Mientras todas las miradas e inquietudes están focalizadas en la guerra genocidiaria que Rusia ha desencadenado contra Ucrania, el desgobierno cubano se enquista y hace fintas utilizando las técnicas habituales gracias a las cuales, contra viento y marea, sigue flotando sin ceder un milímetro en los campos de la represión y de la desinformación. No es inútil para sopesar este último aspecto, revisar la prensa única del regimen y las intervenciones en las redes sociales de sus comunicantes. Hace pocos días aprovecharon el final de misión del embajador de Siria en La Habana para difundir un sibilino comentario que aludía menos al diplomático en instancia de partida que al régimen asesino de Bashar, aliado incondicional de Putin y cuña rusa en el Oriente Medio. A propósito de Siria lo que sigue.
Como ya expliqué en una crónica reciente, en Francia los responsables políticos, industriales y culturales que desde hace varios lustros han medrado de una u otra manera gracias a sus conexiones con Rusia ahora hacen contorsiones a fin de soslayar esas evidencias culpables. Estar oficial u oficiosamente en la nómina de los rusos no es una exclusividad francesa -en esa cuerda el caso paradigmático es el del ex-canciller alemán Gerhard Schröder- pero escribo acerca del país donde vivo desde 1982. De esa fecha data aproximadamente la entrada en el escenario político como ministro de Laurent Fabius, cuando el primer septenato de François Mitterrand. Tres años después, el presidente socialista le confió la jefatura del gobierno designándolo Primer Ministro. Ejerció esa función sin penas ni glorias hasta 1986 y a continuación experimentó altibajos en la vida pública, distinguiéndose en algunos sectores como árbitro y moralizador. Más de una vez se pronunció por la democratización en Cuba, desmarcándose en esa cuestión de otros dirigentes del Partido Socialista francés maculados casi todos por un indeleble pecado original leninista.
Con el correr de los años llegó en 2012 la funesta presidencia de François Hollande, otro socialista, y Fabius salió de un relativo ostracismo para convertirse durante cuatro años en su Ministro de exteriores al término de los cuales se bajó con un libro memorialista (1) en el cual hace a su manera el balance del ejercicio ministerial que recién había finalizado. Escrito durante el verano del año 2016 el opus de 200 páginas se concreta a cinco aspectos de su quehacer como canciller. Por no aludir en él ni a Cuba ni a la América Latina, lo leí rápida y diagonalmente entonces. Sin embargo en las circunstancias actuales acabo de revisar sus páginas consagradas a las negociaciones acerca de lo nuclear con Irán, a la «tragedia» en Siria y a la interrogante ¿Washington o Moscú? que plantea. En esas cuestiones, en las que intervino directamente entre 2012 y 2016 como protagonista de primera línea por ser Francia miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas tiene mucho que contar.
El preámbulo anterior tiene como objeto situar al lector en la importancia del testimonio de Fabius con respecto a la actual crisis en Ucrania. Durante el verano del año 2012 fueron firmados los acuerdos Ginebra I y Ginebra II para tratar de encausar la crisis en Siria y entre los varios puntos que quedaron establecidos hubo consenso en cuanto a que todo uso de armas químicas contra una población civil sería castigado con una acción conjunta de todos los países occidentales. De acuerdo con el testimonio de Fabius desde junio de 2013 Rusia comenzó, con la complicidad de China comunista, a obstaculizar deliberadamente toda medida que afectara a Siria con su ministro de exteriores Sergueï Lavrov como punta de lanza. Cuando el 21 de agosto del propio año se confirmó que las huestes de Bachar habían estado esparciendo desde principios de año esas armas prohibidas en los alrededores de Damas, todo quedó listo para proceder a bombardeos punitivos para castigar a los culpables.
Lo que vino a continuación es sabido: Putin entró en el escenario apoyando los bombardeos gubernamentales en Alep, mientras que el británico David Cameron primero y Barack Obama después se echaron para atrás dejando al resto de sus aliados en la estacada y garantizando a Bachar una impunidad en sus actos asesinos. Hoy sigue en el poder mientras que el terrorismo sigue gozando de buena salud en la región y la oposición ha desaparecido detrás de las rejas de las prisiones o partiendo al exilio.
La responsabilidad de Barack Obama en lo que ahora esta ocurriendo es grande. Su advertencia del 20 de agosto de 2012 expresando «we have been very clear to the Assad regime, that a red line will be a whole bunch of chemical weapons being utilized», se convirtió en papel mojado. De la misma manera permitió él y quienes a su lado tomaban las decisiones estratégicas, que cuando el 30 de septiembre de 2015 Rusia -léase Putin – se metió de lleno en el teatro sirio con su aviación, sus tanques y su logística militar, no admitieran la creación de una zona de exclusión aérea y así se imposibilitó cualquier riposta contra la alianza Bachar-Putin.
Es muy significativo que en el libro (2) acerca de los ocho años que pasó en la Casa Blanca como asesor directo de Obama, Ben Rhodes -funesto personaje que tuvo un papel preponderante en las negociaciones con Cuba que culminaron con el inútil viaje a La Habana del presidente americano – no haya una sola línea que aluda a esta cuestión. No vacila Rhodes sin embargo en denostar a los ucranianos en el capítulo 3, dedicado al período 2013-2014.
A la luz de lo que uno puede leer y razonar es posible afirmar, con respecto a los distintos gobiernos que se han venido sucediendo en Washington, que tratándose de la lucha contra los totalitarismos en general y contra Rusia en particular se constata un fatalismo gracias al cual cada vez que se han dado un tímido paso hacia adelante, el mismo ya era portador de un posterior retroceso en forma de derrota irreversible. Viendo la violencia, la destrucción y la catástrofe humanitaria que esta provocando esta guerra de agresión de Rusia uno puede preguntarse si durante su presidencia, Obama y los demócratas no fueron sino zapadores que minaron ciertos campos en la arena internacional facilitando al enemigo ruso lo que hoy hace impunemente. Muchos son en Occidente quienes le atribuyen esa maldad al haber transformado su «leading from behind» en «following from above» que es lo que se ha estado haciendo respecto a Cuba. Mala cosa para quienes se oponen a los totalitarismos.
(1)37 Quai d’Orsay. Diplomatie française 2012-2016. Plon, Paris 2016
(2)The World as It Is. A Mempor of the Obama White House. Random House. New York 2018
0 comentarios