«Un cafecito cubano para el alma»

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Prólogo de Demetrio Pérez, Jr.

Desde el 21 de noviembre de 2007 nos hemos honrado en LIBRE con las colaboraciones de nuestro estimado compatriota y amigo Esteban Fernández.

Una sección amena, que cubre desde la clásica estampa criolla hasta el puro reaccionar del cubano de siempre, sin pasar por alto el sentido patriótico que inspira y da razón a estos comentarios regulares.

Su lectura no nos puede ser ajena. Afinidades generacionales nos facilitan el entendimiento y hasta proximidades geográficas acercan  a Güines con Matanzas.

Si Hugo Byrne físicamente estuviera presente mucho disfrutaría esta recopilación histórica de su hermano «Estebita», aunque en ausencia bendice con su talento esa selección de trescientas preferencias que para honra de todos sus lectores, amigos y simpatizantes hoy tenemos oportunidad de compartir aquí.

En sus paisajes literarios Esteban Fernández no oculta su orgullo regional y familiar, llevándonos con ellos a las conversaciones con su padre quien desde el primer día de aquel enero de 1959 anticipó lo que otros se resistían a pensar; el mensaje de prevención de la madre adorada, al tanto de los mas mínimos detalles hasta  saberlo en Rancho Boyeros, cruzando «la pecera» en el camino a la libertad, sin faltar aquel ¡Viva Cuba Libre! que se exclamaba al escapar de la peligrosa isla prisión y asomarse bajo las alas de Pan American a un nuevo destino, valiéndole mucho las oraciones maternas ante el peligro que mucho enfrentó.

 Sin parecer una persona violenta y mucho menos guerrillera, sus actuaciones hablan por si mismo, habiendo ocupado roles en diferentes actos patrios que hablan de su caudal de arresto, entrega y valentía a la hora de defender libertades arrebatadas.

Dominando un giro tan sensible como los contenidos humorísticos mezclados con motivaciones supremas, sabe este cubano de cuerpo entero como mantener motivado al lector en un relato agradable, sin presunciones intelectuales y sin apelativos inapropiados.

Y para saludar este esfuerzo que dista bastante del interés o el beneficio propio, convirtiéndose más en sacrificio espontáneo, no podemos pasar por alto al recordado  Maestro Agustín Tamargo cuyo verbo, elocuencia y gran predicar los coloco en muchas oportunidades al tributo a su amigo Esteban.

 Gracias Esteban Fernández por este otro aporte que bien se hace constar en acta. Decía el Apóstol que «más puede la simpatía que la envidia, porque hay sobre la tierra más flores que serpientes, y en el cielo más nubes azules que oscuridades anunciadoras de huracán». ¡Premiemos a este autor amigo con nuestra lectura, comentario y recomendación!.