Por María C. Rodríguez
No en todos los lugares la muerte es cosa seria; ejemplo peculiar es el colorido y “acogedor” Cementerio Alegre de Sapanta, al norte de Rumania.
Las satíricas lápidas de este uniforme cementerio alegre tienen una cruz de madera de roble de color azul eléctrico (que simboliza el cielo al que van las personas y que se conoce como azul de Sapanta) y en ellas están pintadas escenas multicolor representativas de la vida o muerte del fallecido, acompañadas de originales rimas versificadas en rumano acerca de las mismas que elogian o deploran personas o existencias, virtudes o vicios, heroicidades y cobardías.
“Debajo de esta pesada cruz
descansa mi pobre suegra.
Si hubiera vivido tres días más
yo estaría aquí y ella leyéndola.”
Sapanta es una población de apenas 3.500 habitantes, muy creyente, que acude cada domingo a misa vistiendo el traje regional, olvidando la disputas del día anterior. Aferrado a sus tradiciones, este pueblo de los Cárpatos se desarrolla en torno a la madera de sus bosques. La madera además es para Sapanta símbolo de perennidad y por ello está presente por doquier.
El precursor de este cementerio alegre fue el escultor, poeta y pintor de Sapanta, Stan Ioan Pătraş, que diseñó la primera de las lápidas en 1935. En pocos años ya había tallado cerca de 800 (incluida la suya propia). Su idea provino de las tradiciones funerarias del pueblo, en las que amigos y familiares se reunían para recordar anécdotas divertidas de la persona que había sido enterrada. Él plasmó esa costumbre en sus cruces, con picardía: si la muerte era imprevista, esta imagen era la protagonista. Si la muerte era “ley de vida”, se representaban escenas significativas de la vida de la persona, como su profesión, gustos… con referencias satíricas a las mismas.
El epitafio de Stan Ion Pătraş dice:
Por Stan Ion Pătraş se me conocía
desde que tenía tan solo un día.
Ahora te pido que me escuches atentamente,
no tengas miedo, hablo verdaderamente.
Toda mi vida lo hice lo mejor que pude,
así que aquí ahora descanso, eso no lo dudes.
Siempre que pude hice el bien,
o al menos lo intenté, eso también.
Pero en mi vida aún hubo dolor
malos días pasé, mundo sin color.
Se cree que esta forma de enfrentarse a la muerte está ligada a la cultura de la antigua Dacia, que hoy ocupa lo que conocemos como Europa del Este. Para los dacios el alma era inmortal y por tanto, fenecer no era más que un motivo de alegría por pasar a la vida eterna. Lo característico de Sapanta no es ya el mostrar alegría ante la muerte sino sobre todo dar más protagonismo a la vida. Como decían los romanos para anunciar un fallecimiento: VIXIT (vivió), en lugar de “ha muerto”.
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