Entre las cartas muy gratas que he recibido de los lectores de mi artículo sobre el primer Día de la Independencia de Cuba, publicado en «The Havana Post» el pasado 20 de mayo, quizás la más inesperada haya sido la de un amigo que desde los Estados Unidos me informa que en la escuela pública de cierto pueblecito de aquel país aún se celebra todos los años el «Día de Palma», para honrar la memoria del primer Presidente de la República de Cuba. Indagando los antecedentes de datos tan interesantes he dado con un episodio casi olvidado que bien pudiera llamarse un apunte de la historia de Cuba.
Todas las biografías de Don Tomás Estrada Palma nos cuentan que después de haber sufrido prisión en España y de cierto tiempo en Honduras, el futuro Presidente se dedicó a la enseñanza en un colegio para varones latinoamericanos en Central Valley, en el Estado de Nueva York, pero la mayoría casi pasa por alto este período. Esto es natural, dados los dramáticos acontecimientos que lo precedieron en la vida de don Tomás y los honores que aún habría de recibir. Pero ciertamente de un lector por lo menos, se despertó una viva curiosidad por conocer por qué Estrada Palma escogió ese lugar en particular, ya que Central Valley en aquella época era un remoto pueblecito de campo que consistía solamente de unas cuantas haciendas y una tienda mixta, con una población total de no más de doscientos o trecientos habitantes.
¿Por qué tuvo que ser Central Valley en vez de alguno de tantos otros lugares adonde hubiera podido llegar por designio o por accidente? ¿Y cómo se desenvolvía la vida cotidiana del patriota cubano y de su familia en ese ambiente sencillo y rústico?
Las respuestas a esas y otras preguntas se las debo a la Sra. de Hohn Stainton, de Central Valley, cuyo padre y cuyo abuelo estuvieron íntimamente ligados a la familia de Estrada Palma durante su estancia en ese pueblo.
Por la señora de Stainton he podido conocer que la vida de Estrada Palma como maestro de escuela en los Estados Unidos no fue, como generalmente se supone, una breve permanencia, sino que se prolongó por espacio de más de quince años, durante los cuales, en la rutina diaria del aula, Don Tomás se habrá preguntado con frecuencia si jamás volvería a llevar una vida activa en su amada Cuba.
Por las notas de la señora de Stainton y por un libro muy interesante publicado en 1937 por su padre, Edward Cornell, a la sazón distinguido abogado de Nueva York, se puede reconstruir la historia.
David Cornell, padre de Edward y abuelo de la señora de Stainton, era un hombre de unos treinta y cinco años cuando en 1865 0 1866 fundó en su propia casa, en Central Valley, un pequeño colegio para internos, que contaba, en sus inicios, con unos veinticinco alumnos, incluyendo algunos vecinos del pueblo que asistían como externos.
David Cornell parece haber sido un hombre extraordinario. Sus padres eran cuáqueros, pero él era alegre y divertido, y le gustaba organizar actos literarios y dramáticos.
Había sido agricultor y agrimensor y tanto él como su esposa ejercieron el magisterio en los escuelas públicas de la comarca. Pero David parece haber tenido además la facultad de ganarse la amistad de personas extraordinarias. Su esposa, una dama de aspecto muy distinguido, era amante de los buenos libros y aficionada a la pintura.
Casi desde sus comienzos el colegio empezó a atraer alumnos latinoamericanos.
Un verano un caballero cubano que residía en la ciudad de Nueva York, nombrado Mario Pomares, fue con su familia a hospedarse con los Cornell y tanto le impresionó el ambiente de aquella casa, que envió al colegio como alumno a un joven cubano nombrado José Frías, hijo de un amigo suyo de La Habana. El muchacho permaneció varios años en el colegio, y cuando enfermó de parálisis infantil, le acompañó de regreso a La Habana uno de los hijos de David Cornell. A partir de entonces muchachos cubanos y de otros países latinoamericanos empezaron a venir al colegio en cantidades cada vez
mayores, llegando a constituir su característica dominante.
El señor Edward cree que fue por medio del señor Pomares que Estrada Palma vino a Central Valley y llegó a formar parte de la dirección del colegio. Esto ocurría alrededor del año 1879. En todo caso, es fácil suponer que David Cornell debió haber sentido durante largo tiempo la necesidad de contar con un colaborador que hablara el idioma y conociera las costumbres de sus alumnos más importantes.
Con Estrada Palma vinieron su esposa, quien, según el señor Cornell, era hija del Presidente de Honduras, y su pequeño hijo. Las familias de Palma y de Cornell vivieron juntas, y los Palma tuvieron dos hijos más en Central Valley.
La señora de Palma no hablaba inglés cuando llegó, y como es frecuente entre los niños, su pequeño hijo aprendió el idioma con más rapidez que ella. Dícese que antes de cumplir cinco años ya se daba cuenta cuando su madre no entendía algo, e instintivamente se lo traducía.
Durante la Guerra de los Diez Años y durante su reclusión en España, Estrada Palma había sufrido terriblemente y había visto matar a su madre ante sus propios ojos.
Estas experiencias le afectaron de modo muy hondo. El señor Edward Cornell recordaba que cuando Don Tomás vino a vivir con su familia, sus piernas les temblaban constantemente, a tal punto que cuando se sentaba a comer los artículos más frágiles del servicio de la mesa, con frecuencia se estremecía. A menudo mientras dormía se incorporaba en la cama gritando: «¡Madre. Madre mía!»
Estrada Palma vivió con extrema frugalidad en Central Valley.
Siempre se caracterizó por su oposición a gastar dinero en sí mismo. El señor Cornell recuerda que Don Tomás usó un bombín durante tantos años que tomó un color casi blanco.
Este incidente me recuerda otro, de las tradiciones de mi propia familia. Durante la revolución de 1895, cuando los patriotas cubanos de Nueva York gestionaban el reconocimiento del Gobierno de los Estados Unidos, mi padre era miembro del cuerpo diplomático acreditado en Washington. Un día Don Tomás lo visitó para pedirle que le obtuviera una entrevista con el Secretario de Estado de los Estados Unidos. Mi padre así lo hizo pero le aconsejó que adquiriera un traje nuevo, porque el que llevaba puesto estaba muy raido. Palma le contestó que no tenía dinero para comprar ropa. Mi padre le recordó que poco antes había reunido más de $13,000 para Cuba. Palma le contestó que en efecto así era, para que ese dinero le pertenecía a Cuba. Mi padre le explicó que si causaba buena impresión en el Departamento de Estado estaría sirviendo la causa de Cuba, pero Don Tomás persistió en su obstinación, y al fin mi padre tuvo que pedir prestado u obtener un traje en alguna forma para que Estrada Palma pudiera asistir a la entrevista.
Cualesquiera que fueran sus problemas personales. Estrada Palma nunca dejó de pensar y de luchar por la causa de la libertad de Cuba, y mientras vivió en Central Valley una de las personas que le visitaban de vez en cuando era el general Calixto García, a quien Edward Cornell recuerda porque aún mostraba la cicatriz de la herida de bala en la frente. José Martí también vivió algún tiempo en Central Valley.
Durante sus primeros veinticinco años el colegio estuvo establecido en la propia casa de los Cornell, pero alrededor de 1890 Estrada Palma compró un amplio edificio que había sido usado como casa de huéspedes y allí trasladó el colegio, que ya entonces se había convertido en colegio casi exclusivamente para latinoamericanos. Estrada Palma mismo asumió su dirección, pero David Cornell se mantuvo asociado a él y vivió con su familia en el nuevo local. Don Tomás retuvo la propiedad del edificio hasta 1899, aún después de haber partido de Central Valley. El edificio se encuentra todavía en pie con algunos cambios está destinado actualmente a una «especie de «camp» de verano, llamado «Camp Wildwood».
En 1895, comenzada la Segunda Guerra de Independencia, los cubanos de Nueva York convencieron a Estrada Palma de que se trasladara a esa ciudad, donde presidió la famosa Junta Cubana, que bien pronto llegó a ser conocida por los lectores de todos los periódicos del mundo, y la cual, con la ayuda de cubanos acaudalados, financió la revolución. La familia de Don Tomás permaneció en Central Valley, viviendo en la mayor sencillez.
Cuando Estrada Palma fue electo primer presidente de Cuba, su familia, junto con David Cornell y la esposa, de éste, se reunieron con él en La Habana para asistir a su toma de posesión. Unos meses después el padre de la señora de Stainton, Edward Cornell y su esposa los visitaron, y quedaron altamente impresionados por los grandes banquetes, los bailes y los actos oficiales en los que según la señora de Stainton, la señora de Palma «se desenvolvía con tanta serenidad y gracia, como si nunca hubiera conocido la obscuridad y la pobreza. Tenía los modales de una reina, con gran sencillez».
Central Valley fue, entre dos revoluciones, un lugar donde la llama de la independencia de Cuba se mantuvo viva, pero la historia de la vida de Estrada Palma, es también la historia de una gran amistad —la de él con David Cornell. Los dos amigos fallecieron en menos de dos años de diferencia. David Cronell en 1906 y Estrada Palma en 1908, pero la señora de Stainton dice que algunos miembros de la familia de Palma aún suelen visitar a Central Valley de vez en cuando, y como ya he observado, los colegiales de ese pueblo se reúnen todos los años para rendir tributo al primer presidente de Cuba.
Central Valley no ha olvidado nunca a su famoso vecino y quizás algún día la República de Cuba pueda demostrar que tampoco ha olvidado a Central Valley.
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