba con los comandos SEAL. Por cierto, el gorila también estuvo allí con él. Formaba parte de su grupo de asalto. Lo de Granada fue distinto, allí el coronelito no se dejó ver, pero se hizo sentir…
Creemos que capitaneaba un selecto grupo de francotiradores que estaba
dedicado a eliminar los mejores oficiales que teníamos en la isla. Nos golpeó duro, sabes, perdimos buenos hombres por su causa; digo, si fue él.
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