Tuve la dicha de verla actuar en la emisora “Radio Progreso” con la “Sonora Matancera”, la aplaudí y me emocioné porque era como un bálsamo convertido en un arcoíris que iba de butaca en butaca frotándonos con su arte las palpitaciones. Entre sus “bombas” musicales, cuenta “Chencha la Gambá”. Además, era un genio musical como percusionista, tocando la tumbadora, el bongó´, las maracas, las claves y los timbales, virtudes que la acreditaron como la primera mujer timbalera en la “Unión de Músicos de los
Estados Unidos”.
Si de algo debemos presumir, es ser agradecido. Myrta Silva, aquel torrente tropical que a finales de la década de los 40, llegó a Cuba por primera vez; y al paso los años de haber aterrizado en nuestra isla la peor maldición: “¡El dracuniano!” comunismo!, y de nuestra “Perla de las Antillas” comenzara la huida de gente amante de la libertad, y que centenares (quizás miles) aterrizaron en la “Isla del Encanto”, o sea Puerto Rico, tierra natal de la que sigue siendo insustituible Myrta Silva; ésta, se “rasgó la vestimenta” para solidarizarse con nuestros exiliados. Les abrió los brazos ofreciéndoles trabajo a los artistas que había conocido en Cuba, y a los hijos de los amigos que había dejado en La Habana. Nunca nos cansaremos en cuanto al agradecimiento que, me consta, desde el jardín del Infinito en el que se encuentra cantándole a los ángeles, lo recibirá. Y es que ella amaba a Cuba como a su “Isla del Encanto”. Solía decir que su corazón estaba dividido entre las dos islas privilegiadas (Cuba dejó de serlo por el malévolo comunismo).
Por esa y muchas otras razones, una de ellas es que Myrta Silva pertenece a los que nos dejaron un legado musical incomparable, y, además, por haber sido embajadora también de la música cubana en todo el continente americano. Por eso y miles de razones más, es que esta semana le dedicamos estas páginas para que nuestros lectores sepan que los exiliados, habremos perdido muchas cosas, pero nunca, el sentimiento de lo que significa agradecer.
Era yo un casi adolescente cuando, como el resto de millones de cubanos, nos sorprendimos contemplando en la revista “Bohemia” (uno de los principales semanarios del continente) apareció su figura voluptuosa envuelta en una toalla gitanesca que la cubría hasta el cuello. Marcó Pauta. Nunca habíamos visto algo así. Myrta Silva fue para los cubanos de la Cuba pre-comunista, una diva, diosa, estrella, creadora hasta de una manera de sonreír. Como humana y artista que lanzaba toneladas de sensibilidad por sus poros, la abarcarían sentimientos de todos los “colores”, pero siempre su sonrisa con la que nos lanzaba la briza de un palmar caribeño, la cortejaba. Entonces (al menos yo) ignoraba la palabra “tsunami”, pero hoy, la recuerdo y la comparo con ese fenómeno de la Naturaleza, pero en plan bueno, nunca destructivo. Abrazaba con su voz, alejaba nuestras penas, nos ponía a bailar hasta sentados. Fue, en lo suyo, única, tanto, que no ha surgido otra igual.
PRIMERA MUJER
TIMBALERA
Tuve la dicha de verla muchas veces actuando en la emisora “Radio Progreso” con la orquesta Sonora Matancera, con mis manos adolescentes la aplaudí y me emocionaba porque ella era como un bálsamo convertido en un arcoíris que iba de butaca en butaca frotándonos con su arte las palpitaciones que nos inspiraba.
Su nombre completo era Myrta-Blanca Silva Oliveros. Había nacido en Arecibo, Puerto Rico, el 11 de septiembre de 1927. Además de su nombre propio, fue famosa como “La Gorda de Oro” y “La reina de la Guaracha Cubana”. Fue una niña prodigio, ya que, a los diez años, actuó por primera vez en un teatro local de Arecibo. Durante la década de los 30, en plena adolescencia, se trasladó a Nueva York con su familia, iniciando su carrera profesional en producciones musicales en los teatros hispanos locales y en emisoras radiales. En 1939, la descubrió el presidente de la RCA Víctor y la contrató. Aquel mismo año, el compositor puertorriqueño Rafael Hernández, se cautivó con su voz, por la que la integró a su orquesta “Victoria”, con la que hizo una gira por varios países latinoamericanos. También en 1930, recibió una oferta para actuar en La Habana. Al comienzo de los 40 abandonó la orquesta “Victoria” y formó parte de las orquestas de Moncho Usera y Armando Castro. Entre los años 1947 y 1949, fue considerada la cantante latinoamericana que más millones de discos había vendido en el continente.
Además de cantante, era un genio musical, pues como percusionista, ejecutando la tumbadora, el bongó´, las maracas, las claves y los timbales, virtudes que la acreditaron como la primera mujer timbalera en la “Unión de Músicos de los Estados Unidos”.
“CHENCHA LA GAMBÁ”
Como compositora sigue estando entre las más cotizadas, ya es la autora de piezas inolvidables entre ellas “Qué sabes Tú” (de la que nuestra Olga Guillot hizo una creación incomparable), “Cuando Vuelvas”, “Fácil de Recordar”, “En mi Soledad”, etc. Entre sus “bombas” musicales, se cuanta la guaracha “Chencha la Gambá”, que, sin duda, la consagró como compositora internacionalmente. En 1949, hizo su tercer viaje a Cuba, para actuar con la orquesta “Sonora Matancera” y como máxima estrella del “show” radial de CMQ Radio, “Cascabeles Candado”. Actuó en los mejores clubes habaneros e hizo gira por toda la isla en más de una ocasión. Permaneció mucho tiempo en La Habana, sustituyéndola en la “Sonora Matancera”, nuestra inmensa Celia Cruz. Con dicha orquesta Silva dejó grabado un disco que, entre sus canciones cuentan: “Qué corto es el Amor”, “Suelta ese Paquetón”, “Loca”, “Sangongo”, etc. Ello corrió durante su último año con la sonora que fue en 1952 y para la firma “Seeco Records”.
En 1956 inició de nuevo sus actuaciones en la televisión hispana de Nueva York con su show “Una Hora Contigo”. Tras varios años de éxito con dicho programa, regresó a Puerto Rico para encabezar su programa “Madame Chencha”, inspirado en su legendaria canción “Chencha la Gambá”. En la década de los sesenta, además de sus actuaciones televisivas, compuso varias canciones, entre ellas: “Puerto Rico del alma”, “Tengo que Acostumbrarme”, “Fin del Amor”, “Aunque se ponga el mundo” y “Quiero Volverme a enamorar”.
En la década de los 70 con varias canciones, acreditando con ellas uno de los legados musicales más prestigiosos de Puerto Rico. Sus canciones fueron y siguen siendo interpretadas por las mejores voces hispanas. Entonces compuso varias canciones: “No te vayas de mi vida” y “Sabes una cosa cariño”.
El final de su vida estuvo barnizado por una de las enfermedades más cruentas: el “Alzheimer”. Pero el 2 de diciembre de 1987, falleció por quemaduras de tercer grado causadas por agua caliente.
Myrta Silva, tú sigues entre nosotros porque, como las diosas: ¡Eres inmortal!
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