¡ SI ENGORDARAN ESOS TRES CUBANOS!…
Martín Dihigo -don Martín- porque su nombre denota a un inmortal del pasatiempo, sustenta el criterio de que el baseball cubano no va a correr el riesgo más grave si se pierde la convenida de construir ídolos caseros.
Dihigo, luego de una larga carrera de la que debe sentirse él como nos sentimos nosotros orgullosos, se ha quitado el uniforme de franela, ha colgado detrás de la puerta los zapatos con las suelas erizadas y se ha ido al séptimo cielo (séptimo infierno para los que tenemos que subir a pie). Después de todo no ha hecho otra cosa que seguir la ruta de los grandes peloteros norteamericanos que un día dejaron el “diamante” para refugiarse en el micrófono.
Yo creo que ésta es la primera vez en la historia de Dihigo y la primera también en la historia del espectáculo nacional que don Martín presencia un campeonato completo de la red protectora para acá.
Sería de enorme interés para los aficionados reunir en una crónica las observaciones, halagos y las censuras que en fracciones urgentes y entre inning e inning él ha lanzado al espacio. La idea determinante del diálogo ha sido esa.
Dihigo considera de vital importancia que se avive, se estimule, que se provoque la producción de material humano de la tierra propia. Le parece saludable, y más que saludable, imprescindible el mantenimiento del pacto con los circuitos organizados, pero sospecha que el player nativo hoy día tiene posibilidades muy reducidas de salir y congregarse.
-¿Solución?
-La única: concertar en toda la isla, campeonatos de verano. Eso, desde luego necesita la ayuda de todos: de la prensa, del público, de los clubs que a la larga van a beneficiarse con la política de enriquecer los semilleros locales.
-En los torneos de invierno, le digo…
Martín no deja que termine la oración…
-En los torneos de invierno-me ataja- resulta difícil y a veces hasta imposible que los novatos disfruten de la prueba larga, de la prueba decisiva del juego diario que es el único sistema de destacarse y cuajar. Por lo mismo que ese campeonato grande se juega a tensión bárbara, en medio de la bandería de “Habana” y “Almendares”, frente a un público que exige más que ningún otro en el mundo entero, no hay margen, ni tampòco hay tiempo para andar probando a muchos reclutas. No se concibe, ni se perdona el aprendizaje.
Dihigo me pregunta si quiero una prueba definitiva. Y sin interrumpir su propio parlamento, añade:
-Miguel Ángel González tiene en el banco al pitcher de gran velocidad, pero sin pizca de experiencia: Patato Pascual. Tiene también a un short-stop muy joven: Orlando Varona; a ninguno de ellos ha podido darle oportunidad de desarrollar, porque la misión de dirigir a un equipo de tanto arrastre y de tanta mística como el Habana, es fuerte. También Fermín Guerra tiene las reservas jóvenes.
De los peloteros nuevos ¿cuáles son, a criterio tuyo, los que pueden llegar más lejos?
Me parece que en este campeonato hay tres jugadores cubanos que podrían ir, que podrían quedarse en las Grandes Ligas si se endurecieran un poco más, si ganaran esa reserva física que se requiere para las pruebas largas y fuertes.
-Quieres decir…
-Quiero decir que el problema de ellos, de los tres, no es de habilidad, que la poseen sin cuentos, ni de temperamento para el deporte, que es virtud que les sobra, ni tampoco de experiencia, que en escala notable la han adquirido en poco tiempo. El problema es de peso. Vamos que si el short-stop Willie Miranda y los pitchers Raúl y Vicente López pesaran veinte libras más, iban a convertirse en figuras muy sobresalientes de las Mayores.
-¿Qué es lo que más te impresiona de Willie Miranda?
-El terreno que cubre, el brazo que tiene, el coraje con que va a los fildeos y la rapidez con que suelta la pelota.
-¿ Y los otros?
-Son dos lanzadores de aptitudes muy brillantes.
-¿Coincides con los panegiristas entusiastas de Edmundo Amorós?
-Amorós no está hecho. Tiene que hacerse. Luce un buen bateador zurdo: por la estampa que hace recordar a Alejandro Omar. Tiene que aprender a batear la recta afuera, porque de esa forma producirá conexiones hacia el left. Otra cosa, como su brazo no es poderoso poco o nada tiene que hacer en el jardín derecho. Acaso tendrá la suerte de que lo ubiquen en la inicial o en el left-field.
-¿Y Amado Ibáñez?
-Es ligero, batea, fildea, tiene madera y requiere aprender. Ahora que va a un club de categoría triple A, tal vez le quiten el defecto que padece en los pivoteos. Juega muy atrás, tarda un siglo en cubrir la segunda. Así aleja las posibilidades de doble-plays.
El interrogatorio ha llegado a un plano que se acerca a la cuestión tan discutida en estos días. ¿Es justo que se considere al infilder de los “Almendares” Bob Young entre los mejores segundas que hemos visto en Cuba? Dihigo lo elogia, tiene frases de reconocimiento para el trabajo que ha realizado y para lo que sus manos rapidísimas le han significado al “Almendares”, pero…
-Young -me dice- es muy bueno, pero inferior a otras segundas que han pasado por los estadios nacionales. Después de Fallon, yo creo que es muy difícil olvidar al mexicano Chile Gómez, que en el juego defensivo era algo muy grande. Y no dejemos tampoco fuera del crédito a Bell y a Haussman.
Aprovecho la grata desviación en el tema para preguntarle a Dihigo el nombre del pelotero extranjero que más ha brillado en Cuba en la tercera base. Espero que se sume a los que piensan que el honor nadie puede arrebatárselo al gran Marcell.
Pero volvemos al tema de la conveniencia de fomentar el baseball de verano en el interior.
Otra pregunta para Dihigo:
-¿Qué te parece el campeonato invernal?
-Que el “Havana” se lo debe casi todo a Valdivia. Él ha sido al caerse Wilber, quien ha puesto a pelear a los rojos. Si al confirmarse que el catcher norteamericano no podía con el trabajo, Miguel Ángel González no hubiera encontrado en Valdivia la cooperación heroica que encontró, el equipo sin remedio se hubiera ido a pique.
¿A qué atribuyes el colapso del “Almendares” y su desplome del primer lugar?
-El “Almendares” es un conjunto sin reservas. De los cuatro pitchers americanos que trajo, tuvo que embarcar a tres. Los players regulares defendieron el pabellón azul hasta donde le fue humanamente posible. El estallido tenía que venir y vino.
Y Dihigo deja un instante de responder para preguntarme.
-¿Sabes cuándo yo comprendo la situación del “Almendares” era desesperada? Al ver que empezaba a fallar un jugador tan sereno, tan consistente, tan parejo en su trabajo como Héctor Rodríguez. Y agrega:
-Los pitchers cubanos, se agotaron. Lo que más daño ha hecho a los campeones es el fallo de Rubert. Este campeonato se ha caracterizado por eso, por la falta de verdaderos lanzadores para casos de emergencia.
-¿Qué dices de los jugadores americanos?
-Esta vez han enviado muchos, pero muchos que no tenían nada para dar la talla en nuestro campeonato. Los que tuvieron que irse no hicieron otra cosa que restarle calidad al espectáculo.
Y concluye Dihigo:
– Por eso estoy convencido que es necesario que se avive, se estimule, que se provoque la producción de material humano de la tierra propia.
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